Cómo sobrevivir al EDC

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Grupo editorial diverso que abarca diferentes temas y formatos. La calidad periodística y la diversidad de contenidos son aspectos que definen a las editoriales de Milenio.

Ciudad de México /

EL ÁNGEL EXTERMINADOR

Oscar Jiménez Manríquez


Si eres un "chavorruco", aquí te pasamos algunos tips para aguantar las maratónicas jornadas de música electrónica.

Hace unos días me dejé llevar por la ilusión de mi hijo adolescente: pidió de regalo de cumpleaños ir al Electric Daisy Carnival, el festival de música electrónica que se celebra en el Autódromo Hermanos Rodríguez de Ciudad de México. Me asusté, como era natural, pues de niño fui arrullado por mi madre con las canciones de Vicente Fernández. No sabía cómo iba a sobrevivir a dos días de concierto, casi el equivalente a un viaje trasatlántico de ida y vuelta por Volaris, pero sin el placer de caminar junto al Sena.

Pero un buen mexicano siempre mira de frente, como esos ídolos de la infancia a punto de ejecutar el gol definitivo en la portería contraria. Acepté el reto y entonces escuché una frase con la que él trataba de animarme: “¡Papá, te aseguro que vas a alucinar con los escenarios!”.

Luego de la inolvidable experiencia, aquí algunas instrucciones para aquellos padres que se sienten hipsters pero no viven en la Condesa, y que el día menos pensado serán arrastrados por la frenética emoción de su hijo, que casi al borde del llanto, suplicará le acompañen al EDC, ese maratónico festival de dos días de música electrónica con rayos láser, fuegos artificiales, juegos mecánicos y una muñeca inflable que baila entre la multitud.

No importa el medio de transporte que usen para llegar al paraíso prometido: Metro, auto propio o Uber. Después de nueve o diez horas de concierto, llegará la cruda como si se tratara de una larguísima borrachera con Bacardí. Caminarán y caminarán como unos gladiadores cansados para salir del Autódromo Hermanos Rodríguez. Créanme, a las dos de la mañana, jalarán aire por la boca y rogarán a los dioses para que de pronto en plena obscuridad se aparezca una bicitaxi con botiquín incluido.

Un par de kilómetros previos a la entrada oficial, podrán leer en letras negras escritas en un pedazo de cartulina rosa: “Los tamales oficiales del evento…”. No dejen pasar la oportunidad de nutrirse con dicho platillo que vende una de las vecinas de la colonia El Peñón de los Baños. Delante de su olla de peltre y a un lado de los puestos ambulantes de playeras piratas, les servirá en papel estraza uno de rajas y otro de mole.

Si ven a 15 muchachos veinteañeros que sacan la lengua para un selfie, súmense a la foto como si nada y sonrían: quizá se trate del primer gran gesto de pertenencia a un concierto donde el rostro de Yuawi, el niño que protagoniza el video del Movimiento Naranja, destaca en lo alto de diversos estandartes. Por cierto, Yuawi es uno de los héroes que no pasan desapercibidos para el productor musical estadunidense Dillon Francis, quien decidió poner la rola en uno de los momentos climáticos del festival, mientras decenas de luces azules apuntaban hacia el cielo.

Cómprense un par de mezcales que venden en esos pseudocarritos de paletas, pero no para llevárselos a la boca, sino para untarse ese milagroso líquido oaxaqueño en las plantas de los pies. Háganlo sin pena. Si hay chicas con los pechos al aire y otras vestidas de Unicornio o, incluso, jóvenes bailando la primera canción de Marsmello con la máscara de Flash, nadie se fijará. El mezcal, combinado con dos aspirinas, ayudará a sobrellevar cualquier tipo de dolor tras muchas horas de estar de pie. En el EDC, los expertos, aconsejan saber administrar las fuerzas.

Cómprese en La Lagunilla unos tenis deportivos, en cuyas suelas estén incrustados unos foquitos de colores que brillarán con cada pisada sobre el césped. Conviene decir que por las fechas en que se lleva a cabo el EDC, también se agradece la luz que proyecta esa media luna plateada flotando en el horizonte.

No se ofendan si su hijo les dice que entre las decenas de miles de personas que asistieron el sábado y domingo al concierto, solo vio a dos personas de la misma edad que ustedes. ¡Es completamente normal! Tan normal como ver el rostro de una mujer tatuado en el brazo derecho de un turista canadiense que luce orgulloso la camiseta de Michael Jordan o el “Cielito lindo” que cantan eufóricos los cientos de jóvenes cuando están a punto de franquear la valla de granaderos.

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