La danza de los millones en la Fórmula 1

Ciudad de México /

Max Verstappen cambió de avión. O más bien, se compró otro, y ahora tiene dos: el Falcon 900EX de antes y el nuevo, un 8X con mejores desempeños y una tecnología de última generación que le va a permitir ahorrar combustible –15 por cien menos— y llegar más lejos, 11 mil 940 kilómetros de autonomía en lugar de los 7 mil 400 del que ya tenía en el garaje, que diga, en su hangar particular.

Eso es tener plata y no cosas, estimados lectores. Rentar un Learjet para no mezclarse con la plebe en un avión de línea ya es lo suficientemente caro, pero tener tu propia aeronave y pagar el estacionamiento en el área de aviación civil, cubrir los honorarios de la tripulación (o sea, mantener a un par de pilotos de planta, incluyendo el importe de sus compras en el Walmart –más bien, en el Carrefour o en el Auchan—, sus comidas en los restaurantes, su hospedaje en hoteles no demasiado piojosos y todo lo demás), apoquinar los miles de litros de turbosina que se consumen en los vuelos y sufragar lo que cobran los aeropuertos, todo esto cuesta un ojo de la cara, como se dice.

Este escribidor ignora si el propio Verstappen se apoltrona en la cabina de mando para pilotar sus Falcon, una tarea mucho más sencilla, en los hechos, que conducir un auto de F1 en los grandes premios. Hay que conocer, eso sí, el asunto de la navegación (los vectores y todo eso) y descifrar la colocación de los diferentes mandos en el tablero de instrumentos, aparte de acumular horas de vuelo para que las severas agencias de aviación te permitan sobrevolar zonas pobladas donde hay guarderías, hospitales de maternidad, salones de fiestas y funerarias.

Algunos de los famosos tienen una declarada pasión por los aviones: John Travolta posee un jet mucho más grande que los Falcon del neerlandés –un Boeing 747, para mayores señas— y él mismo lo pilota aunque los demenciales consumos de carburante del gigantesco aparato no le han de permitir, así lo suponemos, volar cada fin de semana: el 747, que por cierto ya no se fabrica, devora mil 200 litros de combustible por cada 100 kilómetros volados. Ustedes dirán.

En fin, para seguir hablando de las aficiones aeronáuticas de las celebrities, Herbert von Karajan, el gran director de orquesta, también tomaba los mandos de su aeronave, una pasión que compartía Eduardo Mata, su brillante homólogo mexicano.

Volviendo al tema de los aviones del piloto estrella de la escudería Red Bull, no sabemos qué tan razonable es con sus finanzas personales pero los 50 millones de dólares que desembolsó para agenciarse el Falcon nuevo casi equivalen a lo de su salario anual, que es de 65 millones. Es el que más gana, por encima de Lewis Hamilton (60 mmd) y a una distancia ya notable de Charles Leclerc (34 mdd), por no hablar del raquítico milloncito que el equipo austriaco le va a pagar a Liam Lawson, la décima parte de lo que le costaban los servicios no apreciados de nuestro compatriota Checo Pérez.

Son cifras, aviones aparte, que causan mareos, oigan ustedes.


  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
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