En el gran tapiz de la historia, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) se destaca como un sello distintivo de la cooperación en una región caracterizada por la diversidad y la complejidad. Surgiendo del crisol de desafíos de seguridad a finales del siglo XX, esta organización intergubernamental ha seguido su curso a través de un panorama mundial en evolución.
Desde su creación en 2001, la OCS se ha convertido en una fuerza fundamental para mantener la estabilidad, la seguridad y la prosperidad compartida de Eurasia y más allá. Su éxito, así como su potencial para un desarrollo regional y mundial aún mayor, depende de dos principios fundamentales: unidad y coordinación.
La diversidad caracteriza a los estados miembros de la OCS, ya que tienen culturas, sistemas políticos y estructuras económicas distintas. A lo largo de sus 22 años de trayectoria, el compromiso con la unidad ha fortalecido la solidaridad de la organización.
Esta unidad no es un concepto teórico, sino una fuerza práctica y dinámica. Ha empoderado a la OCS abordar hábilmente los desafíos regionales, desde el terrorismo hasta el extremismo y el separatismo, y se ha convertido en el pilar de una cooperación económica y comercial, un aspecto crucial de la misión de la OCS.
Y ahora, a medida que los cambios y transformaciones sin precedentes del mundo se están desarrollando como nunca antes, se ha vuelto más imperativo para la OCS mantener la unidad y la coordinación, a fin de inyectar certidumbre y energía positiva en los ámbitos de la paz, la estabilidad y el desarrollo regionales y mundiales.
Con este fin, la OCS debe, en primer lugar, defender el Espíritu de Shanghái y reforzar los lazos de solidaridad y confianza mutua. Es a través del diálogo constante y canales de comunicación abiertos que se nutre la confianza mutua. La unidad florece cuando las naciones comparten una visión común, defienden sus responsabilidades e intereses colectivos sin dejar de ser resistentes a las distracciones externas. Solo a través de esta dedicación unificada puede la OCS mantener su solidaridad y fortaleza.
En segundo lugar, la OCS debe asumir la responsabilidad compartida de salvaguardar la paz y la seguridad regionales. La organización da un ejemplo de cooperación regional responsable mediante al promover iniciativas mundiales de seguridad y la defensa de soluciones políticas a conflictos internacionales y regionales. La solidaridad contra el terrorismo, el extremismo y los delitos transnacionales desempeña un papel crucial en el fortalecimiento de la estabilidad regional y la promoción de la unidad.
En tercer lugar, la organización debe seguir promoviendo la cooperación práctica, que abarque el desarrollo económico, el comercio y la inversión. Es esencial acelerar la recuperación económica resistiendo el proteccionismo y abogando por la liberalización del comercio y la inversión. Alinear estas iniciativas con las estrategias de desarrollo de los países miembros y las iniciativas de cooperación regional fomenta un propósito unificado.
En cuarto lugar, la organización debe centrarse en fortalecer los intercambios y el aprendizaje mutuo mediante el avance activo de los intercambios en ámbitos como la educación, la ciencia, la cultura y los medios de comunicación, entre otros. El establecimiento de mecanismos que respalden a organizaciones no oficiales, como el Comité de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación de la OCS, ayuda a superar las brechas culturales y a promover el entendimiento mutuo. Iniciativas como becas e intercambios de investigación científica acercan a las personas, fomentando el intercambio cultural y el aprendizaje compartido.
Por último, pero no menos importante, la OCS debe mantener su compromiso con la estrategia general de practicar el multilateralismo y mejorar la gobernanza mundial. Abogar por la equidad y la justicia en la gobernanza global se alinea con los valores humanos universales. La colaboración con los Estados observadores, los socios de diálogo y las organizaciones internacionales, incluidas las Naciones Unidas, faculta a la organización para defender la paz, el desarrollo mundial y el estado de derecho en un escenario más amplio. A través de estos esfuerzos colectivos, se convierte en una fuerza importante dedicada a fomentar la unidad dentro de sus filas y defender los valores compartidos.
El jueves, se espera que el primer ministro chino, Li Qiang, y otros líderes de la recientemente ampliada familia de la OCS se sienten bajo el mismo techo en Bishkek y discutan cómo los estados miembros pueden impulsar conjuntamente el Espíritu de Shanghái, el principio fundamental de la organización que proviene de su historia, y reforzar la coordinación y la cooperación para superar los tiempos turbulentos.
Con un peso cada vez mayor de la institución regional más grande y poblada del mundo, la comunidad mundial está ansiosa por ver cómo la OCS aprovecha la próxima reunión para desempeñar un papel más constructivo en hacer de la región, y del mundo en general, un lugar más pacífico, estable, próspero y hermoso.