El nombre del banquero Juan García Sancho está ligado al de los negocios inmobiliarios que han prosperado en la franja de diez mil hectáreas de bosque que no fueron protegidas en La Primavera. Lo más extraño es que este empresario no vio ya la prosperidad del fraccionamiento El Palomar, tal vez el proyecto de su vida: deprimido y agobiado por sus acreedores, se quitó la vida la segunda semana de septiembre de 1975. El 22 de septiembre fue “destapado” como candidato del PRI, su primo, José López Portillo.
“Se suicidó días o semanas antes de que destaparan a López Portillo como candidato a la presidencia; en Guadalajara se comentó mucho, que hubieran bastado dos o tres semanas que Juan hubiera atrasado su suicidio, para que pasara a ser banquero de nuevo, con el apoyo de López Portillo […] se deprimió y suicidó por su problema económico y porque una mujer con la que andaba, que no era su esposa, lo abandonó y se fue a vivir a España con otro hombre que era su amigo. Él era mucho más viejo que yo, si mi hermano Jesús era ocho años mayor, yo creo que García Sancho era más de quince, y ahora tendría más de 90 años”.
Quien narra esta historia es el arquitecto Fernando González Gortázar, Premio Nacional de Ciencias y Artes 2012, un artista cuya obra llena muchos espacios de identidad de Guadalajara, pero además, al ser hijo del exgobernador Jesús González Gallo, un conocedor de la elite que gobernó la ciudad y el estado desde los años 50 del siglo XX.
El doctor honoris causa por la UdeG (2013) recuerda que un primo segundo suyo, Carlos de Obeso Orendain, era “mano derecha” de García Sancho. “La familia García Sancho tiene una larga historia tapatía, Concepción era la directora eterna del Hospicio Cabañas, cuando aún era hospicio, y Juan que era el más chico, de cuatro hermanos, dos de los cuales eran gemelos, de repente, de un día para otro resulto ser un magnate”. Lo recuerda como un hombre dominado por el dinero y despiadado, y que también tuvo visión de negocios. El símbolo –que no llegó a construirse- de ese fraccionamiento, fue justamente un conjunto escultórico denominado El Palomar, autoría de uno de los tapatíos más famosos del siglo XX, el arquitecto Luis Barragán.
“Es que por el proyecto de Luis Barragán, El Palomar se llama así, porque la maravilla que ideó Luis Barragán era un palomar gigante, que no se hizo, pero quedó el nombre […] cuando iba a ser el aniversario 450 de la fundación de Guadalajara, el director de El Occidental, que en esa época era un periódico importantísimo, quizás el más importante, era Guillermo Chao; una vez me habló y me dijo: oye, quiero que el periódico empiece a promover la construcción de algo que simbolice los 450 años de la ciudad, y le dije, pues que hagan El Palomar de Barragán, no puede haber un símbolo más grandioso, y que lo hagan en el Cerro del Cuatro, que en esa época no estaba invadido de antenas…”.
Para el historiador Juan José Doñán, el tráfico de influencias que implicó El Palomar asestó un daño duradero a la conservación del bosque, porque sentó precedentes para favorecer zonas de exclusión.
“Cuando él logra los permisos para construir en La Primavera, va a abrir una patente de corso, con los otros fraccionamientos posteriores, Bugambilias, Rancho Contento […] si la autoridad federal había dado ya ese permiso, para algo que está en una cota más alta del cerro, ¿por qué no iba a dar para otros en cotas más bajas? Se suicidó porque tenía deudas muy grandes, tenía muchísimos acreedores, es como una historia novelesca, porque menos de dos semanas después destapan a López Portillo y se hubieran acabado sus problemas”.
El suicidio fue en el hotel Monte Carlo, que entonces tenía a su cargo. Los acreedores se quedaron con el proyecto, y ya no siguieron con la obra de Barragán, pero el fraccionamiento ha tenido una larga y exitosa trayectoria como negocio inmobiliario, en el cerro de El Tajo, al sureste de La Primavera.
A Dipp... la ley a secas
- Don Jorge, ¿qué pasaría si la propuesta del gobierno fuera que no se habite La Primavera?
- Es una idiotez, es como una casa abandonada, y lo que le pasa a una casa abandonada es que se cae; La Primavera deshabitada se muere, el hombre es el que le da vida a la naturaleza y la naturaleza al hombre, se complementan.
Este pasaje lleno de voluntarismo cósmico, tipo Schopenhauer, es en realidad una perla emitida por un hombre pragmático, seductor, “self-made man”, habilísimo en las relaciones públicas personales, que se ostentó como defensor de bienes naturales de Guadalajara y sus regiones circunvecinas… a la vez que hacía negocios con ellos. Es Jorge Dipp Murad, uno de los más conspicuos integrantes de la diáspora libanesa que ha hecho huesos viejos en la capital de Jalisco. La entrevista la realizó el reportero en agosto de 1998 en la oficina del empresario, en la zona industrial. Lucía ya enjuto y cansado, pero desprendía una fuerza interior que quizás sea la clave de su éxito en el mundo de los negocios… y de su fracaso inmobiliario en La Primavera (texto disponible en Público, 8 de agosto de 1998).
Dipp Murad traía posiblemente el proyecto inmobiliario más ambicioso en el bosque: Ciudad La Primavera. Con helipuerto y aeródromo, campos de recreo, fincas campestres, caminos empedrados y todos los lujos de habitar la ciudad. La intención expresa era alojar medio millón de habitantes. El entonces mayor propietario del bosque se ostentaba en 1972 como dueño de unas 7,500 hectáreas. Amigo de gobernadores, de secretarios de estado, de presidentes. Logró convencer a Alberto Orozco Romero de convertir la sierra en una reserva urbana. El negocio pintaba como el mayor de su vida.
“López Portillo y don Jorge eran muy amigos; se hablaban, y don Jorge era muy insolente con el presidente, cosa que hacía que me cayera muy bien”, recuerda González Gortázar. “Se comenta que siendo López Portillo secretario de Hacienda al final del sexenio de Echeverría, llegó a visitarlo don Jorge y López Portillo muy enojado le dijo: estoy perfectamente enterado de que tú estás en quiebra técnica, de que debes más dinero del que tienes, y que pese a eso sigues pidiendo prestado, dando garantías falsas, y que él le contesto: claro Pepe, eso hago, y exactamente está todo el país igual…”. El trato era familiar, de confianza extrema, de camaradas. Sin embargo, López Portillo no permitió el desarrollo inmobiliario en los predios de Dipp, y por el contrario, le tomó 5,290 ha “a título de donación”, por deudas fiscales del magnate tapatío. Ese terreno formó la base del patrimonio público que se sostiene en La Primavera: el propio presidente en funciones lo donó al gobierno de Jalisco.
- Don Jorge presumió en la entrevista de hace 20 años que él era el principal donante de área pública en La Primavera, pero nunca dijo que tenía problemas fiscales que lo obligaron a ser benefactor.
- Sin duda, y quien financiaba los negocios de don Jorge era la Secretaría de Hacienda, o sea, López Portillo.
El origen de esa amistad puede ser las raíces jaliscienses de la familia López Portillo. Dipp se había logrado introducir en la alta sociedad tapatía desde los años treinta (MILENIO JALISCO, 30 de marzo de 2018).
“Cuando era candidato a la presidencia hubo un gran mitin en la plaza de la Liberación, donde López Portillo dijo: ‘una pena tengo en mi vida, la de no haber nacido en Guadalajara; y un orgullo tengo en mi vida, la de llevar sangre de muchas, pero muchas generaciones de jaliscienses’. Ya te imaginarás que a todos los concurrentes se los echó a la bolsa; yo nunca conocí a López Portillo, más que una vez, siendo presidente, pero conocí a Margarita, su hermana […] si la conocí muy bien, porque iba a visita mi mamá con mucha frecuencia a su mamá, doña Cuquita, es decir, eran tapatíos a más no poder; nomás eran tres, Margarita, Alicia y José, y el único de la familia López Portillo que no vivió en Guadalajara fue José, pero doña Cuquita vivió casi hasta el final, ya muy viejita se la llevó a morir a México, era una personas encantadora”, agrega el artista.
La visión inmobiliaria de La Primavera era muy común en esos años 70, más allá de que para muchos representaba más la utopía bucólica frente a la ciudad que crecía y se desordenaba. Don Vicente Gerardo Arregui compró en esos años y recuerda que se puso de moda adquirir terrenos a lo largo del camino a San Isidro Mazatepec, una carretera que se prometía, pronto sería completada.
“Hubo mucha compra de gente de Guadalajara, más que nada en cuestión de bienes raíces, especulativa. Don Jorge ya tenía su rancho en La Lobera, que conservó incluso cuando hizo la donación. No había autoridad, ni limitantes, no había organismos reguladores para el cuidado del bosque y la ecología. Aquello era tierra de nadie…”.
Claves
Una cronología
1943
Se inaugura el primer balnerario del bosque, denominado La Primavera
1959
Una sociedad mercantil extranjera adquiere 10 hectáreas para abrir el SPA más antiguo
1968
Se establece el fraccionamiento más antiguo al interior del bosque: Pinar de la Venta
1970 y 1972
Decretos estatales para hacer de La Primavera “zona de utilidad pública y suo turístico” y “reserva urbana” de Guadalajara
1974-1975
La Secretaría de Recursos Hidráulicos establece la delimitación preliminar para un decreto de parque nacional, y luego, la definitiva
1976
Se entrega al presidente Luis Echeverría la propuesta de parque nacional, en junio de ese año. 33 organismos de interés social y la Universidad de Guadalajara lo proponen
1980
Rechazada la propuesta de parque nacional, el presidente José López Portillo decreta el 6 de marzo “zona de protección forestal y refugio de fauna silvestre”
Fuente: Plan de Manejo Bosque La Primavera, 1989, Facultad de Agricultura y DICSA de la UdeG
SRN