Este mundo nuestro, ¿cada vez menos democrático?

Ciudad de México /

Los componentes de la receta ya los conocemos: dividir a los pobladores de una nación invocando agravios y señalando culpables, rentabilizar el resentimiento ciudadano para ganar adeptos, sembrar odio para que la división de la gente sea irreparable al no poder tener ya lugar reconciliación alguna, descalificar a los que ejercen el pensamiento crítico colocándolos en el bando enemigo (o, de plano, endosándoles la condición de traidores a la patria) y, para consolidar el proyecto y sentar las bases de un modelo iliberal, combatir a los jueces (los únicos, comenzada y bien encarrilada la empresa de destrucción, capaces todavía de resistir la embestida autoritaria), desmantelar las instituciones republicanas con el deliberado propósito de acabar con los contrapesos dispuestos por el sistema democrático y, entre otras tantas de las acciones de apropiación, invadir todos los espacios en los que pueda brotar la más mínima oposición al proyecto.

Al final, consumada ya la tarea, o sea, acallada la disidencia y sometidos todos los sectores sociales, los primerísimos que pagan los platos rotos son, justamente, los avasallados de siempre, los que nunca han tenido voz ni otra herramienta para cambiar su destino que la de elegir libremente a sus gobernantes, así de inútil (o, de plano, desechable) como les haya parecido esa facultad en su momento. El gran problema, sin embargo, es que la vuelta atrás no figura ya en el menú de opciones disponibles: la faena de acabar con un régimen democrático para instaurar una autocracia no es demasiado complicada —basta con tener la oscura y aviesa disposición a aplicar los procedimientos descritos sacando provecho, paradójicamente, de los derechos y prerrogativas que garantizan las sociedades abiertas— pero el retorno del universo despótico hacia el antiguo mundo de libertades es tan dificultoso como fue, a lo largo de la historia, el advenimiento de la democracia liberal: después de todo, la tiranía y el caciquismo no desaparecieron por arte de magia.

En todo caso, es muy inquietante y perturbadora la realidad que estamos viviendo: el autoritarismo parece haberse consolidado en Hungría y Turquía, por no hablar de Venezuela, Nicaragua o Rusia. Pero, ¿también una deriva autocrática en España y Estados Unidos?


  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
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