Existe una vasta diversidad de productos o marcas en el supermercado para aquellas personas que sufren de intolerancia a la lactosa, una condición que obliga a la mayoría a modificar su dieta; sin embargo, las dudas sobre este padecimiento se hacen presentes debido a las falsas creencias que suelen complicar tanto su diagnóstico como el tratamiento.
¿Para qué sirve la lactosa? ¿Es dañino no consumir lácteos? ¿Cómo puedo saber si soy intolerante a la lactosa?, son algunas de las preguntas más frecuentes. Es por ello que en entrevista para MILENIO la especialista Samantha Alvarado, nutrióloga con Maestría en Nutrición Clínica y Salud Pública por University College of London, nos explica qué es la intolerancia a la lactosa y desmiente los mitos en torno a ella.
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¿Qué es la lactosa y cómo funciona en el cuerpo?
La lactosa es un azúcar presente en la leche, que le da ese característico sabor dulce. Está compuesta por dos moléculas: la glucosa y la galactosa, ambas azúcares que el cuerpo utiliza como una fuente de energía. Si bien la lactosa es posible encontrarla en otros alimentos, la leche es la única que proporciona la galactosa.
Ahora bien, para que el cuerpo pueda absorber las dos azúcares que conforman la lactosa es necesaria una enzima llamada lactasa, la cual se produce en el intestino delgado con ayuda de los enterocitos (células). Es la ausencia de la lactasa en el cuerpo lo que provoca la intolerancia a la lactosa, tal como explica la especialista en nutrición:
“Como la lactasa no está presente, la lactosa pasa completa al intestino grueso porque no hubo una buena digestión. Empieza a haber una descomposición y fermentación muy fuerte de la lactosa; esta fermentación al llegar al intestino es lo que va a desencadenar todos los síntomas que son los que hacen que las personas se sientan mal”, indica Samantha Alvarado, fundadora de Verde Agua, un proyecto que impulsa a las personas a comer alimentos reales.
¿Por qué nos volvemos intolerantes a la lactosa?
Las causas de este padecimiento se suelen asociar a la genética o la edad. En el primer caso, la nutrióloga comenta que las personas provenientes de Asía, Sudamérica y Australia tienen mayor tendencia a padecer de intolerancia a lactosa que en Europa.
En cuanto a la edad, resulta un proceso natural, puesto que al dejar de consumir leche u otro tipo de lácteo, el cuerpo disminuye la producción de lactasa, y por lo tanto se vuelve más complicada su absorción.
“No tiene que ver con la edad per se, tiene que ver con que las personas dejamos de consumir lácteos. Cuando nacemos el único lácteo del que nos alimentamos es la leche materna, entonces hay una producción gigante de lactasa, pero cuando empezamos a introducir otros alimentos, en ese momento ya empieza a haber una reducción en el cuerpo de la lactosa porque éste se da cuenta que no la necesita”, explica.
La producción de lactasa disminuye hasta un 10 por ciento, reserva que permite a la persona consumir al día un máximo de 12 gramos de lactosa, aproximadamente un vaso de leche, entonces las personas no presentan síntomas o estos son muy leves.
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Síntomas de la intolerancia a lactosa:
- Dolor abdominal
- Diarrea
- Estreñimiento
- Inflamación y flatulencias
- Cólicos estomacales
- Náuseas (en ocasiones vómito)
Estos malestares suelen ser pasajeros, dependiendo de la cantidad de lactosa que se consumió, además no produce un daño en el tracto gastrointestinal.
El autodiagnóstico, un problema
Para diagnosticar dicha condición se lleva a cabo una prueba de aliento, en la que se realiza una exposición oral a una dosis de lactosa. Posteriormente, se hace un aspirado de hidrógeno para ver la fermentación que se generó en el intestino grueso.
La nutrióloga Samantha Alvarado habla sobre la importancia de acudir con el médico o especialista para recibir el diagnóstico y tratamiento adecuado, y que te ayude a ajustar tu dieta para que no exista deficiencia de vitaminas u otro nutriente -calcio, zinc, vitamina B, entre otros-, pues existen diversas fuentes de donde obtenerlos o, como menciona Samantha, "no necesariamente tenemos que casarnos con un alimento".
"Hay personas que creen tener intolerancia a la lactosa y no es así. Las personas se autodiagnostican y empiezan a consumir menos lácteos, entonces si esa persona deja de comerlos lo que va a pasar es que se vuelve intolerante", aclara.
Advierte que la intolerancia a la lactosa no debe confundirse con la alergia a la leche. "La intolerancia a la lactosa no compromete al sistema inmunológico, es una reacción en el intestino grueso, pero no hay otro problema, podría asociarse de pronto con mucosidad, diarrea, un poco de asma, pero no es una alergia porque la alergia es una respuesta inmunológica a la proteína de la leche".
¿Absurdo prescindir de la lactosa si no eres intolerante?
La especialista apunta lo innecesario que resulta dejar de consumir leche, queso o yogur cuando no sufres de esta afección. "No pone tu vida en riesgo, pero es una condición con la que algunas personas les cuesta más trabajo vivir. Si no eres intolerante, te autodiagnosticas y empiezas a quitar todos los lácteos y todo lo que tenga lactosa, al final del día tú estás generando que sí seas intolerante", menciona.
Además de los lácteos, existen otro tipos de productos (embutidos, pan, purés) que contienen lactosa, un ingrediente que utiliza la industria alimentaria para darle textura o aumentar las cantidades.
Tipos y tratamiento de la intolerancia a la lactosa
Se puede clasificar en tres tipos: la primaria, pérdida gradual de la capacidad de digerir la lactasa; la secundaria, que está relacionada a una patología, como la gastroenteritis o la enfermedad de Crohn; y la congénita, en la cual se reduce o anula la actividad de la lactasa desde el nacimiento, es decir, son bebés que nacen sin la enzima.
En cuanto al tratamiento, Samantha Alvarado comparte que no sólo existe la opción de modificar tu dieta para reducir el consumo de lácteos, también hay cápsulas de lactasa "que se toman antes o después de los alimentos y eso te ayuda a digerir mejor los productos".
UN TIP 'VERDE AGUA'...
Samantha Alvarado recomienda tomar 100 mililitros en ayunas de Kéfir, un fermentado de leche rico en levaduras y bacterias probióticas que fortalecen la flora intestinal, y por ende protegen a las personas con intolerancia a la lactosa. Esta bebida posee alrededor de 1 por ciento de lactosa.
amt