Mariella Castillo lucha en primera línea contra el mayor reto de su vida: La pandemia

Temía por la seguridad de sus gemelos, pero fueron ellos quienes la inspiraron a continuar en ese momento tan importante.

Mariella Castillo Castillo, enfermera del Issste. (Leticia Gutíerrez)
Leticia Gutiérrez
Tampico /

Sin su valentía y sensibilidad, la lucha que se libra desde la primera línea de combate no sería igual; doctoras y enfermeras han tenido un papel fundamental en la atención y cuidado de pacientes infectados por coronavirus, arriesgando su propia salud y la de sus familias por salvar la de otro. 

Tal es el caso de Mariella Castillo Castillo , a quien le tocó recibir a la primera paciente con diagnóstico de covid-19 en el hospital del Issste, momento en que hizo acopio de todas sus fuerzas para empezar a hacer su trabajo: ayudar a salvarle la vida a la mujer enferma.

Poner manos a la obra no fue fácil, porque en lo primero que pensó fue en sus gemelos, pero precisamente los pequeños la inspiraron para cuidar y atender a esa mujer de 73 años de edad, que llegó un 17 de abril a su centro de trabajo.


Mariella, es enfermera en primera línea covid del nosocomio porteño, donde tiene una antigüedad de 18 años.

“Recibimos a la primera paciente con todas las medidas de prevención que nos enseñaron en la capacitación previa; no lo creíamos, y sí, estábamos asustados”.

Las interrogantes se hicieron eco en su cabeza, ¿ahora qué sigue?, ¿estaré contagiada? La pandemia, de pronto, le vino a cambiar la vida. La infección era inminente y ella finalmente se contagió tres meses después, logrando sobrevivir al virus. Después de ello es una mujer más humana y sensible.

De su enfermedad recuerda que eran tan pocas las fuerzas que tenía, que apenas podía tomar su plato de comida. Sola se conectó al tanque de oxígeno y el miedo de no librar la batalla estuvo a flor de piel.

“El 21 de julio salí positiva, fue un golpe muy fuerte porque soy la que lleva el recurso a casa. Tuve que atenderme yo sola, incluso conectarme al oxígeno, mi mayor temor era morir, pensé en mis hijos y en mi madre”.


Hoy a sus 40 años de edad, está agradecida con Dios por el regalo de la vida y la bendición de sus gemelos de nueve años, quienes la ven como una heroína que salva vidas, lo que es su aliciente para salir adelante.

Sigue bañándose en los vestidores del hospital Issste, guarda su ropa de trabajo en una bolsa plástico, llega a su casa y nuevamente se desinfecta, se quita la ropa con la que llega a su hogar, la separa y entra a otra ducha más.

No ha sido víctima de agresiones, pero evitaba salir con uniforme. A un año de la pandemia hoy hace su trabajo con renovadas fuerzas y la tranquilidad que les ha traído la vacuna.


SJHN

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