Los vinos de Ribera del Duero presentan una concentración y taninos robustos, que les confiere un carácter poderoso y duradero, gracias a sus condiciones climáticas, la altura, los suelos arcillosos de la región y también a la diversidad de añadas.
A decir de los expertos, se caracterizan por ser muy diferentes entre sí, con cualidades muy diversas dependiendo del terruño en el que hayan evolucionado. De esta manera, los vinos blancos y rosados suelen ser frescos y de gran intensidad aromática sin ser excesivamente alcohólicos; los tintos, tienen gran potencial aromático, estructura y complejidad, que permite a los enólogos elaborar vinos de guarda, por lo que su máximo potencial se da con el paso del tiempo.
Así lo comprobamos durante nuestro recorrido por algunas de las emblemáticas bodegas de la Denominación de Origen Ribera del Duero: Virtus, Lleiroso, Carmelo Rodero, Viña Sastre, Pago de Carraovejas, Dominio de Calogía, Pradorey, Francisco Barona, López Cristóbal y Balbás.
Las dirigentes de las bodegas tienen varios aspectos en común: además de una pasión desbordante por la creación de los vinos y un vasto conocimiento de las añadas, de invertir en tecnología de vanguardia, en barricas, botellas, corchos, cajas y etiquetas, los une el cariño por Latinoamérica, especialmente por el mercado mexicano, que en los últimos años ha demostrado un sólido crecimiento en el consumo y también en la creación de nuevos mercados.
El favorito de los mexicanos
Y es que los vinos españoles siguen siendo los preferidos por los consumidores mexicanos: nuestro país es el principal destino de las exportaciones de vino español en Latinoamérica y desempeña un papel fundamental para las bodegas que buscan mercados para comercializar sus productos.
Un estudio realizado este año por la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en la Ciudad de México, mostró que el país ibérico mantiene el liderazgo en valor y volumen de importaciones de vino con 109 millones de dólares y 28 millones de litros.
Virtus, de gran estirpe
Durante el primer día, visitamos Virtus, bodega bien consolidada en España y México por la altísima calidad de sus productos. Estuvimos acompañados por Javier Rozas, CEO de Virtus, y por el enólogo Ernesto Peña, principales responsables del éxito de esta bodega boutique, localizada en Milla de Oro de la Ribera del Duero.
“Una empresa muy pequeña, en donde hacemos muy poquitas cosas, pero muy bien hechas”, afirma Rozas. “Además de la altura de los viñedos (800 metros), inviernos duros (hasta menos 20 grados) y veranos sumamente calurosos (llegan a superar los 40 grados centígrados), fantástico para la humedad por la noche, eso nos da excelentes uvas”, nos asegura.
También nos comentó un tema muy relevante que quizá no se le haya dado su verdadero valor: el aporte económico de las bodegas a la región, pues se estima que laboran alrededor de ocho mil agricultores, “las condiciones climatológicas son excelentes para la vid, no así para la vida, es austera y difícil para sobrevivir”, señala.
Además, la región también se está consolidando en el mapa turístico: “les pongo un ejemplo: en 15 o 20 kilómetros tienen ustedes tres restaurantes Estrella Michelin. Cada vez nos visitan más turistas, no solo de España, sino también de visitantes internacionales”.
Rozas asegura que gracias al trabajo del Consejo Regulador siguen creciendo, “obviamente competimos por un consumidor, pero cada uno busca su propio sector, su nicho, su propio mercado”.
Y Virtus así lo han hecho, tanto en España, como en México, sus vinos se pueden encontrar a precios accesibles en tiendas especializadas y centros comerciales de prestigio.
Virtus es uno de los proyectos más antiguos fundado por una mujer: Paloma Escribano, pionera en prácticas de sostenibilidad y biodinámica, lideró la construcción de una bodega boutique en los primeros años de la creación de Ribera del Duero. Desde hace unos años Íñigo López de la Osa Escribano es quien dirige la empresa, cuyo símbolo es un caballo, pues “los caballos son muy importantes para la familia”, explica el CEO.
En esta ocasión catamos el Virtus cien por centro tempranillo proveniente de viñedos de más de 60 años, de viticultura sostenible, que recibió en las guías especializadas 97 puntos y también el reconocimiento del Mejor Vino de la Ribera del Sur. El enólogo Ernesto Peña nos explicó que el vino tiene la capacidad de permanecer mucho tiempo en botella: “un vino que, con tanta estructura, con la madera, luego se suaviza mucho en la botella”, detalló.
También tuvimos la oportunidad de catar “El Sueco”, cien por ciento albillo mayor, la varietal autorizada por el Consejo Regulador para hacer vinos blancos. “El Sueco, está hecho con viñas muy viejas, de racimos pequeños, sueltos y redondos, en el que se aprovecha el volumen que tiene de grasa que admite la potencia y es un poco más astringente al tener la piel” nos explicó el enólogo Peña. Además, dijo que es un vino perfecto para “celebrar la Navidad… del 2025”.
Lleiroso, amor desbordante por la tierra
Nuestra visita prosiguió en Bodegas Lleiroso que desde su fundación en 2001 ha dado muestra de calidad indiscutible en la creación de sus vinos. Con modernas e innovadoras instalaciones de elaboración y crianza, la compañía tiene como objetivo elaborar vinos de alta gama que reflejan la tradición vinícola de la Ribera del Duero, así como el esfuerzo, pasión y dedicación de los que trabajan su tierra.
Actualmente destinan el 65 por ciento de su producción al mercado mexicano, aprovechando el crecimiento en consumo de vino, que indican 1.3 litros per cápita, todavía lejos de otros países productores como Francia, Italia y España con 47, 46 y 26 litros per cápita, respectivamente.
Estuvimos acompañados por Julio García, director de exportación, y Víctor Fernández, enólogo, que lleva una década impulsando las cuatro etiquetas que se elaboran aquí: Luz Millar, Lleiroso Crianza, Lleiroso Reserva y Joan Miró, que es una edición especial.
La arquitectura de Lleiroso se caracteriza por sus picos, que tienen una función: que pase el aire por ahí y mantenga la temperatura y la humedad de la bodega. Es una climatización natural. La sala de barricas no está climatizada, pero mantiene la temperatura y la humedad durante todo el año.
Es una bodega pequeña para elaborar en torno a unas 150 a 200 mil botellas anuales, pero ya han superado estas cifras (prácticamente el doble), por lo que tienen un proyecto de ampliación inminente, que iniciará el próximo año.
Víctor nos explicó que toda la vendimia se hace de manera manual. También realizan diferentes técnicas en la fermentación para extraer aromas y color, pero siempre controlando (la fermentación), “porque si dejamos que fermente al libre albedrío, se nos dispara la temperatura y las aromas o moléculas volátiles y perderíamos muchos aromas y al final tendríamos un vino muy plano”, nos explicó el enólogo de Bodegas Lleiroso.
También se refirió a la importancia del corcho y de la botella, así como de la mejor manera de reposar, hasta el etiquetado, “porque nosotros como mínimo les damos el mismo tiempo en botella que han estado en barrica, de ahí para adelante”, señaló Fernández.
Durante la cata, acompañada por platillos típicos de la región, nos recordaron que “básicamente los vinos son los recuerdos que encontramos de unas notas a otras. No hay nadie que sea un superdotado realmente oliendo o cazando vinos. Es todo entrenamiento: quizá ese aroma no lo reconoces, pero lo percibes; los aromas en boca son lo mismo que en la nariz", indicó.
"Para nosotros la calidad está en los vinos largos, que no sean planos y ese es nuestro objetivo. Vinos muy fáciles de beber, muy agradables en boca y muy golosos. Que realmente es por lo que trabajamos en el día a día, por hacerlos fáciles en boca, por hacerlos fáciles de beber y por hacerlos golosos", puntualizó Fernández.
Para concluir ese día, realizamos una cata maridaje en el restaurante
La Pícara, localizado en Aranda de Duero, un lugar tradicional de la región con platos consolidados, tapas, hamburguesas de sepia y
buey, carpaccio de calabacín, steak tartare marino de atún rojo, jamón serrano y patitas de lechazo deshuesadas, entre otras delicias. Acompañados por integrantes del Consejo Regulador catamos vinos de AALTOS y ERIAL.
El proyecto AALTO inició 1999 con Mariano García y Javier Zaccagnini, con la idea de elaborar vino de alta calidad y fiel reflejo de diferentes pueblos de la región.
Para el enólogo Antonio Morales, los vinos AALTO y AALTOS PS que catamos, “son vinos que al primer año son cortos en nariz, pero al cabo del primer año la verdad es que se presentan con mucha potencia, elegantes y finos”.
A su vez, Santiago Rivera, enólogo y propietario de Bodegas Epifanio Rivera, explicó que los vinos ERIAL son básicamente dos perfiles elaborados con añadas de diferentes parcelas, “unos son vinos versátiles y fáciles de beber y otros son más complejos, más maduros, más serios. Son viñedos más viejos, viñedos de suelos de composición más caliza, con mayor retención de agua. Quiero decir que los dos perfiles de vino son distintos porque tengo viñedos y uvas distintas”, aclaró.
Carmelo Rodero, calidad y calidez
El consumo del vino español se encuentra al alza en nuestro país, debido a que se trata de un producto cada vez más valorado por el consumidor mexicano en términos de calidad-precio, que es de 3.56 euros por litro en promedio.
Esta situación ha catapultado el interés de la zona, como lo comprobamos durante el siguiente día, cuando visitamos la Bodega de Carmelo Rodero, quien nos comentó que el mercado mexicano es quizá “el mejor mercado que tenemos fuera de España”.
Y no es para menos, Carmelo Rodero se ha consolidado como un referente en la Denominación de Origen Ribera del Duero. Recientemente ganador “Bodeguero de larga tradición” y de la Medalla de Oro TSM 2021 en el concurso de vinos del Real Casino de Madrid.
Por ello, nos dijo que, debido a la gran demanda de su producto, tuvieron que limitar sus exportaciones para concentrarse en España, algunos países de Europa y Latinoamérica.
Al igual que el resto de los bodegueros de Ribera del Duero, Carmelo Rodero se inició muy joven en el trabajo del campo, “me fascina, me ilusiona y es lo que me ha llevado a llegar hasta aquí, hasta estos momentos”, nos comentó mientras recorremos su bodega.
La producción más reciente está en torno al millón de botellas: “prácticamente el 90 por ciento de nuestra producción proviene de nuestra propia uva, tenemos 170 hectáreas de viña y lo poquito que compramos pues es de viticultores que nosotros controlamos la viña. Entonces ya venimos haciendo un millón de botellas”, nos detalla.
Para Carmelo Rodero, sus vinos se diferencian por el sello de identidad, el sello de la bodega, “son vinos carnosos, contundentes, largos, elegantes, que te invitan a seguir tomando”.
Pero lo más importante es que son vinos naturales “que nunca te van a hacer daño, ni te van a provocar dolor de cabeza, ni dolor de estómago, te puedes tomar una botella tranquilamente con toda esa tranquilidad del mundo”.
Actualmente tienen seis etiquetas, “una de las etiquetas solo se comercializa en Burgos y Provincia que es el vino joven; después tenemos el 9 Meses que está encajando perfectamente en el mercado, se nos agota muy rápido; después tenemos el Crianza; el Reserva que ahora mismo vamos a transformar ese reserva que le vamos a incluir la palabra Raza; el Pago de Valtarreña que también está encajando muy bien en el mercado, es muy valorado y después un vino muy personal que es el Carmelo Rodero TCM”.
Durante la cata comprobamos que son vinos muy equilibrados con la madera, contundentes, con mucha estructura, pero sedosos, golosos, elegantes, muy largos en la boca.
Viña Sastre, pasión por la originalidad
Nuestra visita continuó en Viña Sastre, referente de Ribera del Duero en la elaboración de vinos de alta calidad. Recientemente ganó el premio "Mejor tinto crianza de España".
Actualmente la bodega está dirigida por Jesús Sastre (director), su hija e hijo. Aunque tienen todas las condiciones para recibir visitantes, no es su prioridad, porque están enfocados en la producción, que se distribuye en un 50 por ciento en España, y el resto por varios países de Europa y América Latina.
“No sé si es por el idioma, por el parentesco, por la raíz, pero yo me siento muy bien identificado allá y muy bien tratado, no sé si es por eso, por el toque latino; trabajamos muy bien, estamos muy bien posicionados, no te hablo en cuestión de volumen, pero sí en cuestión de buenos restaurantes, buenos sitios, buenas vinotecas, y muy contentos en México”, nos comentó Jesús Sastre durante nuestra visita, en donde él mismo nos preparó un lechazo, el clásico platillo de la región y un deleite para los sentidos.
Sara Sastre nos comentó que su objetivo es crear vinos únicos con sus propios viñedos, “a partir del tempranillo, buscamos crear estilos muy diferentes de vino; somos una bodega boutique de producción limitada, en donde solo trabajamos 12 personas”.
Con una producción anual de 350 mil botellas, Viña Sastre comercializa seis etiquetas: un rosa, y cuatro tintos, cien por ciento tempranillo; además del tinto Pesus (80 por ciento tempranillo, 15 por ciento cabernet sauvignon y cinco por ciento merlot).
En opinión de Jesús Sastre, los vinos varían de acuerdo a la región del viñedo, pero en general “son vinos muy estructurados, mucha fruta negra, vinos con mucha potencia de color, buena acidez y mucho equilibrio”. Agrega que pueden jugar con sus propios viñedos, y hacer vinos “ligeros, elegantes, finos, potentes, armados, depende de lo que busquemos, lo podemos conseguir en nuestros viñedos, trabajando en la viña como hay que hacerlo”, puntualizó.
Nos despedimos de este lugar con un gran sabor de boca y con la firme promesa de regresar.
Pago de Carraovejas, legado en constante evolución
En el corazón de la Ribera del Duero, la bodega Pago de Carraovejas se erige como un emblema de la tradición y la innovación. Desde sus humildes comienzos en 1991, cuando se produjo su primera añada, esta bodega ha evolucionado hasta convertirse en un referente indiscutible.
Actualmente el nombre forma parte del grupo Alma Carraovejas, un conglomerado que refleja su compromiso con la excelencia en cada uno de sus proyectos.
La clave del éxito de Pago de Carraovejas radica en la atención al detalle. Sus viñedos, distribuidos en más de 200 hectáreas, incluyen parcelas orientadas al sur, sureste y norte, lo que garantiza una frescura excepcional en los vinos. Además, la bodega utiliza tecnologías avanzadas, como estaciones satelitales para el control meteorológico y dendrometría para medir el estrés hídrico de las viñas. Estas innovaciones, combinadas con prácticas de agricultura ecológica, aseguran la sostenibilidad y la calidad en cada cosecha.
Durante nuestra visita, tuvimos la oportunidad de conocer los procesos artesanales que coexisten con la tecnología de punta. La bodega, famosa por su Tempranillo, también trabaja con Cabernet Sauvignon y Merlot. Este enfoque diversificado permite elaborar vinos que capturan la esencia de los suelos calcáreos y las condiciones climáticas de la región.
La cata incluyó vinos icónicos como el Pago de Carraovejas, un homenaje a los viñedos más antiguos de la bodega. Cada sorbo reveló un equilibrio perfecto entre potencia y elegancia, una firma distintiva de la casa.
Ese día concluyó con una visita a Palacio de los Berdugo, en donde tuvimos la oportunidad de degustar vinos de cuatro bodegas: Casa Rojo, que llevó cuatro vinos, blancos y tintos: Manteca, con dos vinos tintos; Milénico, con cuatro tintos de tempranillo, jóvenes y otros con barrica; Ferratus, con tres etiquetas, de los seis que produce, y Garmón, un viñedo ecológico, con dos etiquetas.
Dominio de Calogía, el arte de la exclusividad
Continuando con nuestro recorrido, el tercer día visitamos Dominio de Calogía, donde la atención al detalle y la pasión por la viticultura se manifiestan en cada botella. Liderada por José Manuel Pérez Ovejas, reconocido como el Mejor Enólogo de España en tres ocasiones, esta bodega se especializa en vinos de edición limitada.
La producción anual de Dominio de Calogía no supera las 50 mil botellas, lo que refleja su compromiso con la calidad y la exclusividad. Sus etiquetas, como el Dominio de Calogía Doble M y el Cuvée S, son verdaderas joyas enológicas que combinan sutileza, elegancia y complejidad.
En palabras de Pérez Ovejas: “El mejor vino está por hacer”. Esta filosofía impulsa a la bodega a buscar constantemente la excelencia, adaptando sus técnicas a las condiciones específicas de cada parcela. Los viñedos, situados a más de 820 metros sobre el nivel del mar, benefician a los vinos con una frescura inigualable y una concentración aromática excepcional.
La cata en Dominio de Calogía fue una experiencia memorable. Cada vino expresó una personalidad única, desde la intensidad frutal del Doble M hasta la elegancia y complejidad del Cuvée S. Sin duda, una parada obligatoria para los amantes del vino.
Pradorey, historia y sostenibilidad
Con más de tres generaciones dedicadas a la viticultura, Bodegas Pradorey combina historia, sostenibilidad y tradición. Ubicada en una finca que data del siglo XVI, esta bodega ha sabido adaptarse a los tiempos modernos sin perder de vista sus raíces.
Uno de los aspectos más destacados de Pradorey es su compromiso con la sostenibilidad. Utilizan energía solar y biomasa, además agricultura respetuosa con el medio ambiente. Destaca, asimismo, la recuperación del uso de tinajas de barro para la fermentación, una técnica ancestral que aporta una microoxigenación natural a los vinos.
Durante nuestra visita nos explicaron que los viñedos se extienden por 520 hectáreas divididas en 159 parcelas. Esta diversidad permite a la bodega experimentar con diferentes estilos de vino, desde tintos robustos hasta rosados premiados como el Mejor Rosado en el Concurso Internacional de Bruselas.
La cata incluyó vinos como el Buen Alfarero, elaborado de manera tradicional, y el Salguero Blanco, un vino exclusivo que combina la frescura del albillo mayor con la complejidad de su crianza en barricas de jerez. Cada copa nos transportó a un viaje en el tiempo, recordándonos que el buen vino siempre lleva consigo una historia.
Francisco Barona, historia de éxito
La historia de Francisco Barona es un testimonio de pasión y perseverancia. Este joven enólogo comenzó su carrera trabajando, de niño con su padre, para después ir a los viñedos de Francia, Estados Unidos y Sudáfrica antes de regresar a la Ribera del Duero para fundar su propia bodega. Su visión: recuperar viñedos antiguos y elaborar vinos que reflejen la esencia de la región.
Alrededor de los 16 años Francisco Barona tomó la decisión de irse a trabajar a Francia, pero ya tenía la mitad de su vida en el campo, ayudando a su padre, “un trabajador nato, que sabía trabajar las viñas”. Entonces vieron que era bueno, que valía, que se les daba bien, y le propusieron entrar a trabajar dentro de la bodega también.
Después le propusieron estudiar un módulo de enología allí en Burdeos. Al terminar primero, le ofrecieron continuar sus estudios de enología en la Universidad de Burdeos. Al concluir hace un par de vendimias en Burdeos. De allí se marcha a California, al Valle de Napa, en donde también hace un par de vendimias para partir a Sudáfrica, en donde hace una vendimia más, para regresar a Roa y comenzar su propia leyenda.
Las viñas de Francisco Barona, muchas de ellas centenarias, producen uvas de una calidad excepcional gracias a su manejo manual y su baja productividad. Estas cepas, que en su época fueron desechadas, ahora dan vida a vinos que destacan por su estructura, elegancia y equilibrio.
Durante nuestra cata, probamos las etiquetas Francisco Barona y Finca de las Dueñas, ambas elaboradas con una mezcla de variedades de uvas tradicionales. Cada vino reveló una profundidad y una complejidad que solo se logra con dedicación y conocimiento.
Francisco Barona exporta el 50% de su producción a países como Suiza, Inglaterra y Estados Unidos, llevando el auténtico espíritu de la Ribera del Duero a los paladares más exigentes del mundo. Su historia es un recordatorio de que los sueños, cuando se persiguen con pasión, pueden convertirse en realidad.
Ese día, incluyó una visita a las bodegas subterráneas en Arandas del Duero, en donde ahora se realizan distintas actividades, pues gran parte de sus túneles fueron rescatados. Es una visita obligada.
Más tarde realizamos una el restaurante el 51 del Sol, una cena-maridaje con Bodegas Valparaíso, en donde degustamos las tres etiquetas que elabora: Raíces, el Roble y el Crianza; además de tres etiquetas de la Bodega Dominio del Águila, que incluyó un clarete, un tinto y un reserva.
López Cristóbal, con alma y sabor
Para concluir nuestra visita, llegamos por la mañana a Bodegas López Cristóbal, que se distingue por la autenticidad y calidad de sus vinos, que encajan perfectamente con el estilo de vida español. Su director, Galo López Cristóbal enfatiza que sus creaciones son ideales para acompañar tapas o disfrutar por copas, ofreciendo un perfil frutal y accesible que conquista a quienes lo prueban.
En su afán por desmarcarse de las categorizaciones convencionales, Galo nos dijo que decidieron que sus vinos no deben compararse con producciones masivas. Cada botella es el resultado del cuidado de parcelas específicas y refleja la singularidad de su terroir.
En 2023, uno de sus vinos fue reconocido como el mejor vino tinto de España, destacándose por su vivacidad y frescura. Aunque está pensado para ser disfrutado joven, en sus primeros dos o tres años, también exhibe una capacidad sorprendente para redondearse con el tiempo en botella. Su equilibrio entre fruta fresca y estructura lo convierte en un favorito tanto de aficionados como de expertos.
La cata en López Cristóbal incluyó vinos que representa la esencia del viñedo: aromas, sabores, complejidad y consistencia, reflejo de la pasión de esta bodega familiar.
Bodegas Balbás, tradición y consistencia
Con una historia que abarca generaciones, Bodegas Balbás es un ejemplo de cómo combinar tradición con la innovación. A pesar de no ser una bodega industrial, cuenta con la ventaja de poseer viñedos en diferentes ubicaciones, lo que permite una selección cuidadosa y una producción de vinos de alta calidad.
Sus viñedos, ubicados en altitudes elevadas y en suelos de arenas y arcillas francas, producen rendimientos bajos, alrededor de 3 mil 500 kg por hectárea. Esto resulta en vinos con una concentración y mineralidad excepcionales, ideales para quienes buscan una experiencia enológica sofisticada.
Durante la visita, María Balbás de la Fuente compartió su filosofía de consistencia y excelencia. La familia, encabezada por Juan José Balbás y sus hijas María y Patricia, trabaja incansablemente para mantener la calidad y ofrecer vinos que representen la esencia de la Ribera del Duero.
Este compromiso también incluye un enfoque en la sostenibilidad y el desarrollo social de una región poco poblada y con un fuerte arraigo en la viticultura.
Con una producción anual de aproximadamente 350 mil botellas, Bodegas Balbás destina un 60% a mercados internacionales como Suiza, Dinamarca, Alemania, México y Canadá, mientras que el 40% restante se distribuye en el mercado doméstico. Este equilibrio entre tradición local y reconocimiento global consolida a Balbás como un referente en la Ribera del Duero.
La cata destacó algunas de sus joyas enológicas, como el Balbás Reserva, con añadas que van desde 2016 hasta 2018, y el Alitus 2016, un vino parcelario que representa la máxima expresión del terroir, un recordatorio del compromiso de la bodega con la calidad y la innovación.
Nos despedimos de Ribera del Duero con una mayor riqueza sobre los procesos de producción, la tierra y el clima de la región, pero sobre todo, de la pasión y el amor que tiene su gente por la tierra, los vinos, la naturaleza.