Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, Juan José Reséndiz Carrillo recuerda a su padre, Macario Reséndiz González, quien falleció el pasado 21 de enero a los 83 años.
Este Día de Muertos será el primero en que Macario tiene una tumba a su nombre.
“Trabajamos juntos y hacíamos trabajitos, si a él le salían yo lo ayudaba, y si me salían a mí él me ayudaba. Éramos como amigos inseparables... ahora extraño hasta sus regaños. La mejor herencia que me dejó mi papá es el trabajo”, compartió conmovido.
Como él, miles de familias acudieron a los panteones de León este 1 y 2 de noviembre. De acuerdo con estimaciones municipales, más de 196 mil personas visitarán los camposantos durante estos días, especialmente el Panteón San Nicolás, fundado en 1899 y considerado el más antiguo de la ciudad.
Entre flores de cempasúchil, velas y música de mariachis, los leoneses embellecieron las tumbas de sus familiares. La familia de América Yuliza, una joven de 18 años, pintaba y reparaba el pequeño techo de la tumba de su abuela.
“Lo hacemos de corazón, para que no se sienta olvidada y sepa que jamás la olvidaremos”, expresó mientras colocaba flores frescas.
El 1° de noviembre, Día de Todos los Santos, se dedica a los niños o “muertos chiquitos”. En la entrada del Panteón San Nicolás, las tumbas infantiles lucían coloridas, adornadas con juguetes y luces.
Ericka Estrada, abuela de tres nietos, solo uno de ellos con vida, visitó la tumba de su nieta Milagros Guadalupe Quintero Rangel, quien murió a los ocho días de nacida.
“Nació malita y nada más nos duró ocho días viva… es algo que no se le desea a nadie”, relató con tristeza.
Entre lágrimas, flores y recuerdos, las familias leonesas mantuvieron viva la tradición y el amor por quienes se adelantaron en el camino. Este Día de Muertos, León se vistió de color, memoria y fe, recordando que el cariño trasciende la ausencia.