Rara secuela de covid-19 deja a hombre al borde de la muerte; amor de su esposa lo salva

Hernando Rodríguez, su esposa y sus tres hijos se contagiaron de coronavirus a principios de este año, planeaban un viaje de Florida a Tennessee.

Un hombre tuvo una rara secuela de covid-19 | Especial
Estados Unidos /

Durante un mes, Hernando Rodríguez permaneció en estado crítico inconsciente y paralizado por un síndrome poco usual: el síndrome de Guillian Barre, una de esas raras secuelas que deja el covid-19 en el llamado long covid; el hombre había llegado al borde de la muerte y regresado.

En una investigación de Telemundo se explica que Rodríguez, su esposa y sus tres hijos se contagiaron de coronavirus a principios de este año, planeaban un viaje de Florida a Tennessee para celebrar sus 17 años de casados y temieron cancelarlo, pero al hacerse las pruebas poco después todos dieron negativo y el 9 de enero partieron. 

Y ahí fue cuando Hernando comenzó a sentirse mal, empezó con una molestia, con un dolor que parecía que le quemaban las piernas por dentro, ningún analgésico podría funcionar contra ese dolor insoportable y al volver a Florida acudieron a una clínica donde le aseguraron que se trataba de síndrome post covid, una serie de secuelas que incluyen fatiga, desorientación y neuropatías como dolores en las extremidades. 

La recomendación fue seguir tomando analgésico, pero el dolor persistía, la debilidad aumentaba y su esposa empezaba a preocuparse. Un mediodía, a la hora de preparar el almuerzo, Rodríguez quiso acompañarla, pero tuvo que pedirle ayuda para pararse. “Me estás asustando, mi amor”, le dijo Urueña.

Hernando llegó a la cocina tambaleándose, tomó un vaso de agua y se desplomó, sus piernas no respondían; su esposa recuerda que "se puso verde" y que gracias a que sus sobrinos, que viven en Colombia, estaban de visita corrieron y ayudaron a levantarlo, después pidieron un Uber para ir al hospital, pero era 20 de enero y Estados Unidos sufría de la segunda ola de contagios por covid-19.

Le hicieron exámenes, tomografías y resonancias magnéticas. Urueña recuerda estar “inconsolable”; las enfermeras se apiadaron de ella y la dejaron verlo antes de trasladarlo a la unidad de cuidados intensivos. Al salir, con él estaba la neuróloga que le comunicó el diagnóstico: síndrome de Guillain-Barré.

¿Qué es el síndrome de Guillain-Barré?

“El síndrome de Guillain-Barré es (Ghee-YAN Bah-RAY) (GBS) es un trastorno autoinmune poco común en el que el propio sistema inmunológico de una persona daña los nervios, causando debilidad muscular y, a veces, parálisis", según describen los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos. 

En esta afección, el sistema inmunitario del organismo ataca parte del sistema nervioso periférico. El síndrome puede afectar a los nervios que controlan los movimientos musculares así como a los que transmiten sensaciones dolorosas, térmicas y táctiles. 

Esto puede producir debilidad muscular y pérdida de sensibilidad en las piernas o brazos. Se trata de una afección rara. Si bien pueden verse afectadas personas de todas las edades, es más frecuente en adultos y en el sexo masculino, según la Organización Mundial de la Salud. 

La lucha contra síndrome Guillain-Barré

De acuerdo con Telemundo, así comenzó una odisea contra una enfermedad de la que su familia no sabía nada y es que el síndrome de Guillain-Barré es particularmente peligroso porque afecta todo el cuerpo. La inmovilidad puede desencadenar coágulos en las piernas que viajan al corazón o pulmones.

Para que esto no sucediera, Hernando Rodríguez tuvo que usar botas de compresión especiales que estimulaban su circulación, pero la inmovilidad le generó una herida abierta en el coxis que debía ser desinfectada a menudo para evitar una infección a toda cosa, por lo que equipos de enfermeros entraban y salían a todas horas y ahí.

La complicación más inesperada llegó cinco días después de ser internado. Para sorpresa de los médicos, Rodríguez dio positivo de nuevo a la prueba de covid-19 ese día y por todo el mes siguiente.

Desarrolló una neumonía severa que duró 50 días. Tuvieron que practicarle una traqueostomía para respirar, y no podía ni masticar ni tragar, por lo que lo alimentaban y medicaban con un tubo conectado al estómago.

Pasaron 10 días y, pese a la angustia de su familia, Rodríguez pareció recuperarse: comenzó a mover la cara y a sonreír.

"Todos estábamos felices, la neuróloga nos llamó, puso la cámara, saludándolo, esa euforia de todo el mundo”, recuerda Urueña. Pero dos días después, el 7 de febrero, la parálisis regresó y más fuerte que nunca.

Esposa salvó a Hernando Rodríguez

Tras 28 días hospitalizado, una llamada despertó a la esposa de Hernando de un profundo sueño. Eran las 2:40 de la madrugada. Rafael, uno de los enfermeros que cuidaban a Rodríguez y con quien había entablado una amistad, le dijo que su esposo no estaba bien. 

“Cuando me lo puso en la cámara casi me muero”, dice ella, “no era mi esposo, estaba muy, muy malito”. Rafael la animó a venir corriendo al hospital y buscar permiso para verlo: “Llama a quien sea, pero tienes que entrar”, le dijo desesperado.
"Él salivaba todo el tiempo porque los músculos de su garganta no funcionaban aún, y tampoco podía tragar por la traqueotomía y podría broncoaspirar", explica Urueña.

Fuera del hospital, le suplicó esa madrugada a la jefa de enfermeras que la dejara pasar. Le dijeron que podía entrar pero más tarde. A las 10 de la mañana pudo al fin pasar a una sala de la UCI, donde recibió la llamada de una de las doctoras, quien le contó que llevaban horas luchando por estabilizarle su baja presión arterial y el ritmo de su corazón, que latía a 200 por minuto: habían hecho todo lo médicamente posible, le dijo, pero su estado era “crítico y delicado” y no respondía.

Una enfermera salió para hacerla pasar, pero justo antes la detuvieron de nuevo porque había empeorado súbitamente. Allí, a la entrada del cuarto, Urueña se arrodilló, levantó sus manos y se puso a rezar.

“Sentí que una persona me cogió una mano y otra persona me cogió la otra, y cuando abrí los ojos yo pensé que me iban a parar, pero eran dos enfermeras orando y llorando conmigo”, recuerda. “No te imaginás todo lo que uno alcanza a... no sé, a generar, a mover, a hacer, en un momento de tanta angustia y tanta desesperación”.

bgpa

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