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Gaby Pérez Islas, tanatóloga: “No vacunar a tu hijo contra el dolor del fracaso es la peor negligencia. Le estás creando una alergia a la vida real”

Gaby Pérez Islas advierte que al sobreproteger a los hijos evitamos que desarrollen resiliencia. Enfrentar pequeñas frustraciones es clave para formar adultos emocionalmente fuertes.

Ciudad de México /

Vivimos en la era del "pobrecito". A la menor señal de frustración, tristeza o dificultad de nuestros hijos, corremos a rescatarlos, a solucionarles el problema, a blindarlos del dolor. Pero, ¿y si este impulso protector fuera en realidad una forma de negligencia emocional?

Gaby Pérez Islas, la tanatóloga más influyente de Latinoamérica, nos ofrece una perspectiva tan dura como necesaria: al evitar que nuestros hijos enfrenten las pequeñas "muertes" cotidianas, un juguete roto, un examen reprobado, una amistad que termina, les estamos negando la "vacuna" que genera resiliencia, creando adultos alérgicos a la realidad, incapaces de gestionar la vida cuando esta, inevitablemente, duela.

¿Por qué el ‘pobrecito’ se ha convertido en nuestro lema de crianza?

La cultura latinoamericana está tejida con lazos de afecto profundos. El cuidado y la protección son, sin duda, una de nuestras mayores virtudes. Sin embargo, este instinto, llevado al extremo, se ha deformado. Gaby Pérez Islas señala que hemos confundido el amor con la eliminación de cualquier incomodidad.

El "pobrecito, no llores" o "pobrecito, déjalo, yo lo hago" se ha vuelto un reflejo automático. Este reflejo nace de nuestra propia incapacidad para tolerar el sufrimiento ajeno, especialmente el de nuestros hijos. Al "rescatarlos", en realidad, nos estamos rescatando a nosotros mismos de la ansiedad que nos provoca verlos batallar. Pero este rescate tiene un costo altísimo: les enseñamos que no son capaces y que el dolor es algo tan insoportable que debe ser evitado a toda costa.

¿Qué son las ‘micro-dosis de frustración’ y por qué son una vacuna emocional?

Aquí es donde la perspectiva de la tanatología se vuelve una herramienta de crianza invaluable. Una vacuna funciona introduciendo una versión debilitada de un virus para que el cuerpo genere anticuerpos. Gaby Pérez Islas aplica esta metáfora a la vida emocional. Las "micro-dosis de frustración" son los "virus debilitados" que preparan el sistema inmunológico emocional del niño.

Estas micro-dosis son los pequeños fracasos y decepciones inevitables de la infancia:

  • Perder en un juego de mesa.
  • Que se le caiga el helado al suelo.
  • No ser elegido para el equipo de fútbol.
  • Sacar una mala calificación después de no haber estudiado.
  • Descubrir que su mejor amigo ahora prefiere jugar con alguien más.

Cada una de estas experiencias es una oportunidad para que el niño genere "anticuerpos" de resiliencia, como la perseverancia, la autocompasión, la capacidad de buscar soluciones y la fortaleza para volver a intentarlo. Cuando los padres intervenimos para evitar estas micro-dosis, estamos criando un niño sin defensas emocionales.

La crianza debe estar regida por los acuerdos que se tomen en pareja.

¿Cómo la sobreprotección crea una ‘alergia’ a la vida real?

Un niño que crece en una burbuja estéril, sin exponerse a los "gérmenes" de la frustración, desarrolla lo que Gaby Pérez Islas describe como una "alergia a la realidad". Cuando inevitablemente se enfrenta a un desafío real en la vida adulta —un despido, una ruptura amorosa, una enfermedad—, su sistema inmunológico emocional no tiene ni idea de cómo reaccionar.

La reacción es desproporcionada, como un shock anafiláctico:

  • Se derrumban: No tienen la experiencia previa de haberse caído y levantado.
  • Culpan a los demás: Nunca aprendieron a asumir la responsabilidad de sus errores.
  • Desarrollan ansiedad y depresión: El mundo real les parece un lugar hostil e inmanejable porque nunca se les permitió practicar en él.
  • Buscan gratificación instantánea: No tienen tolerancia a la espera ni al esfuerzo, porque siempre se les dio todo de inmediato.

Al intentar construirles un mundo perfecto, los dejamos perfectamente incapacitados para vivir en el mundo real.

De ‘rescatista’ a ‘entrenador de vida’: ¿Cómo acompañar sin resolver?

El cambio de rol es el desafío más grande para los padres. Debemos dejar de ser el servicio de emergencias y convertirnos en el entrenador que está en la banda, dando instrucciones y ánimo, pero que no puede jugar el partido por ellos.

Gaby Pérez Islas ofrece un camino práctico:

  • Valida el sentimiento, no lo niegues: Lo primero es conectar con el dolor. En lugar de "no es para tanto", di "entiendo que estés muy triste/enojado. Es válido sentirse así. Saca todo lo que necesites". Dale un nombre a la emoción.
  • Confía en su capacidad (y díselo): Una vez validado el sentimiento, transmite tu confianza. "Esto se siente horrible ahora, pero sé que eres fuerte y que vas a poder con esto. Confío en ti". Esta frase es un pilar para su autoestima.
  • Pregunta en lugar de aconsejar: Fomenta su propia capacidad de resolución. "¿Qué crees que puedes aprender de esto?". "¿Hay algo que harías diferente la próxima vez?". "¿Qué necesitas de mí ahora mismo (un abrazo, un consejo, espacio)?".
  • Modela tu propia resiliencia: La herramienta más poderosa es que te vean a ti enfrentar tus propias frustraciones. Habla de tus errores en el trabajo, de tus tristezas, y muéstrales cómo los manejas: "Hoy tuve un día difícil, pero mañana será otra oportunidad". Les enseñas que ser adulto no es ser perfecto, es ser resiliente.

El objetivo final de la crianza, desde la poderosa óptica de la tanatología, no es entregarle al mundo un adulto que nunca ha sufrido, sino uno que ha aprendido a transformar su dolor en sabiduría y sus cicatrices en fortaleza.

Gaby Pérez en X


LO

  • Lorely Osorno
  • Licenciada en Comunicación y Periodismo de la UNAM. Editora en Discover Milenio, apasionada por explorar y difundir hechos relevantes. Me gusta informar sobre temas de utilidad a los lectores y explicar por qué algún suceso está en tendencia. Tengo gran interés por el feminismo y los problemas sociales.

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