Neil Armstrong y Buzz Aldrin, dos de los astronautas del Apolo 11, pusieron pies en la Luna el 20 de julio de 1969, en una de las hazañas tecnológicas más gloriosas de la humanidad.
Medio siglo ha pasado desde que el hombre pisó por primera vez un suelo que no fuese el de la Tierra, dando "un pequeño paso para un hombre y un gran salto para la humanidad", en un año por guerras, hambrunas, violencia en las calles y una brecha generacional creciente.
La gente de al rededor del mundo se unió para presenciar, frente al radio o televisores que transmitieron imágenes borrosas en blanco y negro, un acontecimiento sin precedentes en la historia del ser humano.
“Fue un logro maravilloso en el sentido de que la gente alrededor del mundo lo aplaudió: norte, sur, este, oeste, ricos, pobres, comunistas, lo que fuera”, dijo Michael Collins el astronauta de ahora 88 años que permaneció orbitando la Luna en la nave matriz mientras Armstrong y Aldrin izaban la bandera estadunidense sobre la superficie de un cuerpo celeste inexplorado.
La carrera espacial
Cincuenta años después, el Apolo 11, la culminación de ocho años de trabajo arduo en el que participaron 400 mil personas y se invirtieron miles de millones de dólares sigue provocando emoción.
La NASA, poblaciones, museos y toda clase de instituciones realizan ceremonias, desfiles y fiestas, pues en 1961, la NASA tenía apenas 15 minutos de experiencia en vuelos suborbitales con el histórico vuelo de Alan Shepard cuando el presidente John F. Kennedy lanzó el reto de enviar un hombre a la luna y devolverlo sano y salvo a la Tierra antes del fin de la década.
Ese año, la Unión Soviética llevaba la delantera en la carrera espacial con el primer satélite, el Sputnik, y el primer vuelo espacial tripulado, el de Yuri Gagarin.
A pesar de que John Tribe, uno de los primeros científicos especialistas en cohetes de Cabo Cañaveral, consideraba imposible cumplir el reto de Kennedy.
“Estábamos en el negocio de los cohetes y por entonces estábamos haciendo cosas raras y maravillosas. Pero sí, fue un anuncio increíble en ese momento”, dijo. “Había que tener agallas”.
El programa Apolo de vuelos con tres tripulantes sufrió un terrible revés en 1967 con la muerte de tres astronautas en un incendio durante un ensayo en la plataforma de lanzamiento. Pero los trabajos continuaron sin descanso entre temores de que los soviéticos llegarían antes a la luna.
El 16 de julio a las 9:32 hora local, el cohete Saturn V de 11 metros (363 pies) de altura se alzó con un rugido de la Plataforma 39A, transportando a los astronautas a su destino a 386.000 kilómetros (140.000 millas) del planeta. El módulo de mando Columbia y el módulo lunar llegaron a la luna tres días después. Al día siguiente, 20 de julio, Armstrong y Aldrin descendieron sobre la superficie de la luna en su módulo.
“Houston, aquí la Base Tranquilidad. El Eagle ha descendido”
Eran las 16:47 cuando la voz de Armstrong recitó la frase que devolvió la respiración a la gente de control de misión y al mundo entero, pues faltando minutos para el alunizaje, una sucesión de alarmas de la computadora remeció al Eagle.
Se encendieron las luces indicando precaución. Pero los controladores de vuelo habían ensayado esa situación hipotética antes del vuelo, y la misión continuó, entonces apareció un cráter lleno de piedras en el lugar indicado para alunizar, y Armstrong tuvo que prolongar el vuelo hasta encontrar un sitio seguro, y lo logró.
Armstrong fue el primero en descender los nueve escalones y tocar la superficie lunar a las 22:56. Aldrin lo siguió 18 minutos después.
En una gravedad la sexta parte de la terrestre, recogieron rocas, instalaron experimentos y plantaron una bandera estadounidense con un armazón de alambres para que pareciera ondear en el vacío.
El retorno
El alunizaje de los dos astronautas no era lo que más preocupaba a Collins. Más bien se preguntaba sobre el despegue de la luna y el regreso a la nave matriz. No expresó sus temores.
“Si era inconcebible, también era inexpresable”, dijo Collins. “Jamás hablamos sobre la posibilidad de quedar varados en la luna, ni siquiera lo insinuamos. Quiero decir que no éramos tontos, sabíamos muy bien que muchas cosas debían salir a la perfección para que pudieran partir como se suponía”.
Incluso, el presidente Richard Nixon había preparado un discurso para la eventualidad de un desastre:
“El destino ha dispuesto que los hombres que fueron a explorar la luna en paz se quedarán en la luna descansando en paz”.
Legado
Sin embargo, la nave espacial en la que viajaban los astronautas amerizó sin problemas a 825 millas náuticas (mil 528 km) al suroeste de Honolulu, Estados Unidos, en el océano Pacífico el 24 de la julio al mediodía.
Habría cinco misiones más a la superficie de la luna cuando una explosión obligó a abortar Apolo 13 obligó a que se abandonaran los últimos tres vuelos y se pusiera fin prematuro a todo el proyecto.
En todo caso, el primer alunizaje elevó la moral de Estados Unidos y del planeta cuando más se necesitaba.
Aunque Armstrong, quien condujo el módulo Eagle al alunizaje cuando quedaban pocos segundos de combustible, abandonara la superficie terrestre para siempre en 2012, a los 82 años y no esté aquí para presenciarlo, y su compañero, Aldrin de 89, mantenga un perfil discreto luego de que sus hijos intentaran declararlo mentalmente incompetente, su hazaña se recordará con gran admiración hoy y los años que le resten a la humanidad.
CJR