Ante el confinamiento y el distanciamiento social que el covid-19 ha significado para millones de personas, la tanatóloga Susana González Martínez considera que una buena parte de la población manifiesta un duelo anticipado al no saber con certeza lo que sucederá en las semanas siguientes.
A través de la tanatología, dice, podemos ir canalizando las emociones que este proceso de distanciamiento despierta en cada uno de nosotros para sobrellevar lo que hemos vivido y lo que vamos a vivir, “empezamos a vivir en la incertidumbre, en la ansiedad sobre lo que podemos pasar y en la incredulidad de lo que sucede”.
Susana González es médico general egresada de la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), tanatóloga por la Ibero y coordinadora de Tanatología en la clínica 71 del IMSS, miembro de la Clínica 16 del IMSS en Tanatología y además colaboradora del Hospital Universitario con el equipo liderado por la tanatóloga Susana Dingler. Advierte que no cuidarnos y no tomar las acciones recomendadas por el Sector Salud, es tanatológicamente entrar en una negación.
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Sobre el encierro que estamos viviendo se reacciona frecuentemente con enojo o con resentimiento “pero sin saber qué me hace enojar, si es porque perdemos nuestra libertad de no salir a trabajar, a estudiar, a visitar amigos, a ir al parque o paseos, o por sentir que no disfrutamos de la vida”.
REFLEJOS DEL ENCIERRO
Reconoce que algunos experimentan incertidumbre por factores económicos, pero en muchos otros casos es el resultado de la pérdida de la costumbre de disfrutar el hogar, de los rincones de la casa y de la posibilidad de convivir con hijos, pareja, hermanos o padres. Y es que en el encierro, apunta, es más fácil reflejar lo que no nos gusta de nuestra propia personalidad.
Susana González, considera apropiado exteriorizar nuestras emociones pero no discutiendo con quienes tenemos alrededor. Recomienda crear un espacio personal para gritar, llorar o golpear una almohada o cualquier otro objeto que no nos dañe pero que sí permita sacar aquello que sentimos.
Deja claro que no es posible ser fuerte colocando un pie encima de las emociones como para atraparlas y que no se vean, ya que el resultado será un momento en el que estallen y lo peor, será contra quien estallen y cómo dañen. Y una vez que logramos superar el enojo, es momento de ofrecer ayuda a familiares o personas próximas.
Entre el cúmulo de emociones que despierta el confinamiento en casa, percibe la oportunidad de ordenar el interior de la casa que es como el interior de uno mismo, “es como vaciar un clóset y elegir lo que nos es útil, separando lo que ya no es pero que podemos compartir con alguien más y, desechando lo que ya no sirve. Es momento de eliminar apegos”.
La tanatóloga admite que esto es como prepararse para la muerte, pero no porque la pandemia nos vaya afectar personalmente sino porque en la vida cada día se muere un poco, y uno siempre se debe prepararse para saber hacia dónde se quiere ir y cómo quiere vivir los días.
MOMENTO PARA NUTRIRSE
Cuando se han reconocido emociones y externado sentimientos, hay entonces la posibilidad de trabajar desde el amor. “Decirnos: no me gusta el encierro pero voy a sacar algo bueno”.
Propone dar tiempo a nutrir el cuerpo, es decir, a comer apropiadamente, a mantener hidratación correcta, a establecer horarios de sueño, a tener rutinas para que el trabajo, las jornadas de estudio, las horas de quehaceres de casa y la convivencia familiar funcionen.
Es hora también de nutrir la mente, de seleccionar información confiable, de tener medios de recreación que aporten, como leer un libro, de participar en juegos de mesa, y de ganar tiempo de meditación.
Propone también nutrir el espacio, es decir, crear un área agradable a donde se pueda ir a platicar y conversar a solas, donde nazcan nuevas ideas y sea el lugar para pensar lo que debemos hacer para que “nuestro barco siga en buenas condiciones y todos los tripulantes se sientan seguros y confortables en él, así deben ver papás y mamás a su hogar”.
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Y finalmente, nos llama a nutrir el corazón, aceptando la pausa que estamos viviendo, escuchando a hijos, familia, seres cercanos y hablando de miedos, del miedo al coronavirus pero también admitiendo que en ocasiones no tememos al coronavirus, sino a no saber cómo manejarnos en familia.
Cuando estemos bien y tranquilos, pondremos atención a las protecciones que debemos asumir ante la pandemia actual, a usar al cubrebocas, a limpiar las manos correctamente, a mantener una distancia, podremos aceptar esta crisis y las implicaciones que trae.