Muy extraño deporte, el automovilismo. Los pilotos son lo más cercano a un superhombre que se pueda encontrar entre los individuos de nuestra especie: están dotados de prodigiosos reflejos, poseen una descomunal resistencia física, su sentido de la vista registra perfectamente las dimensiones del espacio, su coordinación psicomotora es excepcional, en fin, desempeñan una actividad que necesita de colosales aptitudes y habilidades.
El tema es lo que hay detrás. El coche, o sea, una máquina. Estamos hablando también de una creación humana, de un aparato absolutamente formidable, una suerte de emisario de la prodigiosa tecnología de estos tiempos pero, a la vez, un artefacto de tan fastidiosa complejidad que cualquier pequeño detalle puede echar a perder sus potencias.
Los seguidores de la F1 lo saben muy bien, semana a semana: los coches deben ser puestos a punto por una cuadrilla de mecánicos de altos vuelos, las suspensiones necesitan ser equilibradas, el chasis juega un papel decisivo y lo que resulta, tras de acondicionar todos y cada uno de los elementos mecánicos del auto, no garantiza, en incontables ocasiones, buenos rendimientos a la hora de competir ya en la pista.
Pregúntenle ustedes a Fernando Alonso, en el Gran Premio de Ciudad de México, cómo estuvo el tema de tener que abandonar la carrera muy tempranamente por un problema con los frenos de su auto. ¿Cómo explicar, también, que Lewis Hamilton, un piloto que lo ganaba todo, se encuentre ahora en la sexta posición del campeonato y haya dicho, después del sprint en el circuito Interlagos de San Pablo, que no le tiene “ninguna confianza al coche”? Es la escudería Mercedes, ni más ni menos, ganadora de ocho campeonatos consecutivos de constructores, de 2014 a 2021. Y de esos ocho, Hamilton ganó seis como piloto, miren ustedes.
Hablando de todo esto, hay que volver al tema de Checo, como ya es costumbre, siendo, sobre todo, que el mexicano pasa por muy malos momentos y que cada vez son más fuertes los rumores de que lo van a echar de Red Bull (Christian Horner, según parece, estaría negociando con el equipo Williams, pero no para hacerse con los servicios de Franco Colapinto sino de Carlos Sainz, quien entonces no pondría ni un pie en la histórica escudería).
Sergio Pérez responde que seguirá con los austriacos cada vez que le preguntan los periodistas, dejándose ellos llevar, justamente, por las habladurías. Ocurre que el RB20 no le está funcionando bien, más allá de la mala suerte (haberse enganchado con Liam Lawson, en la pasada competición en su tierra natal, y otros infortunios) pero también comienzan a surgir las sospechas de que el hombre ha perdido las condiciones para participar en una competición tan dura.
En todo caso, Verstappen ya no es tampoco es el piloto que avasallaba a todos los demás en el ‘Gran Circo’ (a la manera, no lo olvidemos, de como lo hizo Hamilton en su momento).
Lo dicho, el talento no basta. La máquina, caprichosa e imprevisible, decide muchísimo las cosas.