Alabando al misionero

El Sexódromo

Ya he escrito en este espacio sobre la postura del misionero y cómo es que ha sido devaluada al paso del tiempo, pero siempre encuentro cosas nuevas que decir sobre ella.

El misionero, esa postura tan poco explotada. (ESPECIAL)
Verónica Maza Bustamante
CdMx /

Es cierto que hay muchas otras que se pueden explotar y que son deliciosas; sin embargo, después de darle la vuelta al mundo de las posturas mil veces, regreso al misionero y la ubico de nuevo en mi colección de aquellas que pueden generar orgasmos vaginales a las mujeres.

¿Y por qué se llama así?, me preguntaron hace poco. Su historia me recuerda a la investigación que recién hice para escribir mi libro, porque está ligada a la historia de la humanidad y de la religión. En el mundo pero particularmente en México. Pensemos que la vida sexual contemporánea carga siglos de historia, de cómo se ha visto el erotismo al paso del tiempo y los elementos que la rodean, los personajes e instancias que la han afectado, para bien, para mal o para maomenos.

En este caso, nos remitimos a la Iglesia católica tras su dominio en la Edad Media, cuando daba “línea” para todo, incluyendo la manera en que hombres y mujeres se debían relacionar eróticamente. Lo idóneo en aquellos tiempos era que el hombre penetrara a la mujer estando él arriba, ella abajo (elevando, si bien le iba, un poco las piernas), para lograr que al eyacular la simiente se fuera hasta las profundidades más profundas del ser femenino y así se pudiera fecundar un óvulo travieso. Por ello, cuando James Cook llegó a las islas de Samoa y, con él, una legión de evangelizadores en los tiempos posteriores a la conquista española, fue lo que se impuso como bueno y permitido.

Imagínense a los nativos de esa zona como a los de América: nadie asociaba el coito con la reproducción, pues el fecundar a una mujer para tener un descendiente era un acto atribuido al espíritu totémico. Por ello, disfrutaban libremente del acto erótico, siendo común que la mujer se acomodara arriba y de cuclillas. 

Escandalizados por ambos hechos, los evangelizadores comenzaron a enseñar las virtudes del coito “natural”, es decir, el hombre arriba de la mujer con el objetivo de procrear. Por ello, los naturales de aquellas tierras llamaron a ese modo coital “la posición del misionero”. Lo diferente era considerado anormal, una aberración, algo considerado pecado por la Iglesia y, debido a ello, eróticamente incorrecto. Olvídense del sexo anal y el sexo oral; eran considerados un pecado grave porque no tenían por objetivo la fecundación.

El asunto es que hoy en día cargamos con toda esa historia de manera inconsciente y muchos tratan de evitar aquello que ha sido catalogado como “correcto”. Últimamente he escuchado con frecuencia aquello de que “el sexo, para que sea bueno, tiene que ser cochino”. Siempre me intriga el concepto que esta última palabra tiene para quien lo dice, pero entiendo en general que se refieren a ir más allá de lo considerado “bueno” o “permitido”. Entre ello, la postura del misionero.

Así, menospreciada y vituperada, actualmente se suele usar de vez en cuando, como antesala de lo “realmente bueno” o como mero requisito del coito. Pero vuelvo por mis fueros y a su defensa, para decir que el chiste es saber acomodar todo en el jarrito, saber de qué manera colocarse, cómo moverse, en qué ángulo. Es importante tomar en cuenta las apetencias de los amantes, el tamaño del pene, la anatomía femenina. Pero a veces se puede alcanzar el cielo tisú descubriendo que lo que alcanza el fondo es otra cosa, algo más suave, carnoso y en erección. O que hay una curvatura que descubre nuevos lugares o una circunferencia que amplifica ciertas sensaciones.

Entonces, actualmente nos encontramos en una suerte de dualidad o, si se quiere ver así, de contradicción: la posición del misionero es la más frecuente en nuestra civilización pero, a la vez, la más despreciada. Tiene la fama de ser banal y rutinaria o cómoda y preludio para la excitación. Pero si nos sabemos acomodar, si buscamos la manera en que cada anatomía se ajusta a la ajena, seguramente encontraremos en ella (como en todas las demás) una fuente de sensaciones inagotables, de éxtasis y, algo que pocos dicen, de compenetración, porque pocas sensaciones hay tan magníficas como poder ver el rostro de la persona que deseamos, que nos está habitando, poder mirar sus ojos tras abrir los nuestros tras el placer, mirarl@ sonreír, entender que hay una complicidad, un gozo de vivir.

Ahí está la respuesta a esa pregunta soltada de repente. La historia de esta postura tiene que ver con un reino diferente al del placer pero existe y, por ello, hay que rendirle tributo con los parámetros actuales: por que sí, por gusto, por placer, porque nos hace sentir alegres. Así que a practicar, aunque sea la postura clásica, que el mundo se va a acabar (o los temblores nos van a agarrar a la mitad), y más vale decir “aquí se corrió” que “aquí se quedó”.



El divertido Clitt

Hace unos días vi en la calle el anuncio de un refresco de cola que decía: “Me ha besado Chicharito”, refiriéndose al jugador mexicano de futbol. De inmediato pensé: “¿Y eso qué? Mejor que te besen el chicharito?”. Me reí sola mientras caminaba en la noche lluviosa en esta ciudad de locos. Después, pensé en lo importante que suele ser para las mujeres que nos estimulen el clítoris, porque si se hace con entusiasmo, enjundia y sabiduría (ya sea mediante manos ajenas o las propias), podemos alcanzar rincones del cielo sensacionales.

Por ello, agradezco que la industria del entretenimiento para adultos, particularmente la de los juguetes sexuales, se haya enfocado en el diseño de artilugios para hacer que esa zona tan delicada del cuerpo femenino estalle como cuete en Navidad.

Además, hoy en día hemos pasado del tradicional vibrador estimulador de clit a las novedades en diseño, como el Clitt, de la serie de vibratoys creada por Made In Dreams, Se trata de tres juguetes divertidos, atractivos y hasta sonrientes se llamados Geena, Clitt y Woody, tres personajes cabezones que pueden hacer las delicias del sexo femenino.

Geena es un masajeador íntimo, es decir, se puede introducir vaginalmente (pero con cuidado, pues no tiene tope); Clitt, que atiende directamente al clítoris, y Woody, diseñado para soportar embates más duros, tanto por fuera como por dentro del cuerpo de la mujer.

Los juguetes están diseñados con un material blando y totalmente hipoalergénico. El cuerpo rígido hecho de ABS reduce las vibraciones y el ruido, así que se puede llevar a cabo una sesión de autoerotismo que sea discreta, cotorra y deliciosa.

En México no está a la venta en tiendas, pero sí por línea. ¿Quién dice “yo”?



Amantes


una flor

no lejos de la noche

mi cuerpo mudo

se abre

a la delicada urgencia del rocío

Alejandra Pizarnik.

Poeta argentina.

De Los trabajos y las noches, 1965.

Fe de erratas

La semana pasada en este espacio publiqué que Gioconda Belli es una poeta argentina, cuando es nicaragüense. Fui una loca. Ustedes disculpen mi desliz.

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