César Costa: un chavo bien que daba besos por teléfono

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Ciudad de México /

EL ÁNGEL EXTERMINADOR

Mario V. Solorio

Proveniente de una familia connotada de padre abogado y madre concertista, heredó el gusto y el talento por la música, así como por la lectura, la vocación para la abogacía y la disciplina requerida para realizar cada encomienda adquirida.

“Cuando era joven, el mundo del espectáculo no era bien visto. Pero mi madre era concertista de violín, fundó la Orquesta de Cámara Vivaldi, y es por eso que tuve una buena educación musical. Seguí las dos carreras de manera paralela, la carrera de leyes y la carrera artística. En 1960 ya estaba en la universidad y fue cuando lancé mi carrera como cantante. Me recibí porque el tener una carrera universitaria te da una visión totalmente diferente de la vida”, señala César Costa. Esto le posibilitó llevar su carrera y manejar su imagen de modo impecable. Las enseñanzas familiares y el bagaje cultural tuvieron influencia en la toma de decisiones. También en sus convicciones.

Aunque el éxito pareciera que le llegó abruptamente, nada fue improvisado. “La música ha sido parte de mi vida siempre, desde el inicio de mi carrera. Estudié tres años de piano y luego cuatro años de violín. Después cambié el violín por la guitarra y, entonces, empecé a cantar. Para mí, la música siempre ha sido una compañera indiscutible”.

Con una discografía que suma más de medio centenar de títulos, el repertorio de sus inicios habría sido el de mayor impacto en el público. Le significa recordar un México que se fue, acaso porque sería una especie de música que ha acompañado la vida de varias generaciones. De ahí que, al igual que su público, experimenta nostalgia con temas como “Mi pueblo”, “Dile que la quiero”, “No existe el amor”, “Adán y Eva”, “Corazón loco”, “Chica mala” o “Muchacho solitario”.

A mediados de los 50, César debutó con Las camisas negras. Pese a todo, la figura del rebelde sin causa no fue su motivación. “Curiosamente, fue el inicio de una búsqueda de una identidad propia de la juventud. Creo que James Dean fue el precursor se este movimiento. Luego, ya en la música, se dio con gente como Jimmy Bowen, Buddy Knox… Nadie los conoce, pero nosotros sí los conocíamos y cantábamos sus canciones. Eran muchachos de la escuela, de secundaria. Y luego cantábamos nuestras propias canciones. Algunos nos atrevimos a hacer canciones. El rocanrol es más que la música, fue la primera vez que los jóvenes tuvimos la oportunidad de participar activamente en el mundo del espectáculo y la música. Eso fue un impacto social importantísimo que ha venido heredándose generación tras generación. A nivel mundial, la música fue realmente el idioma que los jóvenes encontramos para comunicarnos. Cada generación algo le aporta nuevo al rocanrol, y no pierde vigencia”.

Asimismo, defiende la honestidad y originalidad de la época que le tocó. “Cada uno de nosotros éramos como éramos, nada fue prefabricado. Yo no he cambiado mi manera de ser en lo absoluto, al contrario, yo creo que la he ido concretando cada vez más. Era una época bastante fresa. Canciones como “Besos por teléfono”, por ejemplo, era medio atrevida; imagínate ahora, te atacas de la risa”.

En cine, César Costa debutó en 1962. Su filmografía incluye títulos como Dile que la quiero, Al fin a solas, La juventud se impone, Arrullo de Dios, Caín, Abel y el otro o Bang, bang, al hoyo. “Con La edad de la violencia, para no estereotiparme, escogí ese papel. Quería salirme un poco del niño bueno. Además, para mí era un reto de actuación importante. Era una película que te exigía. Me sirvió muchísimo, me dio un conocimiento de un tipo de papel que yo no hacía. En ese entonces, la comedia en cine era de una línea argumental muy sencilla que daba pie a que pudieras cantar. Pero, desde que me ofrecieron la primera película El cielo y la tierra con Libertad Lamarque, comencé a tomar clases de actuación. Nunca me ha gustado hacer el ridículo y pensé que podría ser una nueva veta en mi carrera”.

Además de cantante y actor, César Costa ha sido conductor de televisión, productor, empresario y precursor de la profesionalización en el negocio del espectáculo: “Fuimos los primeros, junto Fernando Santibáñez y con un querido amigo, André Midani (gurú de la música, iniciador de la bossa nova), iniciamos con esta academia de la industria de la música y el espectáculo. Yo quería transmitir a las nuevas generaciones toda la experiencia y los conocimientos que había adquirido a lo largo de mi carrera. Tuvimos cerca de 900 alumnos, muchos de ellos están en puestos de decisión importantes”.

Los días 11 y 17 de febrero, César Costa, Enrique Guzmán, Angélica María y Alberto Vázquez ofrecerán un concierto en el Auditorio Nacional. Será el último que hagan juntos.

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