La serie perfecta: "Twin Peaks"

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Grupo editorial diverso que abarca diferentes temas y formatos. La calidad periodística y la diversidad de contenidos son aspectos que definen a las editoriales de Milenio.

La serie perfecta: "Twin Peaks"
Ciudad de México /

Todo comenzó el 8 de abril de 1990, cuando el bonachón Pete Martell —Jack Nance, actor que el director David Lynch ya había vuelto emblemático en 1977 en Eraserhead— salió con su caña de pescar y un termo bajo el brazo y se encontró con el cuerpo, envuelto en plástico, de una joven y bella Laura Palmer.

Así comienza el piloto de la telenovela psíquica de David Lynch y Mark Frost, uno de los más apreciados por los aficionados a las series de televisión. Llamada originalmente Northwest Passage, se centra en la misteriosa muerte de una hermosa chica que tiene dos facetas: en una es la rubia popular y estudiosa de preparatoria; en otra, una alocada mujer, adicta a la cocaína y liberada sexualmente.

Sobre la serie, Lynch ha explicado lo siguiente: “No traté de que Twin Peaks fuera realista. Es una especie de pueblo mítico, un pueblo de ensueño. Es adonde te gustaría dirigirte cuando son las diez de la noche solo para flotar y ver qué es lo que va a pasar. La historia se centra en lo que sucede cuando alguien asesina de manera misteriosa a la chica más popular de la preparatoria: es encontrada flotando bocabajo en el Aserradero Packard. Entonces llegamos a conocer las vidas de todos los pobladores cuando un agente del FBI trata de resolver el crimen”.

En el pueblo todo es aparentemente normal y apacible. Como un capítulo de Invitation to Love, la telenovela que sus habitantes miran en la televisión. Pero pronto se presenta un espíritu desconocido aun por ellos mismos. Nadie mejor que el agente especial del FBI Dale Cooper para internarse en la neblina metafísica del pueblo. Cooper posee una metodología estrafalaria, apenas a la medida de lo que se desencadena allí: basado en el budismo tibetano, los mensajes que recibe en sus sueños y sus corazonadas. Impresionado por el recibimiento que le hace Twin Peaks —un pueblo con un aserradero en disputa— y su gente simple, la altura de sus abetos y el olor que desprenden, el café fresco de la jefatura de policía o el restaurante The Double R.

Pero no solo Cooper es guiado por fuerzas ocultas: Bob, el asesino, aparece como un espíritu difícil de capturar, una imagen evasiva e irrefrenable que se sabe que existe, pero a la que nadie puede ponerle las manos encima. Es el reflejo en el espejo de Leland Palmer, un retrato hablado que no conduce a ninguna parte, pero que habita a sus pobladores. Twin Peaks es un thriller mental, una investigación cuyas pistas dirigen a una escena del crimen onírica. De ahí que aquel momento en que a Cooper se le retiran el arma y la placa sea de vital importancia: la ley y el orden han sufrido un sobresalto debido a su poco ortodoxa manera de trabajar. Más allá de haber cruzado una frontera física —cuando se interna en Canadá para investigar el burdel del dueño del pueblo—, lo que más se le reprocha es haber cruzado una frontera psicológica, liderando una investigación de acuerdo a lo que veía en sus sueños.

Lynch es autor de algunas de las películas más intrincadas y perturbadoras de la cinematografía, sí. Allí está la seminal Eraserhead, con sus opresivos paisajes industriales o la enloquecida Wild at Heart, en la que embarca a Nicholas Cage y Laura Dern en un road trip que es más trip que otra cosa. Y podríamos seguir. Pero la televisión es acaso la última frontera, el muro que había que franquear. ¿Cómo resolverlo sin asustar a la gente detrás del escritorio? Su idea de la televisión explica cómo pudo lograrlo: “De niño no veía mucha televisión, y no la veo ahora, pues no encuentro nada bello o único en el medio. Lo único que puedes hacer en televisión y que no puedes hacer en el cine es realizar una historia continua… ¡lo cual es muy cool! Me encanta la idea de la telenovela”.

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No es difícil encontrar la huella de la serie de David Lynch y Mark Frost en las series que hemos consumido desde entonces. Las dos con mayor número de genes son True Detective, The X-Files y Lost. Eso sí: los homenajes no han cesado de aparecer en las series a lo largo de los años, siendo tres los mejores que yo recuerde: Homero Simpson viendo la serie en el capítulo “Lisa’s Sax”, sin entender absolutamente nada; “Twin beaks”, capítulo de la serie Monsterpiece Theater, de Plaza Sésamo, en la que el agente especial Cookie aparece grabando mensajes para “Diane” en su grabadora. Y el más reciente y sorprendente: ese capítulo de Mystery Incorporated en el que Scooby Doo es dirigido —en un sueño, dónde más— hacia un cuarto idéntico al que aparece en los sueños de Cooper. Al gran danés se le aparece también un enano bailarín, además de una perrita llamada Laura que lo alerta porque su vida está en peligro. No cabe duda de que la televisión aprendió mucho de esa visión alien que sale de la cabeza —y el peinado— de David Lynch.

Jorge Flores-Oliver, Blumpi & G. Vaca

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