Derek Antosiek se considera una especie de experto del sueño. Se ha puesto cinta adhesiva en la boca, se ha abierto las fosas nasales con dilatadores y se ha puesto tapones en los oídos. Probó un ventilador que insuflaba aire fresco bajo las sábanas y colocó colchones separados para él y su mujer, uno al lado del otro, para que los movimientos de ella no le molestaran. Ha probado lámparas de fototerapia, monitores de calidad del aire, rastreadores del sueño y lentes de luz azul. En cada experimento el objetivo era el mismo: acercarse al sueño perfecto.
Tras décadas en que los estadunidenses seguían el mantra de que dormirán cuando mueran, muchos se han dado cuenta de la importancia de un buen descanso nocturno. El tiempo total de sueño ha aumentado en las dos últimas décadas, y aún más en los últimos años, según la encuesta anual del gobierno sobre cómo emplea su tiempo la gente.
“La marea está cambiando —dijo Matthew Walker, profesor de neurociencia y psicología en la Universidad de California, Berkeley, y director de un centro del sueño en la escuela—. La gente, especialmente la generación Z, ha reclamado su derecho a una noche completa de sueño, y lo ha hecho sin avergonzarse”.
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Aunque las actitudes sobre el sueño han cambiado, los expertos dicen que las recomendaciones básicas siguen siendo las mismas: al menos siete horas, más o menos a la misma hora, con el menor número posible de interrupciones. Lo que es diferente es el número de personas para las que el sueño se ha convertido en una fijación. En internet, estas personas —a veces denominadas sleepmaxxers— muestran con orgullo los extremos a los que llegan en busca de un sueño mejor.
Los videos prometen soluciones a problemas que los durmientes no sabían que tenían. Un entusiasta recomendó una almohada ajustable para reducir la presión facial. Otra se grabó mientras se despertaba con el pelo recogido en un gorro y una correa en la mandíbula, y apenas podía hablar después de taparse la boca con cinta adhesiva. Luego se lo quitó todo en lo que se ha conocido en internet como una “muda matutina”.
Presumir de acostarse temprano se ha convertido en un fenómeno tan popular en las redes sociales como documentar unas vacaciones lujosas.
Para aquellos entusiastas del sueño, hay cintas bucales (que favorecen la respiración por la nariz), expansores nasales (que supuestamente reducen los ronquidos), cintas nasales (para abrir las fosas) y correas para la mandíbula (que se colocan alrededor de la cabeza y mantienen la boca firmemente cerrada). También hay brumas para la almohada, aerosoles de magnesio para los pies y el “coctel de la chica dormilona”: una mezcla de jugo de cereza, soda prebiótica y magnesio en polvo.
También hay tecnología de gama alta, como el ventilador que probó Antosiek, que llega a costar cerca de 600 dólares, y líneas enteras de dispositivos ponibles para dormir, algunos de casi mil dólares, que registran y miden la calidad del sueño. Hay un reloj despertador del amanecer que, según sus creadores, despierta a la gente según su ritmo circadiano natural. Para los verdaderos entusiastas, hay incluso un sistema de colchón de 4 mil 49 dólares que ajusta la temperatura, detecta los ronquidos y vibra cuando es hora de despertarse.
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Destacados científicos del sueño se han visto envueltos en una industria multimillonaria y en auge. Después de que Walker publicara el éxito de ventas titulado ¿Por qué dormimos?, en 2017, la empresa de seguimiento del sueño Oura lo incorporó como asesor médico.
A medida que ha aumentado el interés por el sueño, algunos médicos y académicos han observado que la gente se preocupa por obtener un descanso nocturno perfecto. En 2017, unos investigadores del Rush Medical College y de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad del Noroeste crearon la palabra ortosomnia para describir a las personas que buscan tratamiento por problemas de sueño autodiagnosticados como resultado del uso de dispositivos de seguimiento del sueño y ponibles.
En The Journal of Clinical Sleep Medicine, los investigadores escribieron que les preocupaban los efectos de una “búsqueda perfeccionista del sueño ideal”, comparando lo que veían con la ortorexia, una fijación obsesiva con la alimentación sana.
No todos los sleepmaxxers desarrollan ortosomnia, por supuesto. Pero a Milena Pavlova, directora médica del Centro de Pruebas del Sueño del Brigham and Women’s Faulkner Hospital de Boston, le preocupa que la gente se centre demasiado en la hora de acostarse.
“El sueño es un proceso pasivo —asegura Pavlova—. Hay que protegerlo, pero no forzarlo ni maximizarlo”.
Maximización del descanso
Antosiek, residente de 31 años de Michigan, empezó a tomarse en serio el sueño hace unos años, tras darse cuenta de que nunca había superado los malos hábitos que adquirió al cumplir 20, como beber demasiado los fines de semana y trasnocharse.
Buscando información en internet, se topó con una pequeña pero dedicada comunidad llamada Sleep Hackers (piratas del sueño) en el foro de mensajes Reddit, formada por personas que comparten regularmente consejos y expresan sus frustraciones por sus propios problemas de sueño.
Al poco tiempo, Antosiek se convirtió en moderador del foro y sus hábitos cambiaron. Empezó a intentar obtener lo que él consideraba “la cantidad adecuada de luz en los momentos adecuados” del día y a utilizar varios aparatos y rastreadores del sueño. Uno de ellos era un Oura Ring, un dispositivo de seguimiento del sueño que se ajustaba a su dedo y le proporcionaba una puntuación diaria del sueño entre cero y 100.
La puntuación significaba mucho para él. Las noches que tenía problemas para conciliar el sueño era duro consigo mismo y temía los resultados de la mañana siguiente, pues sabía que afectarían sus posibilidades de obtener una puntuación “óptima” de 85 o más.
Para otros, sin embargo, centrarse en el sueño ha sido contraproducente. Sarah El Kattan, una joven de 26 años que vive en Fráncfort, Alemania, nunca pensó demasiado en el sueño. A finales de 2021 empezó a centrarse en optimizar su salud tras escuchar un popular pódcast. Luego leyó el libro de Walker y su atención se centró en el sueño. Fue entonces cuando algo parecido a un interruptor se activó en su cerebro. De repente, la perspectiva de irse a dormir empezó a provocarle ansiedad, y empezó a mostrar síntomas físicos.
“Empezaron las palpitaciones”, explicó El Kattan. Cuanto más pensaba en dormir, peor le iba. Por la noche sabía que cada minuto que pasaba era otro minuto de sueño perdido y sus pensamientos obsesivos creaban un círculo vicioso que la mantenía despierta aún más tiempo.
Walker dijo que había oído hablar de otras personas que tenían problemas de sueño después de leer su libro. Sugirió a esas personas que dejaran de centrarse en el sueño: “No escuchen mi pódcast, no lean el libro, no hagan nada de eso”, dijo Walker , y recomendó que buscaran ayuda profesional.
Es una obsesión
Aunque pequeños estudios han revelado que el vendaje de la boca es eficaz para las personas con apnea del sueño leve, su efecto en las personas que no tienen problemas respiratorios es menos conocido, y los estudios más rigurosos han hallado escasas pruebas de que el magnesio influya en la calidad del sueño.
En algunos casos hay riesgos. La cinta bucal puede reducir la cantidad de oxígeno que se respira si se obstruye la nariz y las correas para la mandíbula pueden causar dolor en esa zona del rostro, según Walker. Para quienes tengan problemas graves de sueño, es mejor consultar primero a un médico.
Los trucos virales y los nuevos inventos no sustituyen a las reglas del sueño de probada eficacia, como acostarse y levantarse a la misma hora todos los días, reducir el consumo de alcohol y dedicar tiempo a relajarse. El Kattan empezó a dormir mejor, por ejemplo, cuando dejó de consumir cafeína y practicó ser más amable consigo misma.
En el caso de Antosiek, los tapones para oídos, la cinta bucal y el dilatador nasal han ayudado. Pero el ventilador de la cama no hizo mucho y el anillo Oura empeoró las cosas. “Me despertaba e inmediatamente miraba mi marcador, como diciendo: ‘¿Habré dormido bien?”, comentó.
Con el paso del tiempo, Antosiek reconoce que probablemente dejó que las cosas se le fueran de las manos. “Me obsesioné mucho, quizá hasta un punto enfermizo”, afirmó.
Shyamal Patel, vicepresidente científico de Oura, declaró que Oura Ring no fue “diseñado con la idea de maximizar el compromiso” y, por el contrario, sugirió que las personas que se obsesionen con los datos del sueño se tomen un descanso del seguimiento.
Antosiek fue un paso todavía más allá: decidió dejar de utilizar el producto. No cree haber desarrollado nunca ortosomnia, pero entiende que la gente lleve demasiado lejos la maximización del sueño.
Hoy en día, con despertarse descansado y alerta le basta.
c.2024 The New York Times Company
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