En tiempos de recortes presupuestales, la cultura y la creatividad suelen ser las primeras áreas afectadas. En México, tanto a nivel nacional como en estados como Nuevo León, la disminución de recursos destinados a la cultura ha generado preocupaciones en el sector. El Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) para 2025 propone una asignación de 12 mil 081 millones de pesos para el Ramo 48, correspondiente a Cultura, lo que representa una reducción del 30 por ciento en comparación con el Presupuesto de 2024. A nivel estatal, aunque no se dispone de cifras exactas para Nuevo León en este momento, es evidente que los recortes federales repercuten en las entidades federativas, limitando aún más las oportunidades para el desarrollo cultural local.
Ante este panorama es crucial reconocer que invertir en cultura no es un gasto superfluo, sino una estrategia clave para el desarrollo social y económico de un país, pues la cultura no solo preserva la identidad de una sociedad, sino que también impulsa la economía. De acuerdo con el Inegi, en 2022 las industrias culturales y creativas aportaron cerca del 3.2 por ciento del PIB nacional, generando empleo y dinamizando sectores como el turismo y la educación. En un contexto de recortes, dejar de invertir en cultura significa frenar este potencial.
Nuevo León es un caso ilustrativo. La reducción de recursos destinados a la Secretaría de Cultura estatal ha impactado programas de formación artística, apoyo a creadores y espacios culturales. Esto no solo afecta a artistas y gestores, sino también a la ciudadanía que se beneficia de estos proyectos.
No obstante, ante la falta de financiamiento público, han surgido iniciativas de gestión cultural autosostenibles que demuestran la viabilidad del sector. En caso particular de Monterrey está el trabajo realizado por Caminando en mi Barrio, colectivo que tuvo como objetivo la regeneración de espacios públicos a través de la intervención artística con mosaicos, y gracias a la organización de sus integrantes en colaboración con la comunidad lograron regenerar, sin recursos públicos, barrios como el Nejayote y la María Luisa. Y hoy en día, sus ex integrantes siguen haciendo esta labor en comunidades como lo alto de la colonia Independencia y el municipio de Mier y Noriega.
Asimismo, está el trabajo del colectivo Fotógrafas de México, quienes en poco tiempo y de forma autogestiva han logrado visibilizar el sentir de las mujeres a través de actividades como exposiciones fotográficas colectivas, charlas, talleres, entre otras.
Estas experiencias demuestran que, más allá del apoyo estatal, la autogestión y la colaboración comunitaria pueden mantener viva la actividad cultural y fortalecer el tejido social, pues no debemos olvidar que uno de los mayores impactos positivos de los proyectos culturales es su capacidad para reducir la violencia y fortalecer el tejido social. Estudios han demostrado que la participación en actividades artísticas y culturales disminuye los índices de delincuencia al ofrecer alternativas de desarrollo personal y profesional a jóvenes en situación de vulnerabilidad.
Referente obligado es la ciudad Medellín, Colombia, donde programas culturales han jugado un papel crucial en la transformación social y la reducción de la violencia. En México, iniciativas como las orquestas comunitarias, talleres de teatro y proyectos de arte urbano han demostrado ser herramientas efectivas para generar espacios de paz y convivencia. La cultura no solo brinda oportunidades económicas, sino que también fortalece valores de respeto, identidad y pertenencia.
Por otra parte, más allá de los beneficios económicos, la cultura tiene un papel fundamental en la construcción de identidad y cohesión social. Cada región de México posee una riqueza patrimonial invaluable que debe ser preservada y promovida. La falta de inversión en este ámbito pone en riesgo la conservación de tradiciones, la transmisión de conocimientos ancestrales y la memoria colectiva de comunidades enteras.
Ejemplo de ello es El Día del Patrimonio de Nuevo León, que representa una oportunidad para sensibilizar a la ciudadanía y a los tomadores de decisiones sobre la importancia de la cultura. Este tipo de eventos permiten revalorizar el patrimonio local y fomentar la participación comunitaria en su resguardo.
Invertir en cultura no es un lujo, sino una necesidad. En un contexto de crisis, el sector cultural ofrece alternativas de desarrollo económico, cohesión social y fortalecimiento identitario. Es crucial replantear la política de financiamiento cultural en México y en los estados como Nuevo León para garantizar que la cultura y la creatividad sigan siendo pilares del bienestar y el crecimiento del país.
El reto es grande, pero también lo es la capacidad de innovación y resiliencia del sector. Desde la academia y la gestoría cultural, es fundamental desarrollar estrategias de colaboración interdisciplinaria, impulsar investigaciones que evidencien el impacto positivo de la cultura y fomentar redes de trabajo que permitan optimizar los escasos recursos disponibles. La formación de gestores culturales con enfoques autosustentables y la vinculación con comunidades y empresas pueden ser claves para la sostenibilidad de proyectos culturales. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a reconocer el valor estratégico de la cultura y a darle el lugar que merece en las políticas públicas?
Isabel C. Sánchez Rodríguez
El Colegio de la Frontera Norte - Unidad Monterrey / doctorante del Doctorado en Gestión de la Cultura, Universidad de Guadalajara.
*Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien escribe. No representa un posicionamiento de El Colegio de la Frontera Norte