Un alpinista que pensaba encontrar nieve inmaculada en el Everest puede llevarse una sorpresa desagradable. “Es asqueroso y repugnante, tiene toneladas de residuos”, dijo Pemba Dorje Sherpa, guía nepalés que coronó 18 veces la montaña.
En los años 1990, con la emergencia de las expediciones comerciales, se disparó el número de personas que la escalaron de 8 mil 848 metros de altitud. Este año, tan solo en la alta temporada de primavera, asisitieron al menos 600 alpinistas
Los montañeros prestan muy poca atención a su huella ecológica y poco a poco, cordada tras cordada, los residuos han ido salpicándola.
Por esto, las autoridades piden 4 mil dólares por expedición, que reembolsa si cada alpinista baja al menos ocho kilos de basura.
En el lado tibetano, menos frecuentado, exigen la misma cantidad y una multa de 100 dólares por kilo faltante.
En 2017, recuperaron casi 25 toneladas de desechos sólidos y 15 de residuos humanos, sin embargo, solo la mitad de los escaladores cumple esa cantidad, según el Sagarmatha Pollution Control Committee (SPCC).
Para Dorje Sherpa, el problema principal es la dejadez de los visitantes y que algunos responsables oficiales sean sobornados. “No hay bastante vigilancia en los campamentos altos para garantizar la limpieza”, lamentó.
La guerra de precios entre operadores convirtió la montaña en un destino más asequible para inexpertos, lo que agrava el problema, consideró Damian Benegas, un veterano del Everest. Las expediciones más baratas pueden costar 20 mil dólares, muy por debajo de los cerca de 70 mil que se paga por las montañas más famosas.
Antes los excursionistas llevaban la mayor parte de su material pero ahora muchos neófitos no lo hacen. Los sherpas “deben llevar el material del cliente así que ya no pueden bajar la basura”, indicó Benegas, quien animó a la agencias a contratar a más trabajadores de alta montaña.
Defensores del medioambiente temen que esto afecte los ríos del valle situado más abajo. En la actualidad los excrementos de los alpinistas del campo base se transportan hasta el pueblo más cercano, donde se tiran en zanjas. “Luego son arrastrados río abajo durante el monzón”, explicó Garry Porter, un ingeniero estadounidense que, con su equipo, estudian la construcción de una estructura de compost a proximidad del campo base, para convertir esos desechos en abono.
Ang Tsering Sherpa, expresidente de la Asociación de Alpinismo de Nepal, cree que una solución podría ser crear equipos dedicados a la recolección de basura.
Su operador, Asian Trekking, recolectó 18 toneladas de residuos en la última década, además de los ocho kilos obligatorios por miembro de la expedición.
“El gobierno debe motivar grupos para limpiar y aplicar las reglas de forma más estricta”, sugirió Tsering Sherpa.