Pacientes y arrugadas manos por las que ya han pasado muchos años, manos jóvenes que quieren aprender a hacerlos bien, manos de familia, manos de amigos, manos que cuidan hasta el más mínimo detalle para ponerle su Altar de Muertos a esas personas que ya no están en este mundo, son la esencia de una de las tradiciones mexicanas más fascinantes: la celebración del Día de Muertos.
Y para sumar a la ya de por sí enorme riqueza cultural que representa el 2 de noviembre en México, conformada por platillos típicos, calaveritas de dulce, las inconfundibles Catrinas creadas por el artista José Guadalupe Posada, las flores de cempasúchil, que con su intenso color amarillo ayudan a guiar las almas de los difuntos, los rostros pintados o el exquisito Pan de Muerto que se produce únicamente en estas fechas, la gente de la comunidad jalisciense de José María Morelos, en el municipio costero de Tomatlán, añade a esta fiesta una costumbre única: “El Entierro del Mal Humor”.
¿De qué se trata? Es una procesión conformada en su mayoría por los jóvenes del pueblo, quienes, deseosos de dejar atrás las malas vibras y empezar con los festejos, se cargan al hombro un ataúd y lo llevan por las calles hasta dejarlo en la plaza principal, donde finalmente… lo entierran.
¿Y quién va dentro de ese ataúd? El indeseable Mal Humor que nadie quiere ver por allí, ese invitado que ninguna persona desea y que por fin está bien muerto y enterrado y ya no podrá echar a perder el espíritu festivo de una comunidad orgullosa de su herencia cultural mestiza.
Justamente por el profundo arraigo que tiene entre los mexicanos esta legendaria fecha que combina distintos rituales prehispánicos con la herencia española, y que tan bien supo reflejar la película Coco de Pixar, resultaba un momento idóneo para que la Fundación Xala fuera invitada por el delegado de la comunidad y las familias a organizar conjuntamente un Día de Muertos inolvidable, añadiendo un espectacular Concurso de Altares de Muertos.
Durante la noche en la que, según la tradición, nuestros seres queridos cruzan el umbral desde el “Más allá” para regresar a la Tierra a bailar, beber y comer con la gente que aún los recuerda, fue tal la cohesión social que se vivió en José María Morelos que hasta un negro caballo fue cuidadosamente pintado para simular ser un enviado de ultratumba.
Para redondear la festividad, la Fundación Xala otorgó premios económicos a varios de los Altares de Muertos, diseñados por los habitantes, espectaculares muestras del folclor mexicano que deben incluir, además de la fotografía del ser querido toda clase de velas, flores y papel picado, el tequila o cualquier bebida favorita del muerto, la comida que más le gustaba o hasta ese cigarro que se fumaba después de una buena cena.
El primer lugar se lo llevaron los chicos de la Secundaria Técnica 108, quienes con el premio podrán acceder a computadoras y otros materiales educativos que apoyarán el trabajo escolar de 340 estudiantes, mientras que otros reconocimientos fueron para organizaciones civiles como el Grupo La Voz de la Experiencia o las Catequistas de la Parroquia, entre otras.
Las propias autoridades de la Delegación José María Morelos, a pocos kilómetros del Océano Pacífico mexicano, reconocieron que fue tal el poder de convocatoria de los eventos organizados en alianza con la Fundación Xala, que el de 2022 ha sido uno de los Días de Muertos más concurridos de su historia, con más de 500 personas celebrando al unísono la vida y la muerte, bailando, cantando y brindando sus ofrendas a los abuelitos y demás seres queridos que se nos adelantaron en el camino, demostrando un año más el orgullo que sienten por su patrimonio cultural.
- Te recomendamos Desarrollo turístico en Chalacatepec: beneficios para la población aún antes de iniciar Content
RRR