Zedillo a la hoguera

Ciudad de México /

Cualquier cuestionamiento que se le pueda hacer al régimen de doña 4T —una crítica, un señalamiento, una mera objeción— lleva a que sus heraldos invoquen el pasado, así de remoto y residual como pueda ser, para marcar al evaluador con el infamante hierro de la complicidad, como si no proviniéramos, todos nosotros, de un universo mínimamente habitable y como si aquello, el infierno que con tanto ardor fabrican los oficialistas, fuera el supremo pretexto para eximirlos, a ellos, de su vergonzante rosario de corruptelas, incumplimientos, mentiras y abusos.

No vivíamos en el mejor de los mundos, es cierto, pero ¿cómo están las cosas ahora? Justamente, cuando comienzas a hacer cuentas y a cotejar logros, resulta que esto no es ni lejanamente un paraíso, por más que las ayudas que reparte papá Gobierno hayan mitigado las durezas que sobrellevan millones de mexicanos.

El pueblo bueno se acomoda alegremente a haberse quedado sin el Seguro Popular, a carecer de vacunas y atención médica, a afrontar los embates de la delincuencia (extorsiones, despojos de tierras, secuestros, desapariciones, asesinatos y toda suerte de atrocidades) y a que la pobreza siga ahí, como la gran asignatura pendiente de todo un país. Pero, más allá de las mediciones de popularidad, el proyecto de nación, en sí mismo, es estructuralmente inviable en tanto que llegará el momento en que los recursos del erario no alcanzarán para seguirlo apuntalando, por no hablar del estancamiento económico que se vislumbra en el horizonte.

Las críticas hacia los responsables de llevar las riendas de lo público no resultan, como ellos pretenden hacer ver, de servir oscuros intereses sino de una auténtica inquietud por la deriva autoritaria de México y la avasalladora concentración del poder en un grupo político. La oposición no es ilegítima ni espuria, sino un elemento perfectamente natural en los sistemas democráticos, una fuerza merecedora de espacios y reconocimiento como expresión misma de la pluralidad de las sociedades abiertas.

Y sí, Ernesto Zedillo ha decidido lanzar una voz de alarma. En momento alguno ha proferido barbaridades ni desconocido las formas. Ha avisado nada más de algo que a muchos ciudadanos nos perturba profundamente: la liquidación de nuestra joven democracia.


  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
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