La existencia de vida fuera de nuestro planeta es uno de los más grandes misterios para la comunidad científica, y ahora, un grupo de científicos descubrió más detalles sobre quizás la ráfaga de radio rápida (FRB) repetida más famosa, la cuál llega desde el espacio cada 16 días luego de que esta aumentara más que nunca su intensidad, un fenómeno misterioso que los astrónomos aún no pueden explicar.
Esta ráfaga de radio rápida, conocida como FRB20180916B, se detectó en 2018 poco más de una década después de que se descubrieron por primera vez las FRB. Aunque algunas son destellos individuales, otras son cíclicas. En este caso, se activa durante cuatro días y luego permanece en silencio durante 12, en total 16 días. También es la FRB más cercano que los científicos han visto hasta ahora, a 500 millones de años luz de distancia.
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Ahora, un equipo dirigido por investigadores de la Universidad McGill y miembros de la colaboración CHIME Fast Radio Burst de Canadá han establecido a partir de esta ráfaga que los FRB incluyen ondas de radio en frecuencias más bajas que nunca antes detectadas, un descubrimiento que vuelve a trazar los límites para los astrofísicos teóricos que intentan identificar la fuente de FRB.
"Detectamos ráfagas de radio rápidas de hasta 110 MHz donde antes solo se sabía que existían hasta 300 MHz", explicó Ziggy Pleunis, investigador postdoctoral en el Departamento de Física de McGill y autor principal de la investigación publicada recientemente en The Astrophysical Journal Letters.
"Esto nos dice que la región alrededor de la fuente de las ráfagas debe ser transparente a las emisiones de baja frecuencia, mientras que algunas teorías sugirieron que todas las emisiones de baja frecuencia se absorberían de inmediato y nunca se detectarían".
¿Cuál es el origen de estas señales?
El equipo de investigación combinó las capacidades de CHIME con las de otro radiotelescopio, LOFAR o Low Frequency Array, en los Países Bajos. El esfuerzo conjunto no solo permitió la detección de las frecuencias FRB notablemente bajas, sino que también reveló un retraso constante de alrededor de tres días entre las frecuencias más altas que son captadas por CHIME y las más bajas que llegan a LOFAR.
"Este retraso sistemático descarta explicaciones de la actividad periódica que no permiten la dependencia de la frecuencia y, por lo tanto, nos acerca unos pasos a comprender el origen de estos misteriosos estallidos", agregó el coautor Daniele Michilli, también investigador postdoctoral en el Departamento de Física de McGill.
lnb