Semmelweis, el doctor que descubrió que lavarse las manos salva vidas

Conoce la historia del médico húngaro que por sus ideas sobre la higiene acabó en un psiquiátrico.

El médico que insistió en la higiene para salvar vidas (Getty).
Editorial Milenio
Ciudad de México /

Lavarse las manos es una medida sanitaria que resulta vital para prevenir el contagio del coronavirus SARS-COV-2, que causa la enfermedad covid-19, pero hace unos años esta práctica de higiene no era bien vista por los doctores e incluso la tachaban de ridícula.

Fue el doctor húngaro Ignaz Semmelweis (1818-1865) quien, a mediados del siglo XIX, cuando se desconocía la existencia de gérmenes y bacterias, descubrió que la higiene salva vidas, pero sus colegas ridiculizaron sus ideas y él murió abandonado en un psiquiátrico.

Las teorías de Semmelweis  lo revelan como un adelantado a su tiempo, pues ahora su descubrimiento tiene más vigencia que nunca: lavarse las manos dificulta contraer el covid-19, además de otras infecciones y contagios; cada año salva millones de vidas.

Pionero de la higiene 

Semmelweis estudió medicina en Pest y Viena, donde se doctoró y logró una plaza en 1846 en el área de maternidad del Hospital General de la ciudad. Los hospitales en esa época eran muy distintos de los actuales: eran lugares sucios y pestilentes, pues el personal solía taparse la nariz para trabajar.

Una acción tan sencilla que en su momento causó polémica (Shutterstock).

La tasa de mortalidad por fiebre puerperal era de alrededor del 15 % y a veces llegaba al 30 %. En aquella época, las muertes en los partos o en las infecciones posteriores se atribuían a una transmisión aérea por aire corrupto o miasmas pútridas.

En la Maternidad había dos clínicas, una atendida por médicos y otra por matronas. En la primera, la mortalidad era muy superior a la segunda. Semmelweis, interesado en esta estadística, observó que los médicos y estudiantes asistían directamente a los partos tras haber realizado autopsias; en ese entonces no se usaban guantes, por lo que los médicos tenían las manos sucias con restos orgánicos de los cadáveres, lo que transmitía infecciones sin que ellos lo supieran.

Lavarse las manos

Semmelweis concluyó que existía una relación entre la escasa higiene de los médicos y la elevada mortalidad en la sala de partos.

"Para que ocurra fiebre puerperal es condición ineludible la introducción de materia cadavérica en el torrente sanguíneo", anotó el médico húngaro.

Su solución fue obligar a los médicos a lavarse las manos durante cinco minutos con cloruro cálcico antes de entrar en los paritorios. Los resultados no tardaron en llegar: si a principios de 1847 la tasa de mortalidad era del 18 por ciento, pocas semanas después cayó por debajo del 3 por ciento.

Pese a este éxito, médicos más influyentes en Viena se burlaron de sus ideas, consideraron que la bajada en la mortalidad era una simple fluctuación estadística y presionaron para que no le renovaran su contrato.

"Los médicos no querían admitir que ellos mismos, por sus propias manos, fuesen responsables de las muertes de mujeres y niños. Eran personas que querían ayudar y salvar vidas, y aceptar eso era muy duro", explica Bernhard Küenburg, fundador y presidente de la Asociación Semmelweis de Viena.

En 1849, pese a haber reducido la mortalidad, su contrato con el hospital se canceló. Las muertes volvieron a subir rápidamente porque el lavado de manos dejó de emplearse.

Muerte en un psiquiátrico 

Semmelweis regresó a Budapest, donde trabajó en varios hospitales en los que redujo la mortalidad a menos del 1 por ciento, aunque siguió enfrentando críticos por señalar como asesinos a los médicos que no se lavaban las manos.

"Cuanto mayor era el rechazo a sus teorías, más agresiva se volvía su forma de argumentar", relata Küenburg.

Las circunstancias de su muerte son trágicas. En 1865, a los 47 años, fue internado contra su voluntad en un manicomio a las afueras de Viena y dos semanas después murió tras intentar fugarse, al parecer, debido al maltrato sufrido por los guardias que lo capturaron.

Lavarse las manos es una acción vital contra el coronavirus (Shutterstock).

Reconocimiento póstumo

Sus ideas se comenzaron a aplicar después de su muerte y, de forma póstuma, se le reconoció como "el salvador de las madres". Su apellido da nombre a clínicas en Viena y Budapest y su descubrimiento es reconocido de forma universal.

También da nombre al reflejo de Semmelweis, una metáfora sobre el rechazo a ideas nuevas basadas en la evidencia porque contradicen verdades hasta entonces incuestionables.

​yhc

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