En Estados Unidos, los médicos a menudo recetan una baja dosis diaria de aspirina —ácido acetilsaliscílico— a personas de entre 50 y 70 años para prevenir ataques cardíacos, infartos y accidentes cerebrovasculares (ACV), incluso si nunca han sufrido enfermedades vinculadas.
La aspirina fluidifica la sangre y evita que se formen coágulos en las arterias; pero la sangre demasiado delgada puede producir hemorragias. De ahí el dilema: ¿para qué tipo de pacientes el beneficio de la reducción del riesgo cardiovascular supera el riesgo de hemorragia?
Para las personas que ya han tenido un ACV o un infarto, la balanza se inclina claramente hacia tomar aspirina, según muchos estudios. Estas personas tienen un claro riesgo de un segundo accidente, y la aspirina les ayuda a prevenirlo.
Pero un nuevo estudio, publicado el martes en la Journal of the American Medical Association (Jama), ofrece una visión más amplia para los pacientes que aún no han tenido problemas cardiovasculares.
Pero realmente no zanja la controversia: afirma que, por un lado, la aspirina reduce el riesgo de infartos en personas sin antecedentes; pero, por otro lado, aumenta el riesgo de hemorragia grave, especialmente en el cerebro, el estómago y los intestinos.
La aspirina no tiene impacto en la mortalidad ni en un sentido ni en el otro. Como conclusión, entonces, los médicos deben recomendar la aspirina caso por caso, dependiendo de los otros riesgos del paciente, escribe el cardiólogo Michael Gaziano en un comentario.
La sorpresa es que los investigadores no encontraron ningún vínculo entre la aspirina y la reducción del número de casos de cáncer, al contrario de lo que han mostrado cada vez más estudios de que la aspirina reduce el riesgo de ciertos cánceres, en especial el colorrectal.
FM