Dentro de Morena hay dos cosas sucediendo simultáneamente.
Por un lado, la mayoría celebra la reforma judicial como una conquista del obradorismo. Un plan extraordinario y revolucionario que debe implementarse en honor al apoyo que el pueblo mostró a él en las urnas.
Por el otro lado, en privado y en corto, incluso los más vocales defensores de la reforma aceptan que ésta tiene severas deficiencias y muestran reticencia a que sea implementada tal y cual fue escrita. Todos le echan la culpa a alguien más por haberla diseñado o recurren al ambiguo “así lo quiere el Presidente”.
Me parece que esto se explica porque Morena se encuentra atrapada en una trampa que ella misma creó: una reforma judicial que se ha politizado con tal fuerza entre sus bases que devorará al propio Morena.
Esto sucede en Morena con frecuencia. Al ser un movimiento carismático de organización territorial, Morena tiene mecanismos potentísimos para sembrar ideas entre sus simpatizantes. La siembra comienza identificando un problema (e.g. la impunidad) y asociando su solución con una propuesta ambigua (i.e. reformar el Poder Judicial). Entre más real sea el problema, más rápido crece el apoyo a dicha propuesta. Así, muy rápidamente la propuesta ambigua adquiere un amplio apoyo popular aunque nadie sepa, bien a bien, de qué se trata. Y cuando digo nadie, me refiero incluso a los líderes del partido.
Eventualmente, llega el momento de que los líderes del partido aterricen la propuesta ambigua en una reforma concreta. Al hacerlo, sobre todo si se hace sin suficientes recursos técnicos, ésta puede convertirse en una reforma-monstruo. El dilema es que la reforma-monstruo nace con tanto apoyo popular que nadie se atreve a combatirla. De hecho, se vuelve un tabú criticarla porque quien lo haga será visto como un obstáculo para la resolución del problema originalmente identificado.
Así, Morena queda atrapada defendiendo una reforma-monstruo porque su base está convencida de que es la solución a un problema grave.
Pareciera que salir de este problema es fácil: Morena podría proponer otra reforma en vez de la reforma-monstruo. Sin embargo, rara vez lo hace porque, como toda reforma, la reforma-monstruo crea ganadores y perdedores. Los ganadores de la reforma-monstruo suelen empoderarse con rapidez al estar rodeados de una base morenista que apoya fervientemente la reforma.
El que Morena cree políticas ineficaces y luego quede atrapada en defenderlas nunca había sido un problema porque Morena no tenía el poder que tiene ahora. Esto era, en cierta forma, un salvavidas para el propio partido. Morena podía politizar a sus bases con base en ideas ambiguas, diseñar reformas-monstruo y dormir tranquila sabiendo que nunca se implementarían. Luego, mejor aún, podía echarle la culpa a la oposición de que la reforma-monstruo no se hubiera aplicado.
Ahora no hay excusas. Morena tiene que dejar de operar como si fuera un partido opositor que puede politizar soluciones ambiguas y plantear reformas ineficaces sabiendo que no pasará nada. Ahora, si politizan una idea, tendrán que aplicarla. Y si la idea no solo no da soluciones, sino que crea problemas nuevos, quien incurrirá en el enorme costo político será Morena. Ya no hay excusas.