Comienza el tal Clausura 2025 –a este escribidor le sigue costando trabajo determinar cuál es el torneo que abre y cuando ocurre el que cierra, siendo que este último no arranca al concluir el año del calendario gregoriano sino, justamente, al empezar un nuevo ciclo— y los aficionados vamos a sobrellevar las desilusiones de siempre, a esperanzarnos con nuestros equipos, a disfrutar los golazos de los más talentosos, a denostar a los jugadores fallones, a rabiar con las decisiones de los árbitros (o a regocijarnos secretamente de que hayan pitado abusivamente en contra del club adversario), en fin, ha llegado el momento, después del maratón Guadalupe-Reyes (estamos hablando de una auténtica prueba de resistencia, señoras y señores, no demasiado atlética pero muy demandante de todas maneras), de disfrutar de doña Liga MX.
En lo que toca a las apuestas, siendo que las casas apostadoras patrocinan alegremente el espectáculo, hay que decir que este torneo es posiblemente el más irregular de todo el hemisferio occidental: los favoritos pueden ser derrotados por los de menos alcurnia, los resultados podrían ser pronosticados en una ruleta sin mayores problemas y las leyes matemáticas de las probabilidades simplemente no operan.
A algunos comentaristas les mete mucho ruido esta cuestión –lo absolutamente impredecible de los desenlaces, cada semana e inclusive al llegar a la Liguilla— pero hay otros para los cuales esta transitoria igualdad entre chicos y grandes (ocurre, con todo, que al final sí se coronan los de arriba) sería una muestra de lo competitiva que es nuestra liga.
No sabemos realmente si es tan parejo el panorama, pero lo que sí es cierto es que en cada torneo se aparece un caballo negro en las canchas, un equipo que en la pasada competición no destacaba en lo absoluto y que pudo inclusive terminar como uno de los últimos de la tabla pero que, de pronto y por alguna extrañísima razón, se vuelve un verdadero protagonista.
¿Favoritos? Pues, los de la vez pasada: Rayados, Tigres y Cruz Azul, además del odioso América. Pachuca, tal vez.
Mis Chivitas pudieren dar por ahí el campanazo, pero, bueno, lo que pasa es que los seguidores somos gente creyente.
Se trata, antes que nada, de disfrutar del balompié, amables lectores. Tendremos algo de sufrimiento, desde luego.
Y, no, no habrá justicia. Habrá futbol, nada más.