No pasa un día sin que haya alguna declaración escandalosa cuando ya surgió una peor de personajes como ellos; el daño que están haciendo va más allá del horrible discurso de odio que prevalece día a día, ya casi como si fuera un triunfo de “la libertad de expresión” en lugar de lo que es: estrategias para escandalizar, polarizar y distraer de lo que realmente es importante.
Yo no sé si lo que pasó en las redes de Kanye West los últimos días fue un brote psicótico más, o ya de plano una manifestación de la impunidad percibida por la gente de derecha para agredir a minorías y grupos específicos de personas. Lo que sí sé es que mientras que los supuestos liberales seguimos cancelando a gente como Karla Sofia Gascón por sus tuits, dándonos un balazo en el pie de lo que queda de nuestras históricas “buenas intenciones”, quienes sí están en posiciones de crear un mundo realmente peligroso están siendo aplaudidos por su racismo, antisemitismo, homofobia y misoginia.
No quería hablar ya de lo que hacen estos personajes para no caer en su juego. Pero el silencio también habla por sí mismo; normalizar el hecho de que sean aceptadas y hasta celebradas las más deleznables declaraciones nos hace cómplices de esa normalización. El día que dejemos de preocuparnos por discursos reaccionarios, racistas (Trump vs. Meghan Markle) entonces será el día que no podamos parar acciones violentas similares.
¿El problema? Estar respondiendo a todo ello también lo normaliza como entretenimiento para millones; posiblemente, ahora sí, en cortinas de humo para acciones que verdaderamente podrían destruir incluso la idea de la justicia y la paz y de la seguridad de todos a nivel mundial.
Esto es una balanza muy complicada de sostener, ¿no creen?