Cuando Séneca le decía a Galión en su De vita beata que "todos los hombres aspiramos a ser felices" se equivocaba. Tal y como han revelado distintos estudios médicos, algunos se pasan la vida tratando de evitarlo a toda costa. Ese es el caso de los cherofóbicos o personas que tienen aversión a la felicidad. Un trastorno que lleva a quien lo sufre a evitar involucrarse en cualquier actividad que pueda conducir a la felicidad.
Considerada por algunos expertos como la nueva ansiedad del siglo XXI, la cherofobia se asienta sobre la máxima de que la felicidad nunca es permanente y que, por tanto, como estado de ánimo temporal, siempre se acaba marchando, dejando a su paso un inevitable sentimiento de dolor y frustración por el que los cherofóbicos no quieren pasar.
Como explica Estefanía Amengual, psicóloga y subdirectora de ¿Y Psi Hablamos?:
"Las personas que lo sufren tienen la tendencia a anticipar que algo malo pasará después de sentirse felices. Por tanto, este miedo se debe en realidad a un intento de evitar el sufrimiento, las decepciones y la desilusión; es decir, las posibles consecuencias negativas que trae consigo la dicha".
Muchas de las personas que sufren cherofobia prefieren mantenerse al margen de todo aquello que pueda proporcionarles placer y diversión y así sentirse preparadas ante la aparición de un posible evento negativo.
Por otro lado, aunque suene contradictorio, la baja tolerancia a la frustración y al malestar tiene como consecuencia la evitación de la felicidad.
"Por ejemplo, hay personas que no se sienten capaces de superar una ruptura amorosa y prefieren no enamorarse a toda costa, de forma que renuncian a la felicidad que podría provocarles una relación de pareja", apunta Amengual.
Pese a lo que pudiera parecer, como recuerda la psicóloga especialista en trastornos de ansiedad Carmen González: "el miedo a la felicidad está muy presente en la vida de las personas. Es muy común que se manifieste al final de los tratamientos psicológicos de forma notoria y al principio de estos de manera más velada".
Los pacientes aprenden a vivir durante muchos años con determinadas experiencias vitales ("no considerarse capaces, no sentirse merecedores de cosas que desean, verse obstaculizados en sus metas por problemas que no dependen de ellos o parecen imposibles de cambiar, entre otras muchas") y cuando todo eso se supera en la terapia surge el miedo aterrador a ser feliz y vivir como se ha soñado.
"Muchas veces este miedo es una defensa para poder estar en el mundo y no ser responsable de lo que nos ocurre", dice, "vivir la felicidad es una responsabilidad. Los comportamientos que teníamos y nos hacían infelices tenían una función muy importante en nuestra vida para nuestra supervivencia y nos procuraban ganancias. Abandonarlos, a menudo no es tan fácil".
¿Cómo se trata la aversión a la felicidad?
En el caso de que experimentes ansiedad anticipatoria, de que sientas que evitas sistemáticamente tomar parte en cualquier evento social, de que rechaces todo tipo de oportunidades por miedo a que algo suceda y de que te invada un pesimismo generalizado, es recomendable que acudas a un especialista para empezar a trabajar cuanto antes en todas estas ideas que te están hundiendo psicológicamente.
Algunos de los tratamientos que mejor resultado ofrecen a la hora de tratar esta afección son la terapia cognitivo-conductual (TCC), el uso de técnicas de relajación y la exposición de los pacientes a aquellas actividades que les provocan la felicidad.
En cualquier caso, como añade Amengual, cualquier tratamiento destinado a ayudar a un cherofóbico pasa por
"trabajar en las creencias que la persona tiene sobre la felicidad poniéndolas a prueba mediante una técnica llamada 'reestructuración cognitiva' con el fin de encontrar pensamientos alternativos más racionales que se ajusten a la realidad y, también, por moldear su intolerancia al sufrimiento a través de la gestión emocional".
La terapia, tal y como subraya la psicóloga Encarni Muñoz, puede ayudar a "disfrutar más de las cosas que vienen y del momento presente y no tanto del futuro, que es incierto y no sabemos hacia donde nos puede llevar. Perder lo que se tiene, que los buenos momentos acaben, es un proceso natural y hay que aceptarlo mientras se disfruta de ello el máximo tiempo posible".
CJR