Hoy Trump tomará posesión como el cuarenta séptimo presidente de los Estados Unidos. La ceremonia promete ser un acto de teatralidad desbordada. Con la Rotonda del Capitolio abarrotada, Trump ha anunciado que su toma de posesión “reflejará su histórico retorno a la Casa Blanca”. No espere menos.
Además del clásico juramento, biblia en mano, en donde Trump se comprometerá a defender la Constitución de su país, el acto que más llamará la atención será el que suceda unos minutos después cuando Trump, ya en calidad de presidente, firme una serie de órdenes ejecutivas ante millones de personas de todo el mundo observando en tiempo real. Se espera que varias de ellas atañan directa o indirectamente a México.
Trump nos estará hablando a nosotros.
El sentimiento en México será de zozobra. Ya lo es. Llevamos semanas, sino meses, creándonos teorías y tronándonos los dedos. Crear hojas de ruta para saber qué hacer cuando Trump tome medidas extremas contra nosotros es el nuevo deporte nacional.
Difiero con quien dice que es tiempo de ser obedientes. Y que México debe tomar cabizbajo los golpes que vendrán del trumpismo y clamar por piedad. No es tiempo de achicarse. Trump tiene una fascinación por hacer leña del árbol caído y un respeto casi religioso a los líderes fuertes. México debe mostrar su fortaleza y de ser necesario, por medio de actos concretos, hacer evidente que la estabilidad migratoria de Estados Unidos depende de la buena relación bilateral.
La confianza en la existencia de ventajas fundamentales de mantener la relación bilateral y no el pánico deben guiar nuestras decisiones. No hay duda de que México recibirá golpes mediáticos y que Trump nos afectará en el corto plazo. Sin embargo, las políticas que afecten a nuestro país no podrán mantenerse por mucho tiempo porque la economía de Estados Unidos está muy integrada a la nuestra. Para Estados Unidos, golpearnos es golpearse a sí mismo.
Es también importante dosificar nuestras reacciones. El trumpismo está aquí para quedarse y si México cede de inmediato a todo lo que el presidente quiere, no tendrá más que ofrecer en el futuro. Una estrategia de dosificación es clave.
Es tiempo de desarrollar un plan B en materia económica y laboral. Si Estados Unidos de verdad cierra las puertas a su mercado, México no puede sentarse a esperar a que el gigante cambie de opinión. Debemos voltear a otro lado: solidificar las relaciones sur-sur y crecer el mercado interno. No debe quedar fuera de la mesa el realizar acuerdos de visas temporales de trabajo con países como los Emiratos Árabes.
Hoy México despierta frío. Estamos en el paradón. Se nos acusa de crímenes innombrables. Trump nos acusa de haber permitido la operación impune de los cárteles de la droga, el flujo incontrolado de millones de indocumentados y peor aun, de llevar décadas “robándole” empleos manufactureros por medio del tratado de libre comercio.
Ninguna de estas absurdas simplificaciones es cierta, pero la realidad escapa a la política estos días. A ojos de los trumpistas somos culpables sin juicio. México ha derruido a la clase media americana, la ha vuelto adicta a las drogas y le ha cambiado su composición étnica. Pocas cosas podrían ser peores, pero México debe saberse listo. Somos mucha pieza y Estados Unidos nos necesita en el gran ajedrez global.
Lo contenido en este texto es publicado por su autora en su carácter exclusivo como profesionista independiente y no refleja las opiniones, políticas o posiciones de otros cargos que desempeña.