30 de mayo y Buendía

Ciudad de México /

“Acaban de dispararle a Manuel Buendía”, dijo estremecido un reportero de Excélsior, donde la víctima colaboraba, y quien participaba en la designación del Premio de Periodismo de Guerrero aquella tarde del 30 de mayo de 1984.

Diez años antes del uso periodístico de internet, el impacto de aquel suceso se extendió como un reguero de pólvora, no solamente en el medio sino en todo el país dado el liderazgo ejercido por el más influyente columnista de la nación, amigo de presidentes y antipático a la homosexualidad de Miguel de la Madrid Hurtado.

“Besitos calientes” se llamaba el archivo desparecido de su oficina.

Un crimen viral.

Solo seis alumnos de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM tomábamos clase en su oficina de Insurgentes 58. Yo trabajaba en ese momento con Fátima Ibarrola, quien se encargaba de información de estados en el Canal 13, mientras azorado escuché la infame noticia.

Guardadas las proporciones generacionales, éramos amigos. Una expulsión previa de algunos de nosotros por comportamiento equívoco y una misiva de perdón habría conmovido a Buendía al grado de llamarnos a nuestras casas a la mañana siguiente vía Luis Soto, su asistente. No solo nos reincorporó generosamente al Taller de Prácticas Periodísticas. Nos invitó a cenar en un restaurante de la colonia Anzures.

Enseñaba, cuidaba, compartía. El mejor profesor.

Un motociclista con un sicario atrás bajó del vehículo a las 18:29 de ese 30 de mayo. Alzó la gabardina, en absoluto le inhibió la pistola nueve milímetros terciada en la espalda de Buendía. Disparó cuatro veces. Premio Nacional de Periodismo en dos ocasiones, michoacano, ojos de caballo, ex seminarista, ex director de La Prensa, “sin cuello” como diría Elizabeth Taylor y dueño del Mustang perla del año, se desplomó la tarde de ese día cuando comió con José Carreño Carlón. Esperaba por su vehículo cuando fue ultimado. Fue un mayo terrible.

Buendía fue asesinado por una pareja criminal en motocicleta. Los asesinos por pago pertenecen siempre a organismos delictivos y pueden ser usados por segmentos de gobierno o cárteles. No hay sicarios ajenos al crimen organizado. La diferencia es si los grupos delincuenciales de alto impacto los envían o si son contratados por actores empresariales o políticos.

Una raza criminal puesta de moda en esa década en el Medellín de Pablo Escobar Gaviria, asesinado el diciembre previo y quien acudió a motociclistas y al uso de bombas para estallar vehículos y las vidas de adversarios, policías y agentes gubernamentales.

No son el problema los vehículos sin control como motocicletas robadas, monstruos o autos hurtados para la comisión de crímenes. Lo es la ausencia de determinación política, capacidad policial o denuncia ciudadana.

Por fortuna, eso no sucede en la ciudad gobernada por Clara Brugada ni en el país cuyo Ejecutivo preside Claudia Sheinbaum. En aquel entonces se ocuparon cinco años para detener a José Antonio Zorrilla Pérez, autor intelectual del crimen contra Buendía.

La inteligencia investigativa ha mejorado.


  • Salvador Guerrero Chiprés
  • "Presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la CDMX. Curso Liderazgo y Efectividad Gubernamental, Los Desafíos de México, en John F. Kennedy School of Government, Harvard, enero de 2006. Doctorado obtenido en el Departamento de Gobierno De La Universidad de Essex, Inglaterra, 2004. Maestría en Comunicación por la Universidad Iberoamericana, UIA. Licenciatura en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM (Ciencias de la Comunicación), generación 1980-1983."
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