"¡No quiero, no quiero!" fue el grito estremecedor que salió de un niño que al momento de llegar a la silla de aplicación de la vacuna contra el covid-19, en el auditorio del Parque del Maestro, provocó una cascada de llanto y miedo entre niñas y niños que se encontraban sentados para recibir el biológico Pfizer en la jornada de vacunación para dicho sector, que inició este martes.
Así, su mamá y un trabajador del sistema de salud del estado, tomaron al niño para explicarles que "no dolerá mucho", mientras se detenía el proceso de vacunación en el lugar, al tiempo de que cientos de madres, padres de familia y abuelos esperaban bajo el rayo del sol para esperar su turno.
El puente que une al Parque de la Familia con el Parque del Maestro se encontró totalmente lleno de personas que con sombrillas en mano, gorras, sombreros y suéteres cubrían sus cabezas para evitar insolación, "aunque está avanzando rápido", indicó una de las mamás que tenía media hora formada.
Jonathan Estrada llevó a su hija de 11 años a la vacunación y externó su entusiasmo por la aplicación del biológico, "esta vacuna ya es una seguridad que nos brinda a todos los de la familia en cuestión de nuestros hijos porque es un tema muy fuerte porque ya es una seguridad de que estamos libres del virus", indicó el padre de familia.
Añadió que la pandemia ya sido un tema de preocupación de la familia, ya que aseguró "tener todo el tiempo a los niños en casa tampoco está bien, porque necesitan socializar además de que también dejamos de ver a la familia, por lo que ya nos sentiremos más seguros teniendo a las y los menores vacunados", expuso.
Así, uno a uno de los padres y las madres de familia iban avanzando, enfilados en los caminos curveados de este centro de recreación que, desde hace dos años, no recibía tantas visitas.
"Para todos es fundamental de que las y los niños tuvieran la vacuna, nos faltaban ellos y pues la preocupación salía cuando regresaban a la escuela y pues ya hay contagios también, pero ya con la vacuna seguramente los números de los contagios bajará", expuso Sandra Gómez, quién también tuvo que pedir permiso en su trabajo para poder vacunar a su hijo.
Dentro del auditorio se escuchaban algunos llantos. Muchas niñas y niños llevaron sus osos de felpa para que los acompañaran en este momento que para muchos era de miedo, "porque sé que me va a doler pero mi mamá me dice que necesito la vacuna para no enfermarme", dijo una niña mientras abrazaba su unicornio.
El llanto del menor de edad que provocó las lágrimas de muchos más, no cedió, y mientras de sobaba el brazo, su mamá lo quiso tranquilizar con una paleta, pero éste se negó, hasta qué una niña de cinco años se acercó para decirle: "es por nuestro buen", y el llanto cedió.