La historia de la miel y la humanidad se remonta a miles de años atrás: ubicada en Valencia, España, fue hallada una cueva con pinturas rupestres elaboradas entre el 9000 a.C. y el 6000 a.C., en una de las imágenes se puede observar a una figura humana escalando un árbol para alcanzar un panal.
Para los egipcios, más allá de un dulce alimento, representaba una ofrenda para los dioses y un néctar que acompañaba a los faraones que partían al otro mundo. En ésta, como en otras culturas, también se reconoció su uso como antibiótico en heridas y quemaduras.
Además de la estrecha historia compartida y los usos que se le da hoy en día, investigaciones han confirmado que la miel tiene una cualidad de vida “eterna”.
Y es que, según lo señalado por la ciencia, este alimento puede permanecer en óptimas condiciones pese al paso del tiempo siempre y cuando se le guarde apropiadamente.
Son diversas las razones para ello, de acuerdo con el estudio “Honey: a reservoir for microorganisms and an inhibitory agent for microbes” son principalmente su composición y propiedades las que contribuyen a que la miel no se pudra.
Por qué la miel no se “echa a perder”
La miel es azúcar y agua (aunque esta última está presente en cantidades muy pequeñas). Al ser principalmente azúcares concentrados (mismos que se caracterizan por su capacidad para absorber la humedad) dificultan la vida y reproducción de microorganismos responsables de la descomposición de los alimentos.
A la par, y contrario a lo que parece, la acidez del néctar también es un punto clave para su longevidad, ya que su pH —que ronda entre los 3 y 4.5— convierte a la miel en un hábitat hostil para las bacterias.
De hecho, en estudios de laboratorio se ha demostrado su acción antimicrobiana contra un amplio espectro de bacterias y hongos, entre ellos aquellos que aceleran el proceso de descomposición.
Al respecto, investigadores han encontrado que la miel tiene un efecto inhibidor de alrededor de 60 especies de bacterias, además, también se ha observado una acción antifúngica para algunas levaduras, lo que no solo le ayuda a su conservación sino que también respaldaría su uso para atender heridas leves y quemaduras.
Cabe señalar que el hecho de que la miel no se "eche a perder" no quiere decir que ésta no presente cambios, de hecho puede llegar a ser afectada por la humedad del ambiente. Es por ello que es preferible conservarla en frascos bien cerrados.
Por otro lado, es normal que ésta cambie de textura, bastará con calentar el recipiente en el que se le almacena para que recupere su apariencia original.
LHM