En su momento, a una plaga bíblica que mandó al cementerio a 700 mil mexicanos le fue ofrendada una jubilosa bienvenida: nos caía como “anillo al dedo”. Las comparaciones son odiosas, según dicen, y en lo que toca a la rabieta que protagonizó ayer el ciudadano Ebrard porque sus correligionarios no hicieron bien las cuentas para entronizar al supremo heredero del líder de la 4T, señalar también que le viene como “anillo al dedo” a las fuerzas opositoras de este país no es muestra de descarnada insensibilidad sino una muy cortés expresión de agradecimiento.
Y pensar que el proceso para seleccionar, justamente, al representante de la mentada oposición había merecido descalificaciones y cuestionamientos. Es cierto que los aspirantes del PRD no digirieron con particular alegría que las reglas acordadas los hayan dejado fuera al arrancar apenas la competición. Hubo también una pequeña desbandada de priistas pero el tema, al parecer, no iba con los organizadores del Frente Amplio sino que se trataba de un pleito territorial con Alito Moreno, el presidente del que fuera el partido oficial en los tiempos de la llamada “dictadura perfecta”.
Terminada esa etapa preliminar, quedaron cuatro concursantes debidamente certificados y, conforme fueron pasando las horas y los días, Enrique de la Madrid y Santiago Creel se retiraron de la contienda con suprema elegancia, dando testimonio de su vocación democrática y su ejemplar integridad.
Al final, la contienda se redujo a un combate singular entre Beatriz Paredes y Xóchitl Gálvez que hubiera debido culminar con el escrutinio de papeletas y actas en una suerte de jornada electoral organizada, mal que bien, por los partidos que forman parte del Frente Amplio. No es fácil sustituir al INE en tales menesteres, sin embargo, y la probabilidad de que intervinieran agentes externos para descarrilar el proceso llevó a que el antedicho Alito Moreno lo diera por terminado anticipadamente, reconociendo la ventaja de Xóchitl en las encuestas.
Hasta ahí, los desempeños del Frente Amplio. Así de simples y transparentes, más allá de los inevitables tropiezos. Pero, qué caray, ninguno de los participantes impugnó en momento alguno la legitimidad del procedimiento ni sembró dudas ni pidió que se repitieran los conteos.
El oficialismo, por el contrario...