Aunque la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) ha ejecutado misiones y lanzamientos espaciales con éxito - por ejemplo: el vehículo Perseverance, que despegó en busca de vida en Marte, o el cohete Falcon 9, que llevó la cápsula Crew Dragon de SpaceX al espacio -, también ha tenido misiones que acaban en tragedia.
En este día que se conmemora su fundación (1 de octubre de 1958), vale la pena recordar uno de estos episodios desafortunados que cimbró a todo el mundo y cambió para siempre a la institución espacial: el accidente del Transbordador espacial Challenger.
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El Challenger, que tomó su nombre de un buque de guerra británico que llevó a cabo una expedición marina global en 1870, realizó su primer vuelo el 4 de abril de 1983. Antes de la misión que lo plasmó trágicamente en la historia, realizó 9 vuelos exitosos.
Accidente del Challenger
El 28 de enero de 1986, a la hora del despegue (11:39, hora local), las escuelas en Estados Unidos habían parado sus clases para que los pequeños vieran en directo cómo viajaba al espacio la primera ciudadana común, la profesora Christa McAuliffe. Además de los astronautas Gregory Jarvis, Judith Resnik, Dick Scobee, Ronald McNair, Michael J. Smith y Ellison Onizuka.
El lanzamiento se había retrasado, e incluso se llegó a pensar que no podría efectuarse, pues la temperatura en el momento del despegue era de 2 grados centígrados; los ingenieros, como se supo después en la comisión de investigación de la tragedia, habían advertido que no debía lanzarse a menos de 11,7 grados centígrados.
Apenas un minuto después del despegue, pudo verse en directo cómo el Challenger se convertía en una bola de fuego. Nadie podía creer lo que estaba pasando.
"Obviamente ha ocurrido un fallo mayor", fueron las primeras palabras sobre el suceso de Stephen Nesbitt desde el control de la misión. "No tenemos enlace", dijo a continuación. "Nos informa un oficial de dinámicas de vuelo de que el vehículo ha explotado", añadió poco después.
El Challenger se desintegró poco más de un minuto después de su salida debido a una serie de fallos técnicos en los anillos O, unas juntas que sellan el cohete de propulsión que proyecta la nave, lo que produjo un escape de gas que perforó el depósito principal e hizo que acabara envuelto en llamas.
Se tardaron casi dos meses en encontrar los restos de los siete fallecidos, que cayeron al Océano Atlántico, a unos 28 kilómetros de la costa de Cabo Cañaveral, sitio del despegue.
Esta tragedia fue un duro golpe para una NASA en plena ebullición por enviar transbordadores al espacio; la tragedia cambió la agencia para siempre: se revisó toda la tecnología y el protocolo de los transbordadores, y se frustró su aspiración de enviar civiles al espacio para involucrar a la sociedad en sus exploraciones.
Aunque no era la primera vez que morían astronautas, pues en 1967 los tres tripulantes del Apolo 1 perecieron al producirse un incendio en el módulo de comando, el Challenger tuvo un impacto mucho mayor, en buena medida por la emoción que había despertado en el país ver a una persona común en el espacio.
yhc