El pasado 2 de marzo sucedió nuevamente la entrega de los premios al cine que otorga la Academia (estadounidense) de las Artes y Ciencias Cinematográficas, “The Oscars”. Este evento, que tiene lugar cada año, se ha vuelto con el paso del tiempo un referente para muchas cinéfilas y cinéfilos de todo el planeta, y hay quienes incluso tienen como regla de oro luego de la ceremonia ver las películas ganadoras y emitir su propio juicio de opinión.
La triunfadora de la noche y que para muchos por fortuna ganó (ante las 13 nominaciones de Emilia Pérez) fue Anora, dirigida por Sean Baker, quien también se llevó la estatuilla a mejor director, guion original y editor, junto a la protagonista, Mikey Madison, a mejor actriz. Para quien aún no ha visto estos dos filmes, aquí van dos breves sinopsis (advierto que a continuación habrá spoliers).
Emilia Pérez, dirigida por el francés Jacques Audiard, narra la vida de Rita, una abogada mexicana en ciernes (Zoé Saldaña) quien es contactada por El Manitas del Monte (sí, así se llama), un gran narcotraficante mexicano (interpretado por la española Karla Sofía Gascón) cuyo máximo deseo es hacerse una operación de cambio de sexo para poder ser mujer.
Rita, en sus ganas de tener éxito y dinero, acepta el reto y ayuda al Manitas a pasar por muerto y salirse del mundo del narcotráfico. Sin embargo, años después, Emilia, (antes El Manitas), busca de nuevo a la abogada para que le ayude a reconectar con su exmujer Jessi (Selena Gómez, que supuestamente también es mexicana) e hijos, haciéndose pasar por una pariente del Manitas. Jessi enfurecida porque Emilia comienza a dirigir sus vidas (especialmente la fortuna que le había dejado su difunto esposo Manitas) decide junto con su amante (el gran enemigo del Manitas) secuestrarla. A todo esto, la operación resultó tan bien que ni la exmujer puede reconocer en Emilia a la persona con la que vivió por años y con quien procreó hijos… pero esto no es lo más sorprendente, lo realmente inverosímil -que ya es decir a este punto de la película- es que Emilia aparentemente con la operación no sólo cambió físicamente, sino también mentalmente y en conducta, al grado en que se convierte una activista social, una figura pública, que se dedica a denunciar la negligencia de las autoridades y a descubrir fosas de desaparecidos por el narco y sorprendentemente en un punto de la película le pregunta a Rita “¿cuántos muertos y desaparecidos hay?”, es como si de pronto Emilia no supiera lo que El Manitas hizo junto con los cárteles de narcotráfico en México por años.
Anora, por otra parte, narra la vida de Any, una “escort-bailarina erótica” en USA que conoce a un joven millonario ruso quien la contrata por horas, días y luego le propone matrimonio en un acto de rebeldía ante sus padres, que al enterarse de esto viajan inmediatamente desde Rusia a Estados Unidos para anular el matrimonio y llevarse al chico de 21 años (que se comporta como de 14) de vuelta a casa, y como castigo por su acto de desacato, quieren llevarlo a trabajar en las empresas familiares, dejando a Anora como al inicio de la película, pobre y sin más oportunidades de vida que las que ya conoce… y unos cuantos miles de dólares en compensación.
Sin que la segunda sea “la gran película”, tiene momentos muy interesantes y sobre todo un cuestionamiento social sobre las clases en el poder y las trabajadoras, en el que se podría ahondar mucho más. En cambio, en la opinión de quien escribe esta líneas, EmiliaPérez no solo es inverosímil a grados de telenovela barata, sino que es incluso una falta de respeto hacia las otredades no estadounidenses, a México, a Latinoamérica, y nuestros conflictos sociales-políticos, al hacer de ellos simplemente telón de fondo, “decoración” en su película “de arte”, pues en palabras de Saldaña (quien gano el galardón a mejor actriz de reparto), México no es el corazón de la película, y esta pudo ser filmada en cualquier otro lugar sin hacer gran diferencia. Al tratar de hacer que gente que no habla español lo mal hable (Selena Gómez), ya no hablemos del acento mexicano, que ninguna de las actrices principales se esforzó siquiera por emular y al limitar la imagen de México a narcotráfico, calles feas y Polanco (parece que es lo único que el director vio en su “investigación del tema”).
Es interesante cómo en entrevistas posteriores, y no, no me refiero a lo que dijo Karla Sofía Gascón, el director haya dicho que la película se filmó enteramente en Francia y no en México, y que el idioma español es, cito textual, “un lenguaje de países modestos, de países en desarrollo, de pobres y migrantes”.
La pregunta entonces que dejo aquí es si realmente los premios Oscar deberían seguir siendo nuestro referente, y si no más bien, los y las cinéfilas deberíamos voltear a ver lo que se premia en otras latitudes, como en Guadalajara, Morelia, San Sebastián, La Habana, Cartagena, etcétera.
En lugar de estos festivales de países que nos ven menos y a los que les parecen dignos de premios y nominaciones absurdos como Emilia Pérez… lo dejo a su criterio estimado lector.
Omar García Macías