Pregúntale al polvo
John Fante
Un clásico de Fante en el que su mítico personaje, Arturo Bandini, lucha por sobrevivir en Los Ángeles en la década de los treinta. Desde su hotel de mala muerte, intenta alcanzar el éxito literario tras publicar un relato en una revista. Enamorado de Camilla, una chica mexicana que trabaja como camarera, no logra mostrarle sus sentimientos hasta que un sismo cambia su destino para siempre.
FRAGMENTO:
De pronto oí un retumbo y un estruendo.
El banco de piedra cayó de lado y se desplomó en la arena. Miré hacia la fila de tenderetes: todos se sacudían y se derrumbaban. Miré más allá, hacia Long Beach; los edificios más altos se balanceaban. La arena cedió bajo mis pies; me tambaleé, busqué un apoyo más sólido. El fenómeno se repitió.
Era un terremoto.
Entonces estallaron los gritos. A continuación vino el polvo. Luego los derrumbes y los estrépitos. Di vueltas en círculo. Yo era el causante de aquello. Yo era el causante. Quedé con la boca abierta, agarrotado, mirando en derredor. Corrí unos metros en dirección al mar. Y retrocedí.
Lo has hecho tú, Arturo. Lo hiciste allá, en aquella habitación, en aquella cama.
Las farolas se desplomaban. Los edificios se resquebrajaban como galletas aplastadas. Gritos, hombres que gritaban, mujeres que chillaban. Cientos de personas salían corriendo de las casas, huyendo del peligro. Una mujer caída en la acera daba puñetazos en el suelo. Un niño lloraba. Los vidrios se agrietaban y estallaban. Campanillas de bomberos. Sirenas. Bocinas. Locura.
La sacudida principal había pasado. Sólo había ya temblores ligeros. Las entrañas de la tierra seguían rugiendo. Algunos ladrillos y chimeneas se venían abajo y un polvo gris se aposentaba encima de todo. Continuaban los temblores ligeros. Hombres y mujeres corrían hacia una explanada, alejada de los edificios.
Corrí hacia la explanada. Una anciana lloraba rodeada de caras pálidas. Dos hombres transportaban un cadáver. Un perro viejo reptaba sobre el estómago, arrastrando las patas traseras. Cadáveres en el extremo de la explanada, al lado de un cobertizo, cubiertos con sábanas empapadas en sangre. Una ambulancia. Dos alumnas de segunda enseñanza, cogidas del brazo, se tronchaban de risa. Miré hacia el otro lado de la calle. La fachada de las casas se había desplomado. Había camas colgando de las paredes. Cuartos de baño al descubierto. La calle estaba cubierta de un metro de escombros. Los hombres gritaban instrucciones. Tras cada temblor había una nueva caída de escombros. Los hombres retrocedían, esperaban, se lanzaban otra vez al ataque.
Después del terremoto
Haruki Murakami
En 1995, un terremoto asoló la ciudad japonesa de Kobe; murieron más de cinco mil personas. Haruki Murakami se inspiró en seis historias para escribir relatos que transcurren poco después de la tragedia y nos llevan a un viaje entre la vivencia personal y la colectiva pues la destrucción deja remanentes de todo tipo en cada ser humano.
Estuvo cinco días enteros sentada frente al televisor. En silencio, con los ojos clavados en las imágenes de hospitales y bancos derruidos, calles comerciales calcinadas por el fuego, líneas férreas, autopistas cortadas. Hundida en el sofá, con los labios apretados con fuerza, ni siquiera respondía cuando Komura le hablaba. Ni tan sólo afirmaba o negaba con un leve movimiento de cabeza. Él ni siquiera tenía claro si ella llegaba a percibir su voz.
Su esposa era de Yamagata y, que Komura supiese, no tenía ni familiares ni conocidos en los alrededores de Kobe. A pesar de ello, de la mañana a la noche, no se apartaba del televisor. No comía ni bebía, al menos en su presencia. Ni siquiera iba al lavabo. No hacía el menor movimiento, aparte de cambiar de canal con el mando a distancia.
Movimiento fuerte
Jonathan Franzen
Actualmente Franzen tiene un nicho especial en la literatura estadunidense, ganado a pulso gracias a Libertad, Pureza y Las correcciones, no obstante, fue con la novela Movimiento fuerte con la que instauró ese estilo ahora tan premiado. En ella, el protagonista, Louis Holland, llega a Boston cuando la ciudad sufre una serie de terremotos, el primero de los cuales acaba con su abuela. En el proceso para recibir la herencia conoce y se enamora de una sismóloga con teorías particulares sobre los terremotos, que tienen que ver con fenómenos económicos, sociales y personales, más que telúricos.
FRAGMENTO:
El sistema considera esta objeción impertinente y peligrosa. Porque en cuanto introduces la subjetividad en una discusión lógica, en cuanto concedes realidad a fenómenos que no pueden ser verificados por una máquina o una reacción química, en cuanto afirmas que la interpretación subjetiva de unas moléculas de canela como "¡Oh! ¡Canela!" tiene sentido, entonces estás abriendo la caja de Pandora.