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150 años de Ravel, todo un Boléro

Elisa Carrillo bailará en México, por última vez quizás, la coreografía sobre la obra más famosa en el mundo de Maurice Ravel, justo en vísperas del 150 aniversario del compositor.

Ciudad de México /

Quiso el azar que la bailarina mexicana con mayor trascendencia internacional en la historia moderna, Elisa Carrillo, anunciara que trae de nuevo a México, por última vez quizás, la coreografía sobre la obra más famosa en el mundo de Maurice Ravel, justo en vísperas del 150 aniversario del compositor.

Joseph Maurice Ravel nació el 7 de marzo de 1875 en Ciboure, Labort. Jean Echenoz así describe al autor de Boléro —comisionada hace casi 100 años por otra bailarina, Ida Rubinstein—, en la novela Ravel (Anagrama, 2006), que ambienta en la década previa a su muerte, el 28 de diciembre de 1937:

El artista Fabián Cháirez. (Foto: Octavio Hoyos)
El artista Fabián Cháirez. (Foto: Octavio Hoyos)

“Hélène espera a Ravel, que aparece por fin, maletín en mano, vestido por su parte con un traje color pizarra y un abrigo corto color chocolate. Nada mal tampoco. Aunque pasado de moda y tal vez un poco ligero para la estación. Bastón colgado del antebrazo, guantes recogidos en la muñeca, parece un apostante elegante en las tribunas del premio de Diane o un propietario en el pesaje de Enghien, pero en todo caso un ganadero menos preocupado por su yearling que por desmarcarse de los chaqués grises clásicos o de los blazers de lino. Monta ágilmente al Peugeot, suspira al sentarse, se coge los pliegues del pantalón en las rodillas y los levanta un poco para evitar que la prenda se arrugue. Bien, dice desabrochándose el primer botón del abrigo, creo que podemos ponernos en marcha. Hélène, vuelta hacia él, lo inspecciona rápidamente de la cabeza a los pies: los calcetines de hilo y el pañuelo de seda, como siempre, combinan a la perfección con la corbata”, escribe el novelista francés sobre este dandy.

Premier en Nueva York

La plataforma de música clásica medici.tv desplegó una cobertura para conmemorar los 150 años de Ravel, a quien muy a su pesar se comparaba con Claude Debussy y que llegó a convertirse en la cima de su carrera en el compositor más célebre del planeta, junto con el exiliado ruso en Francia, Igor Stravinsky, quien asistió al sepelio de Estado de su colega en París, el jueves 30 de noviembre de 1937.

También su similar de la Unión Europea arte.tv se unió al festejo, con el documental musical Ravel en mil pedazos, un paseo poético por los momentos emblemáticos de la vida del compositor dirigido por Klaus Mäkelä, con destacados intérpretes franceses de sus obras, además del concierto de la Orquesta de Cámara de Lausana, dirigida por el también violinista Renaud Capuçon, con piezas de entreguerras, Sonata para violín y La tumba de Couperin, esta última dedicada a los caídos en la I Guerra Mundial.

Y a 88 años de su desaparición física, Maurice Ravel sigue estrenando obras. El 13, 14 y 15 de marzo próximo, la Filarmónica de Nueva York, bajo la batuta de su próximo director titular, el venezolano Gustavo Dudamel, y con la pianista Yuja Wang como solista, tendrá en su sede de la David Greffen Hall en Mahattan, la premier mundial de Prélude et Danse de Sémiramis, una partitura adquirida en 2000 por la Biblioteca Nacional de Francia, que Ravel compuso en entre 1900 y 1902, año en que se tocó ante el pianista Ricardo Viñes, en cuyo diario se da cuenta de la autoría de la obra, y el compositor Gabriel Fauré, nacido hace 180 años y de quien se conmemoró el año pasado su centenario luctuoso.

Regreso triunfal a Nueva York, que Ravel visitó en 1928, donde conoció a George Gershwin y al jazz.

Música para danza y cine

En marzo de 2024, la gran cineasta francesa Anne Fontaine estrenó en París Boléro, basada libremente en Maurice Ravel (Fayad, 1995), del musicólogo Marcel Marnat, en el que explora aspectos de la vida del compositor hasta la creación, supuestamente en 17 días de noviembre de 1928, de la pieza a la que Ida Rubinstein puso la primera coreografía, aunque, sin duda, más célebre es la que creó el marsellés Maurice Béjart estrenada en el Théâtre Royal de la Monnaie el 10 de enero de 1961 con Duška Sifnios.

Elisa Carrillo (Texcoco, 1981), premios Benois de la Danse y Alma de la Danza, primera bailarina del Ballet Estatal de Berlín, codirectora de la Compañía Nacional de Danza y futura directora de la Escuela de John Cranko a partir de 2026, anunció su quinta y última presentación con la coreografía de Bólero de Béjart, con que cerrará un ciclo el próximo 27 de mayo en Auditorio Nacional, adonde la llevó en 2022 después de estrenarla en julio de ese año en el teatro Morelos, de Toluca, y en la sala Elisa Carrillo del Centro Cultural Mexiquense Bicentenario, de Texcoco, y después en la ciudad de Oaxaca.

Carrillo es la única latinoamericana que ha conseguido los derechos del Béjart Ballet Laussane para interpretar la coreografía de Boléro que, entre otros, han protagonizado el argentino Jorge Donn (primer hombre en bailarlo, en 1979), Elisabet Ros, Julien Favreau, Maya Plisétskaya o Sylvie Guillem.

Curiosamente, Béjart nació el 1 de enero de 1927, el año anterior del estreno del Boléro de su tocayo.

Se dice que el Boléro, de alrededor de 15 minutos, se toca en algún lugar del planeta cada 15 minutos.

En México, los boletos para escuchar esta pieza se agotan como ocurre con la Novena Sinfonía de Ludiwig van Beethoven o Carmina Burana, de Carl Orff, con orquestas como la Sinfónica Nacional (OSN), la de Minería (OSM), la Filarmónica de la UNAM (Ofunam), o de Ciudad de México (OFCM).

En arte.tv se puede ver Éléments, del Ballet del Gran Teatro de Ginebra, de los coreógrafos Sidi Larbi Cherkaoui y Damien Jalet, con puesta en escena de la artista Marina Abramović, con tres visiones de danza (“Noético”, “Fauno”, “Boléro”), que se cierra con la pieza de Ravel como “danza de la muerte”.

“Una de las obras más conocidas jamás compuestas, el hipnótico Boléro con tintes españoles es la inigualable clase magistral de Ravel en textura orquestal, que comprende un solo tema repetido, jazzístico y primitivo, sobre un ritmo inmutable de caja. Todo el desarrollo se lleva a cabo en la instrumentación, que comienza con flauta solista, pasa por vientos y cuerdas, y termina con un muro de sonido orquestal y, cuando menos esperas, el único cambio de tonalidad y el signo de puntuación final. Con ligeros cambios de tempo o intensidad, transcripciones para otros instrumentos o coloridas puestas en escena de ballet, el Boléro puede sonar como una pieza completamente diferente”, señala medici.tv.

'Cantinflas' y los barones de Apodaca

La biopic de Fontaine, protagonizada por Raphaël Personnaz (Ravel), Doria Tillier (Misia Sert) y Jeanne Balibar (Ida Rubinstein), se inicia con una “antología” de versiones de Boléro, tanto en concierto como en danza, en la que se suma una versión insólita de banda de Los Barones de Apodaca.

Quizás Fontaine no estaba enterada que en 1957 Mario Moreno, Cantinflas, en la personificación de un limpiabotas o bolero, protagonizó una parodia de coreografía basada en la obra orquestal de Ravel en la comedia musical a colores de Miguel N. Delgado, El bolero de Raquel, con la bailarina Elaine Bruce.

Boléro, recibida con críticas por la prensa cinematográfica francesa (sí, la misma que aplaude Emilia Pérez), toma como punto de partida para hablar del proceso creativo de Ravel la casi persecución de la bailarina y mecenas de artistas, Ida Rubinstein, para que el compositor le escribiera un ballet para ella.

En determinado momento, la exiliada rusa advierte a Ravel que mejor llevará la comisión a uno de sus rivales, y el músico, abrumado por problemas económicos, le pide 17 días para escribir la partitura, que termina en el plazo convenido y que permite a la bailarina estrenar Boléro el 22 de noviembre de 1928, hace 97 años, en la Ópera Garnier de París, con el gran enojo de Ravel, por su coreografía muy erótica.

En la banda sonora de la película de Fontaine participa el pianista Alexandre Tharaud, que interpreta como solista obras de Ravel para el instrumento, las más exquisitas de su repertorio, como el Concierto para piano en sol mayor, el Concierto para la mano izquierda, la Pavana para una infanta difunta (a la que el cubano Guillermo Cabrera Infante rinde homenaje con un juego de palabras para su más célebre novela biográfica La Habana para un Infante difunto), Gaspard de la nuit, basada en el primer poema en prosa de la historia (escrito por Aloysius Bertrand), Valses nobles y sentimentales, Juegos de agua...

Orquestador

En el filme, que no se ha estrenado en cines de México, aunque se puede ver en ciertas plataformas, Fontaine también toca otro aspecto de la vida musical de Ravel, que fue el de orquestador. De hecho, el musicólogo Marcel Marnat ha sostenido que el francés fue “el más grande orquestador del siglo XX”.

La más célebre de sus orquestaciones sin duda es la que hizo en 1922 de la obra para piano de Modesto Mussorgski Cuadros de una exposición, pero también aquellas para composiciones propias, como la de 1910 de Pavana para una infanta difunta, que, como Boléro, parte de una danza, en el segundo caso gracias a la influencia que ejerció en su imaginario el origen familiar de su madre, Marie Delouart.

Ravel compuso Pavana para una infanta difunta en sus tiempos de estudiante a petición de Edmond de Polignac, pero la popularidad que cobró la pieza y las interpretaciones de aficionados le indignaban.

Se cuenta la historia de que una ocasión que oyó a un niño tocarla al piano, Ravel le dijo: “Escucha, hijo, lo que escribí es una Pavana para una infanta difunta, no una difunta pavana para una infanta”.

Colapso cerebral

Uno de los momentos más tristes del filme de Fontaine es el deterioro de Ravel por una enfermedad mental que nunca fue bien a bien diagnosticada, que le produjo cierto grado de demencia y la muerte el 28 de diciembre de 1937. Marnat, su biógrafo, describe así los últimos días del compositor de Boléro.

“62 años. En un festival dedicado a sus obras, le confió a Louis-Aubert: 'Ahora se acaba para mí'. En el otoño (1928), su condición se agravó aún más y, después de consultarlo, el doctor Clovis Vincent (una autoridad en el tema de patologías neurológicas) propuso a un comité de decena de familiares (Delage, Edouard Ravel, Rosenthal, Rubinstein, Roland Manuel), votar en vista de una posible cirugía: 'No hay ninguna posibilidad en mil de que lo consigamos, pero es Maurice Ravel y si volviera a él mismo'. La operación se aprueba por unanimidad. Ravel entra en el 12 de la calle Boileau, el 17 de diciembre. La intervención se da el 19; (pero) no era un tumor, sino un 'cerebro colapsado' (?). El día 21, Ravel se despertó pero retrocedió muy rápidamente en una somnolencia de la que nunca se recuperará. Muere, compatoso, el martes 28 de diciembre, a las 3:30 am, a poco más de dos meses de cumplir 63 años.

“Esa noche, la Radio Francesa, en sus programas de fin de año, había programado L'Enfant et les sortilèges bajo la dirección de Manuel Rosenthal... El funeral tuvo lugar el 30 de diciembre de 1937 en el cementerio de Levallois-Perret, a pesar de la huelga de los directores de la funeraria, en presencia de Igor Stravinsky y todos sus familiares. Jean Zay, ministro de Educación, pronunció un discurso criticado por la derecha (Charles Maurras, Action française)”, relata Marnat en un texto que reproduce Fundación Maurice Ravel, que alberga el video del sepelio, grabado por un equipo de noticias de Pathé.

Última década, de novela

En el Ravel del novelista y pianista Jean Echenoz, la ficción también forma parte del retrato biográfico, en que hay datos que sí son reales, como la epopeya en Verdún al volante de un camión militar durante la cual transcribe el canto de los pájaros, las 60 camisas y las 25 pijamas de la gira que emprendió por Estados Unidos donde se vinculó al jazz, los encuentros con los Douglas Fairbanks y Charles Chaplin o con el compositor George Gershwin, o la casa de Montfort-l’Amaury donde vivirá hasta su muerte.

Así retrata Echenoz a Ravel, fumador hasta su muerte, a los 50 años: “(...) se ha visto con frecuencia su retrato en los periódicos: su rostro anguloso bien afeitado dibuja con su larga y delgada nariz dos triángulos montados perpendicularmente el uno sobre el otro. Mirada dura, viva, inquieta, orejas despegadas sin lóbulos, tez mate. Distancia elegante, simplicidad cortés, cortesía helada, no forzosamente hablador, es un hombre seco pero distinguido, de punta en blanco las 24 horas del día.

“Con todo, no siempre ha sido tan lampiño, en su juventud lo probó todo: patillas a los veinticinco años, combinadas con monóculo y cadena, barba en punta a los treinta seguida de barba cuadrada y de un conato de bigote. A los treinta y cinco se lo afeitó todo, reduciendo al mismo tiempo el pelo, que, de esponjado, pasó a ser para siempre estricto y plano y muy pronto blanco. Pero su rasgo principal es su estatura, que le atormenta y hace que su cabeza parezca un poco voluminosa para su cuerpo. Un metro sesenta y uno, cuarenta y cinco kilos y setenta y seis centímetros de perímetro torácico, Ravel tiene la contextura de un jockey, es decir, de William Faulkner que, en el mismo instante, reparte su vida entre dos ciudades —Oxford, Mississippi, y Nueva Orleans—, dos libros —Mosquitoes y Sartoris— y dos whiskies —Jack Daniel’s y Jack Daniel’s”

En la imaginación del autor de Al piano (Anagrama, 2004), los últimos días de Ravel así transcurren.

“Está solo en su casa de Montfort, sin ilusiones. Siempre ha estado solo, pero aferrado a la música. Ahora no aguanta más su vida inútil, se rebela en vano contra el hecho de no servir para nada, de estar encerrado en el interior de sí mismo. Consciente de que todo ha terminado, intenta organizar la soledad. Todos los días, tras recorrer a pie el bosque de Rambouillet, que sigue conociendo al dedillo a pesar de su estado, regresa y se pasa horas sentado junto al teléfono, aguardando, esperando una llamada de Édouard, a quien sus asuntos retienen con frecuencia muy lejos, fumando sin cesar pese a tenerlo prohibido, levantándose para ir a vaciar el cenicero, un cenicero lleno es tan triste como una cama sin hacer (...).

“Después de la operación, comoquiera que Ravel recobra el conocimiento durante un rato, se le cree fuera de peligro. Se alimenta un poco, reclama la presencia de Édouard y pide ver a una señora. (...) Se duerme, muere diez días después, lo visten con un traje negro, chaleco blanco, cuello duro con las puntas dobladas, pajarita blanca, guantes claros, no deja testamento, ninguna imagen filmada ni la menor grabación de voz”.

PCL

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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