Más de 70 años de investigación en menopausia han sido revisados por un grupo de científicos, quienes llaman la atención sobre las lagunas de conocimiento que aún existen, y destacan que más del 85 por ciento de las mujeres en países de altos ingresos no reciben un tratamiento eficaz para sus síntomas.
El estudio que publica la revista Cell, agrega que las opciones de tratamiento para quienes sufren los síntomas más graves suelen estar poco investigadas, y algunas tienen una eficacia cuestionable o causan efectos secundarios perjudiciales.
Los expertos, encabezados por Susan Davis, de la Universidad de Monash (Australia), piden más investigación sobre la cronología y el tratamiento de la menopausia, así como un tratamiento holístico e individualizado que aborde tanto los síntomas como otros cambios sistémicos que ocurren en el cuerpo.
No todas las mujeres necesitan tratamiento para los síntomas asociados a la menopausia, pero el estudio destaca que “más del 85 por ciento de las mujeres de los países de ingresos altos no reciben un tratamiento eficaz y aprobado por las autoridades reguladoras para sus síntomas”.
Además, “no se ha documentado sistemáticamente la proporción de mujeres sintomáticas que no reciben tratamiento en los países de ingresos bajos y medios”.
La fisiología de la menopausia es “compleja e incompleta” escriben los autores, quienes recuerdan que para algunas mujeres los síntomas pueden ser graves, o incluso incapacitantes, y perturbar el trabajo y la familia.
Reconocer que la menopausia, para la mayoría de las mujeres, es un acontecimiento biológico natural, no exime del uso de intervenciones para aliviar los síntomas.
El equipo analizó más de 200 fuentes a lo largo de 71 años para sintetizar lo que se sabe actualmente sobre la menopausia y proponen una nueva definición como "cese definitivo de la función ovárica", una actualización de la definición tradicional, que se centraba en la menstruación.
Muchos son los aspectos de la menopausia que aún no se conocen bien, como cuándo se producen sus fases, ya que varía de una persona a otra, por lo que los autores sostienen que las actuales restricciones de edad en las prescripciones y terapias son “ilógicas y problemáticas”.
Aunque los síntomas suelen empezar durante la perimenopausia, actualmente hay pocas terapias aprobadas para pacientes en ese estadio.
Los tratamientos para la menopausia van desde terapias hormonales hasta láseres y productos vegetales, pero pocos se han estudiado durante períodos de tiempo suficientemente largos. Además, todos ellos tienen posibles efectos secundarios y problemas de salud.
El tratamiento más eficaz para los síntomas de la menopausia es la terapia hormonal menopáusica (THM), dirigida al estógeno, que reduce la pérdida ósea y puede tener beneficios cardiometabólicos, pero incluso esta opción “está lejos de ser una solución perfecta” para todas las personas.
Los autores advierten de que incluso si no hay síntomas perceptibles, puede haber importantes "consecuencias silenciosas para la salud", como la pérdida ósea y un mayor riesgo de diabetes, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.
Además, algunos síntomas como la depresión y la ansiedad son a veces afecciones preexistentes que se han atribuido falsamente a la menopausia debido al estigma que la rodea.
Los autores destacan que a menudo no se tienen en cuenta factores socioeconómicos, como una menor calidad de vida y el posible impacto negativo de los síntomas de la menopausia en el rendimiento laboral de la mujer.
"La terapia debe individualizarse en función de la edad y los riesgos para la salud, reconociendo que los riesgos para la salud pueden aumentar con la edad".
En conclusión, “a pesar de décadas de investigación sobre la menopausia, aún queda mucho por hacer", escriben los investigadores, y de cara al futuro instan a profundizar en el momento en que comienza el proceso de la menopausia y centrarse en conseguir que los tratamientos sean más eficaces y seguros en general.
Además, sugieren estudiar los impactos de la menopausia en el trabajo tanto desde casa como en la oficina, así como los efectos en personas con trayectorias profesionales menos tradicionales, como cuidadores y voluntarios.
DAG