La comunidad de San Bartolo de Berrios, en San Felipe vive días de luto, dolor y consternación. Las víctimas de la masacre ocurrida la madrugada de este lunes son jóvenes entre los 17 y 24 años de edad, incluso dos de ellos eran hermanos e hijos del delegado de la comunidad Alfonso Tapia.
Se trata de César de 17 años, estudiante de preparatoria y Ángel Gerardo, su hermano mayor, trabajador de la construcción en San Luis Potosí.
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En total las siete víctimas fueron identificadas como: César Emmanuel de 17 años y su hermano Ángel Gerardo Tapia de la Rosa de 19 años; además de Mariano de la Rosa Corona y Ángel Rodríguez Piñón, ambos de 18 años; Braulio Ignacio Ortiz Pérez de 19 años y Ángel Luis Corona Mancilla de 24 años.
A ellos se suma Miguel Ríos Juárez, de 25 años, quien era un integrante visible y querido de la comunidad LGBTQ+ en San Felipe.
Todos ellos eran conocidos en la comunidad, estudiaban, trabajaban, ayudaban en la parroquia o colaboraban en actividades locales.
Madres, amigos y vecinos abrazando fotografías, otros con globos blancos y otros más exigiendo justicia esperaron por horas el arribo de los siete cuerpos.
Fue alrededor de las cinco y media de la tarde cuando por fin llegaron, regresaron a su tierra. La comunidad entera se volcó a las calles para recibirlos.
Los féretros llegaron en vehículos funerarios que formaban una caravana silenciosa y solemne, escoltados por el dolor colectivo de un pueblo que apenas puede mantenerse en pie.
El sacerdote de la parroquia de San Bartolo aguardaba su llegada. Uno a uno, fue bendiciendo los ataúdes mientras descendían de los vehículos. Los rezos apenas se escuchaban entre los sollozos, los lamentos y las oraciones.
Hubo flores, cantos religiosos, y un cielo que estalló en luces: fuegos artificiales acompañaron la despedida, en un gesto de amor, tributo y resistencia.
La pirotecnia iluminó por unos instantes la tristeza de San Bartolo, mientras vecinos, amigos y familiares no dejaban de llorar.
El silencio del campo se rompía por los nombres gritados con rabia y dolor, por los abrazos entre desconocidos unidos por la tragedia, por el susurro constante de “no merecían esto”.
Esa tarde del martes, San Bartolo no solo despidió a siete jóvenes, también despidió parte de su esperanza. Será hasta este miércoles que reciban una misa de cuerpo presente y después les den el último adiós en el panteón municipal.