Absolutamente disfrutable, el Mundial de clubes que se está jugando en estos momentos en Estados Unidos (de América).
A mitad de semana me apareció en las redes una publicación de algún medio francés desacreditando la competición: que en el partido Ulsan-Sundowns hubo apenas dos decenas de espectadores, o algo así, y que les pidieron desalojar las tribunas por una tormenta eléctrica; que en nuestro vecino país no hay afición al balompié; que está siendo mal negocio para doña FIFA; que es un tema meramente comercial; que es un exceso de futbol en un escenario ya plagado de partidos…
Así de desaforadamente francófilo como es este escribidor, no deja de advertir que sus admirados galos son, muchas veces, criticones en exceso: necesitan siempre ponerse por encima de las cosas, y de los demás, para parecer lo debidamente exquisitos y, sobre todo, para no pecar de ingenuos como el resto de los mortales (entre ellos, sus vecinos belgas, con quienes convivió, justamente, el referido redactor de estas líneas, afincado durante años en la Valonia francófona, la comarca, a la par de su contraparte flamenca y la región bruselense, donde se degusta la mejor cerveza del universo).
Pues bien, con el permiso de ustedes –descartando ya el imperativo uso de la tercera persona gramatical—, les confieso sin mayores ambages que me encuentro en un estado cercano al éxtasis, alcanzado, pues sí, gracias al maná futbolístico que nos está lloviendo del cielo. Y, en lo que toca a descalificar, desacreditar, despreciar y reprobar, pues no, para nada: al contrario, qué bueno que los aficionados podemos deleitarnos con un balompié tan portentoso y qué regalo, además, nos están ofreciendo los brasileños, vaya que sí.
Han desplegado, los tres clubes cariocas que participan y el Palmeiras de San Pablo, un balompié que no le pide nada a los poderosísimos europeos. La manera en que el Botafogo anuló la capacidad ofensiva del Paris-Saint Germain –el supremo equipo en estos momentos, hablando de francofilia, miren ustedes— fue extraordinaria en todos los sentidos, una auténtica cátedra futbolística. El Flamengo, por su parte, le pasó por encima al mismísimo Chelsea, un club plagado de estrellas compradas a punta de millones. No lo tuvo tan fácil el Fluminense ayer en contra de los esforzados coreanos del Ulsan –lo que nos habla del crecimiento de la Confederación Asiática de Futbol— como tampoco le resultó fácil, al Inter de Milán, el encuentro frente a los japoneses pero ahí está, justamente, el elemento picante de esta competición y su incuestionable atractivo.
Entre otras sorpresas, el Atleti del aguerrido Cholo Simeone está prácticamente fuera de la competición y el propio Real Madrid empató en su primera presentación contra el Al-Hilal, el club saudí dirigido por Simone Inzaghi, aunque es bastante que consiga tres puntos derrotando al Pachuca y muy seguramente acumulará otros tres frente al RB Salzburg, el jueves 26.
Como siempre, no faltan los maldicientes. Los invitamos, como humildes aficionados, a recrearse con tan gran futbol. La vida es para disfrutarla, oigan.