El votante Obradorista tiene una fascinación clínica por declararse ganador. Por burlarse de Xóchitl, ponerle apodos, atribuirle características deleznables y gritar a los mil vientos que “el PRIAN” perderá la elección.
En efecto, todo parece indicar que Xóchitl perderá. Por ello, es tiempo de que el votante Obradorista deje a un lado conversaciones infantiles y transite a discutir cómo corregir los errores que se han cometido hasta ahora.
Considero que tres han sido las principales fallas del sexenio:
Primero, la premura. Las prisas por cambiar lo que se considera errado sin planear lo que va a substituirlo creó las más grandes crisis del sexenio.
La salud es un ejemplo. Se tenía mucha prisa por suprimir la privatización de la salud pública que venía sucediendo silenciosa con el Seguro Popular, controlar la corrupción que sucedía dentro del programa y reducir los abusos que un puñado de proveedores con poder de mercado ejercían sin recato.
Lo que no se tenía era un plan para saber qué substituiría al Seguro Popular. Así, la pandemia nos golpeó al tiempo en que el sistema de salud se estaba desmantelando. La confusión en compra de medicinas, atribuciones y uso de los recursos hizo que, de 2018 a 2022, millones de personas reportaran haber perdido acceso a la salud. Las farmacias privadas se volvieron el doctor al que acude una cuarta parte de la población cuando se enferma.
Segundo, la tacañería. El error ha consistido en reducir los gastos del gobierno a tal grado que se ha impedido la capacidad del gobierno por operar.
La militarización es un ejemplo. A los militares se les ha contratado como administradores, constructores y ejecutores de todo tipo de actividad pública sobre todo porque son más baratos que la iniciativa privada. Esto ha llevado al gobierno a depender de una institución poco transparente y potencialmente traicionera como puede ser el ejército. Una mejor política habría sido utilizar instituciones civiles y construir capacidad dentro de ellas.
La tacañería también ha dado vida a un gobierno que prefiere dar dinero a otorgar servicios. El gobierno asumió que no sería posible controlar la corrupción y el despilfarro en el otorgamiento de servicios y por ello prefirió simplemente dar dinero. El problema es que solo dar dinero es insuficiente para atender necesidades públicas que requieren oferta y escala.
Tercero, la visión de túnel. El error ha consistido en mantener decisiones erradas por ego u obstinación.
La política de seguridad es un ejemplo. Se apostó a atender las causas de la violencia mediante empleo juvenil, reducir las violaciones de derechos humanos demandando la moderación del ejército, crear una Guardia Nacional que ordenara el uso de la fuerza, y diseñar mecanismos para atender a las familias de los desaparecidos.
Sin embargo, la apuesta salió a medias. Los homicidios se redujeron y la percepción de seguridad mejoró, pero el crimen no cedió, solo cambió de forma. Los criminales tomaron control de zonas rurales, abrieron negocios de extorsión y cobro de piso, y tal parece que ahora, incluso, han incursionado en el terrorífico acto de desaparecer a quien asesinan. Fue la visión de túnel, la terquedad, lo que impidió que se cambiara el modelo de seguridad para atender lo que no salió bien.
Lo mismo sucedió con la política de cultura y ciencia. Se apostó por eliminar los privilegios que unas cuantas personas o empresas habían gozado con el sistema anterior. Con visión de túnel se implementó una política nueva que no buscó retroalimentación o apoyo de los propios artistas o científicos. El resultado es una confrontación con miles de personas que anteriormente favorecían a un gobierno de izquierda.
Hay más errores, por supuesto. El temor a decirle la verdad al Presidente. La preferencia del presidente por ser engañado. El rechazo militante a la crítica aun si ésta es sincera. El error de contratar activistas para actividades que requerían estadistas. El derrotismo que ha impedido hacer cambios fiscales o enfrentarse a los poderes fácticos de manera más profunda. Y más.
Es por todo lo anterior que la discusión entre votantes no puede seguir centrada en cómo perderá Xóchitl. Lo importante es discutir cómo gobernará Morena si gana. La autocrítica y no la autocelebración deben ser el ingrediente principal de las discusiones dentro de la izquierda. No se confundan.