El narcotraficante que perdió 1.5 toneladas de fentanilo en el operativo del 3 de diciembre tiene dos fechas de nacimiento: la primera está datada el 9 de junio de 1982, cuando sus padres Fausto Isidro Mesa Angulo y Angelina Flores Apodaca lo registraron en Guasave, Sinaloa, como Fausto Isidro Meza Flores.
Y la segunda está registrada el 17 de enero de 2013, cuando el Departamento del Tesoro de Estados Unidos lo presentó al mundo como uno de los criminales más buscados con el alias El Chapo Isidro.
Tiene sólo 42 años, pero parece tener más vidas que una multitud. Lleva siete años con una recompensa de 5 millones de dólares ondulando sobre su cabeza y acumula, al menos, dos décadas como objetivo de numerosos operativos militares, los cuales han producido varios informes sobre su vida y obra criminal que han sido redactados en dependencias federales encargadas de seguridad y a los que MILENIO tuvo acceso.
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El Chapo Isidro salió de las sombras
A pesar de su largo currículum negro, millones de mexicanos no ubican su rostro, nunca habían escuchado su nombre o su apodo… hasta ahora, cuando el gobierno federal presume el decomiso más grande de drogas sintéticas en la historia del país.
Su existencia saltó tímidamente a los medios nacionales de comunicación un año después de que el gobierno de Estados Unidos anunciara que deseaba su extradición, el 10 de julio de 2014, cuando Meza Flores hizo historia como el criminal que, hasta entonces, aguantó por más tiempo —y libró— un enfrentamiento directo con elementos de la Secretaría de Marina (Semar).
Los cronistas locales registraron que ese casi desconocido batalló por dos días y dos noches contra los marinos en Guasave y Sinaloa de Leyva, en la zona serrana, donde se extienden sus cultivos de mariguana y amapola.
Por 48 horas, gastó balas como si fueran infinitas para repeler a sus perseguidores y la calma volvió a la región hasta que decidió entregar a su jefe de guardaespaldas, Miguel Ángel Pacheco Samaniego, a cambio de que las Fuerzas Armadas le dejaran volver a su escondite para recuperar las horas de sueño perdido.
Entonces, se supo fuera de Sinaloa que Meza Flores, a pesar de su edad, tenía un gran historial delictivo: que había empezado en el crimen organizado como pistolero de Amado Carrillo Fuentes, líder del Cártel de Juárez, pero tras su muerte, en 1997, buscó refugio con otros conocidos de El Señor de los Cielos y se acercó a Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo.
Con él trabajó en Ciudad Obregón, Sonora, la puerta de entrada a Hermosillo y al desierto por donde pasan migrantes, drogas y armas que van hacia Tucson, Arizona.
Y que cuando El Mochomo fue detenido en 2008 —y sus hermanos Arturo, Carlos y Héctor acusaron que había sido traicionado por El Chapo Guzmán y El Mayo Zambada— Meza Flores se les unió y declaró la guerra a la dupla que fundó el Cártel de Sinaloa, pero que sintió un especial odio por Joaquín Guzmán Loera, a quien alguna vez admiró tanto que presumía que sus apodos se parecían.
Los aliados del Cártel de Guasave
Pensando en cómo combatir a sus nuevos enemigos, Meza Flores hizo una alianza con la agrupación criminal conocida como Los Mazatlecos.
Luego, creó otra más, llamada Los Tortilleros, a cargo de Samuel Lizárraga Ontiveros. Y después una más, Los H, cuyo principal líder, Juan Francisco Patrón Sánchez, El H-2 presuntamente sobornó al general retirado Salvador Cienfuegos para que la Secretaría de la Defensa Nacional (Defensa) en tiempos del presidente Enrique Peña Nieto diera protección marcial a todas las escisiones de los Beltrán Leyva.
Hasta que un día sin fecha exacta en el calendario, El Chapo Isidro oficializó un sueño largamente esperado: se hartó de vivir bajo la sombra de los cuatro hermanos y decidió un movimiento para dejar de ser “un líder de los extintos Beltrán Leyva”, así que reagrupó a su gente bajo un mismo membrete que ya había ensayado para dar la impresión a sus enemigos de que podía competir con las empresas criminales de talla mundial.
De tal manera relanzó al Cártel de Guasave que se asentó primero en el norte de Sinaloa y luego buscaría el resto de las ciudades costeras hasta conquistar el Pacífico mexicano y sus rutas narcóticas hacia Asia y Oceanía.
Se trata de un cártel renovado tras la traición de Joaquín Guzmán López contra Ismael El Mayo Zambada y que busca aprovecharse de la guerra entre Los Chapitos, La Mayiza y el Cártel de El Guano —el brazo armado de Aureliano Guzmán Loera, hermano de El Chapo— para afianzarse como el improbable ganador de la guerra en Sinaloa. La ganancia del pescador frente al río revuelto.
Sin embargo, Meza Flores y su Cártel de Guasave ha vuelto a hacer historia, pero por todas las razones que no hubiera querido: ser el único capo y agrupación en la historia de México, y del mundo, que han perdido un cargamento de fentanilo de 20 millones de dosis con un valor callejero de, al menos, 400 millones de dólares.
En otras palabras: es el primer narcotraficante en recibir en su estructura un golpe que duele y vale 8 mil millones de pesos mexicanos, una suma de dinero que alcanzaría para comprar 80 mansiones en Lomas de Chapultepec, similares a la propiedad que poseía el empresario chino Zhenli Ye Gon.
Un matrimonio con la familia Inzunza
Meza Flores aprendió muy joven lo que los viejos capos sabían de sobra: en la sierra, los matrimonios no sólo son promesas de amor, sino sociedades para hacer negocios con la familia política. No te casas con alguien, te casas con su casta y las habilidades que tienen de hacer negocios o, en su caso, la capacidad para formar un nuevo cártel.
Los documentos oficiales sobre la vida del El Chapo Isidro cuentan que aprovechó que su familia era conocida en el hampa local gracias a su tío y mentor criminal, Agustín Flores Apodaca, y se acercó a una mujer de alcurnia criminal para cortejarla y convertirla en su esposa: Araceli Chan Inzunza, cuya familia materna también tenía un largo historial criminal en Sinaloa.
Los Inzunza solían prestar sus numerosas propiedades en la sierra sinaloense y duranguense a El Chapo y a El Mayo para que huyeran y se refugiaran de los operativos militares. Se volvió tan común que ambos capos y sus familias usaran sus casas como escondite y que agradecieran la hospitalidad de las cocineras y vigilantes, que surgió un chiste al respecto: a esos ranchos de difícil acceso se les llamaba, en código, “Las posadas Inzunza”.
Gracias a esos favores, los Inzunza crecieron en el crimen organizado local. Su fachada de ricos ganaderos era perfecta para ocultar que su riqueza provenía del narcotráfico, pero cuando tuvieron que decidir entre El Chapo y El Mayo o los Beltrán Leyva se decidieron, al igual que El Chapo Isidro, por los cuatro hermanos.
A cambio, los Inzunza ganaron espacios de poder en Sinaloa, Sonora y Durango. Uno de los mayores beneficiados fue Pedro Inzunza Noriega, alias El Sagitario, nacido en 24 de noviembre de 1962, quien a cambio de ubicarse en el “lado correcto del crimen” recibió importantes cargamentos de metanfetaminas, que eran los primeros ensayos de Arturo Beltrán Leyva con el envío de drogas de diseño hacia Estados Unidos.
Una vez que Pedro Inzunza perfeccionó el envío de drogas sintéticas, su hijo, Pedro Inzunza Coronel, El Pájaro, se inclinó por el fentanilo en mancuerna con El Chapo Isidro.
Los dos, agrupados como Cártel de Guasave, han mandado toneladas de ese poderoso opioide desde Los Mochis y Ahome, Sinaloa –sus bastiones– hasta Estados Unidos y Canadá. Su método preferido son las rutas aéreas, sus ciudades favoritas para planear son California, Arizona y Nuevo México. Su “cocinero” predilecto, Adrián Cebrero Pereyra, adoptó la identificación del grupo con las aves y se hizo llamar El Gallero.
Coronel, Inzunza, Meza Flores, todos apellidos con su propio peso en ese rincón del mundo que manejan como si fuera suyo. Con una reputación casi intocada hasta que el gobierno federal les quitó 1.5 toneladas de fentanilo.
Un consejo a los enemigos
“Cuando tu enemigo se esté equivocando, nunca lo interrumpas”, cuentan que alguna vez dijo Napoleón, el genio militar que llegó a ser emperador de Francia. La frase, muy probablemente inexacta, es repetida por una fuente que elaboró para las dependencias federales la historia de cómo un matrimonio construyó el Cártel de Guasave.
“Eso es lo que ha hecho El Chapo Isidro, un tipo listo y estratégico”, asegura en un correo electrónico que desaparecerá cuando se publique este texto. Él mira cómo Los Chapitos y la gente de El Mayo se están equivocando destruyendo a Culiacán y otras ciudades con la guerra y él se limita a observar. Y quiere hacer su entrada triunfal cuando ambos bandos estén muy desgastados por el conflicto”.
Esa es su esperanza: ser la tercera vía del Cártel de Sinaloa. El improbable ganador de las disputas de los hijos de El Chapo con el compadre de este. Aprovechar que las dos escisiones en conflicto han generado tanto dolor y quebranto financiero al estado que un día no tengan más base social ni apoyo institucional y dejen tirada la corona para que él y su gente simplemente lleguen a recogerla.
Fuera del megadecomiso del 3 de diciembre, habían pasado casi desapercibidos. Sin embargo, son una fuerza considerable: el norte de Sinaloa, donde hay una enorme riqueza de empresas legales e ilegales, son el territorio donde se mueven con amplitud. Y desde ahí, a lo lejos, ven cómo sus enemigos están distraídos golpeándose entre ellos.
Los informes del gabinete de seguridad de la administración federal pasada los pintan como un grupo al que no hay que subestimar: tienen miles de millones de dólares a su disposición, la experiencia de los viejos capos y la sagacidad para evitar arrestos que hagan daño a la estructura. Dinero, veteranía y agilidad. Una triple amenaza para la seguridad.
Mientras tanto, advierte la fuente, no hay que confiarse: el Cártel de Guasave puede darse el lujo de perder 1.5 toneladas de fentanilo. Es un golpe duro, pero no mortal para El otro Chapo de Sinaloa. El que sigue libre, armado y peligroso.
RM