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Cómo la ‘medicina’ ha mentido sobre el cuerpo de las mujeres

Por siglos la medicina estuvo marcada por la mirada masculina, el sesgo marcó el estudio de la diversidad de cuerpos.

Lizeth Hernández
Ciudad de México /

Los cuerpos de las mujeres están marcados por la mirada masculina, literalmente. A lo largo de la historia, ellos han dejado su nombre y apellido sobre la anatomía femenina. El saco de Douglas, las glándulas de Bartolino, los músculos de Kegel y las trompas de Falopio encabezan una lista larga de partes del cuerpo que llevan el nombre de varones que se adjudicaron su descubrimiento.

Pero además de haber "reclamado" y "bautizado" anatomía ajena, a lo largo de la historia los médicos y científicos también han mentido sobre esta fisionomía. Lo que podría parecer una inocente omisión en las investigaciones, con el tiempo se han revelado como grandes mentiras e incluso han llegado a poner en riesgo la vida plena de los cuerpos femeninos.

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Primera mentira: las mujeres son menos inteligentes porque su cerebro es más pequeño

Pierre Paul Broca fue un respetado neurólogo. Se le considera como uno de los investigadores que sentó las bases de la neurociencia. Realizó diversas pruebas a lo largo de su carrera, algunas de ellas, enfocadas en conocer la diferencia entre los cerebros de hombres y mujeres.

Para ello, pesó y midió cerca de 300 cerebros de hombres y comparó los resultados con los de 140 cerebros de mujeres. El resultado: los cerebros femeninos eran de talla más pequeña.

A lo largo de los años se reforzaron estereotipos basados en interpretaciones sesgadas | Especial

La creencia de que el tamaño era equivalente a la capacidad cognitiva dominó, así que, con datos en mano, el respetado investigador aseguró que sus resultados eran prueba irrefutable de la inferioridad femenina. La idea fue retomada por científicos del siglo XIX, como Gustave Le Bon, Alexander Baisn y George Romanes.

Hoy en día sabemos que una parte de sus dichos eran verdad, en promedio, el cerebro de las mujeres es un 11% más pequeño que el de los hombres. No obstante, la diferencia está lejos de reflejar la inteligencia o capacidades de cualquier organismo. Basta señalar que, el cerebro humano es mucho más pequeño que el de una ballena.

Segunda mentira: la histeria es una enfermedad de mujeres

La histeria fue tratada como un problema médico que padecían únicamente las personas con útero, órgano al que a lo largo de la historia de la medicina, se le adjudicó el origen de básicamente cualquier malestar femenino.  

El concepto se originó en Grecia y pasó por Egipto, comenzó a utilizarse para describir dolencias físicas e incluso comportamientos poco usuales en las mujeres. Posteriormente la palabra definió un trastorno psicológico —el más comúnmente diagnosticados a largo de los siglos XVIII y XIX — y quedó asentado en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, por varios años. 

Algunos médicos del siglo XIX sostenían incluso que los problemas en los genitales podían causar problemas psicológicos en las mujeres, incluida la histeria.

Richard Maurice Bucke, un psiquiatra canadiense de la época, llevó a cabo procedimientos quirúrgicos altamente invasivos, como histerectomías (la extirpación del útero), creyendo que podía tratar y "curar" las enfermedades mentales en mujeres.

Así, el término histeria funcionó como un concepto amplio y vago que abarcaba una gran variedad de síntomas distintos, perpetuando estereotipos y prejuicios acerca de las mujeres y su salud mental.

Una lección sobre histeria por Jean Martin Charcot de André Brouillet (1887 ) | Museo de la Facultad de Medicina, París

A pesar de que la palabra comenzó a desvanecerse de la jerga médica en el siglo XX, el proceso fue lento. Por ejemplo, el primer Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-I), publicado en 1952 por la Asociación Americana de Psiquiatría, ya no incluyó la histeria como una enfermedad mental reconocida. Sin embargo, en 1968, la histeria reapareció en el DSM-II, antes de ser eliminada nuevamente en el DSM-III de 1980.

La historia de la medicina muestra repetidamente que la histeria se utilizó como una herramienta para etiquetar y patologizar aspectos de las mujeres que la medicina, muchas veces liderada por  hombres, consideraban incomprensibles. 

Tercera mentira: la menstruación se limita a sangrar una vez al mes

Hay mentiras por omisión. Por siglos, los conocimientos sobre la menstruación y la menopausia se obtuvieron de manera casi autodidacta, por referencias basadas en la vivencia y la observación que muchas veces fue desdeñada desde la ciencia.

Recientemente las y los científicos han enfocado sus investigaciones hacia la experiencia corporal de las mujeres en diferentes etapas de su vida, lo que ha permitido saber más sobre lo que ocurre en él. 

Los primeros estudios revelan que los efectos de las hormonas son más amplios de lo que se creía y que la menstruación no sólo implica el sangrado mensual: se descubrió que la regla provoca cambios en el cerebro.


El cerebro de las mujeres cambia durante la menstruación | Especial

De acuerdo con investigaciones como las de Elizabeth Rizor, Viktoriya Babenko y Rachel G. Zsido, las hormonas influyen en la estructura de la materia blanca, por lo que un cambio durante la menstruación, la ovulación y la fase lútea pueden remodelar la estructura del órgano. Estos cambios se observaron especialmente en las áreas temporales y occipitales del cerebro.

Por ejemplo, el aumento de estradiol y LH se relacionó con mejores propiedades de la materia blanca, que son como las "carreteras" por donde viaja la información en el cerebro.

El incremento de FSH estuvo relacionado con un mayor grosor del córtex cerebral (que es la capa externa del cerebro), mientras que niveles más elevados de progesterona se asociaron con un mayor volumen de tejido cerebral y menos líquido cefalorraquídeo (LCR).

Cuarta mentira: las mujeres exageran el dolor

Los médicos han llegado a desestimar la magnitud o implicaciones de algunos síntomas, por ejemplo, un estudio realizado en Estados Unidos encontró que los famosos ‘bochornos’ y las migrañas, descritos principalmente por mujeres durante la menopausia, implican un riesgo mayor de sufrir enfermedades cardiovasculares cuando son persistentes.

Esto se debe al papel que tienen los estrógenos en el cuerpo femenino: su disminución trae consigo cambios en la temperatura interna, pérdida ósea, alteraciones de sueño, e incluso mayor riesgo de padecer Alzheimer.

Los doctores a menudo llegan a ignorar los malestares de las pacientes | Especial

Algo similar ocurre con el dolor. Las investigaciones muestran que el personal hospitalario toma menos en serio el malestar de las mujeres, mismo que incluso se llega a interpretar como un problema psicológico, manifestación física de estrés, ansiedad o depresión.

Esto, aún cuando existen datos bien documentados que confirman que las mujeres tienen un riesgo mayor de sufrir afecciones dolorosas comunes en comparación con los hombres.

Quinta mentira: hay menos mujeres con TDAH 

Anteriormente se creía que el TDAH era más predominante en hombres: se registraban mayor número de casos comparados con los de mujeres. Sin embargo, en abril de 2024 un artículo de The Lancet rebatió esta idea.

De acuerdo con los autores, las mujeres tienen menos probabilidades de ser diagnosticadas durante la infancia, lo que indica, que hasta el día de hoy, podría haber un número amplio de casos desconocidos.

“Esta discrepancia no es exclusiva del TDAH; otras afecciones del desarrollo neurológico, por ejemplo el autismo, también se diagnostican con menos frecuencia y más tarde en la vida en las mujeres que en los hombres”, señalan en su estudio.
Las niñas reciben diagnósticos tardíos o equivocados | Especial

Se sospecha que el ensombrecimiento de los casos está ligado a prácticas de diagnóstico y razones socioculturales que llevan a las jóvenes a 'enmascarar' sus síntomas. Además, a diferencia de los hombres, las mujeres tienen más probabilidad de presentar un  subtipo de TDHA conocido como inatento, en lugar de el hiperactivo-impulsivo, lo que contribuye a que sea pasado por alto por la familia o los médicos.  

“Dado que estos síntomas son menos perturbadores para los demás que las conductas hiperactivas-impulsivas, podrían ser menos visibles y menos fáciles de reconocer”.

Las niñas y mujeres no solo reciben un diagnóstico tardío, también tienen menos probabilidades de que se les recete medicamentos para cuando ya fue detectado, incluso después de tener en cuenta la gravedad de los síntomas.

Como estos, existen muchos otro casos que han terminado por influir en el desarrollo de las mujeres. El problema pasa desde la creación de medicamentos hasta análisis de la repercusión de algunas enfermedades en sectores específicos de la población.

Diversas áreas de estudio han dejado fuera a las mujeres, por ejemplo, en 1982 un grupo de investigadores se propuso analizar el efecto de la aspirina en enfermedades cardiovasculares, años después otro equipo se enfocó en la asociación de las enfermedades del corazón y el consumo de café; ninguno contempló los efectos en el cuerpo de las mujeres, como explican S. García Dauder y Eulalia Pérez, autoras del Las ‘mentiras’ científicas sobre las mujeres.

Actualmente, las nuevas generaciones de científicas han ahondado en esta lista de problemáticas, la Universidad de Boston, por ejemplo, desarrolló el estudio más grande de salud de las mujeres negras, quienes tiene más probabilidad que otros grupos raciales y étnicos de morir de enfermedades cardiovasculares, hipertensión, accidente cerebrovascular, lupus, diabetes y varios tipos de cáncer.



LHM ​


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