Estamos cerca de la mitad de la segunda década del siglo XXI. En más de 200 países que conforman el planeta, la mitad de su sociedad evoluciona, da pasos significativos en su culturización y educación, reflejado en su estatus político y económico, al grado de diferenciar las prioridades, desde las garantías individuales hasta las colectivas.
Tenemos de ejemplo a Islandia, Finlandia, Suecia, Suiza o Dinamarca, como también otras en un desarrollo tan significativo, caso la República de Corea o Australia.
Cada una pone como prioridad una buena calidad de vida, contar con servicios básicos disponibles, el acceso a la salud digna y oportunidades de crecimiento personal y grupal.
Muchos intelectuales desean ver así a México. Sin temor a equivocarme, todos en este país plantean lo mismo, alcanzar esos niveles de prosperidad (aunque ojo, los gobiernos antes mencionados no son perfectos).
Se ha convertido en un debate de gente de todos los frentes: derecha o izquierda, chairos o fifís, hasta aquellos sin partido o ideología, pero con argumentos suficientes para proponer.
Por desgracia y lo vemos en los últimos días, el pueblo afronta dos tipos de gente.
Las pruebas están en la manera de expresarse, por ejemplo, con lo sucedido la semana pasada en la repartición de los espacios para las diputaciones federales plurinominales, las reacciones de beneficiados, como el berrinche y reacciones de los adversarios.
Esto sucede más por una confrontación de partidos, corrientes o intereses económicos, en lugar de una manifestación clara de los ciudadanos.
El otro caso pasa por el interés de muchos de nuestros amigos, familia y cercanos por lo acontecido en un programa de televisión y las “grandes aportaciones” de sus protagonistas.
La conversación gira en la vida de los habitantes de La Casa de los Famosos, el chisme y el consumo de un producto barato.
Irónico, la audiencia multiplica y por mucho la convocatoria de la ex candidata presidencial Xóchitl Gálvez en las firmas para denunciar la sobrerrepresentación de Morena en el Congreso de la Unión, llamado por ella como “agandalle”.
Así está la agenda de los 140 millones de mexicanos, entre una realidad muy politizada y la frivolidad de un reality show. Es lo que hay.