4 escritores nos comparten su libro favorito de Arreola

#Arreola100

Rosa Beltrán, Juan Villoro, Alberto Chimal y Jorge F. Hernández nos dan buenas razones para enamorarnos de los textos del escritor jalisciense.

Villoro, Chimal, Hernández y Beltrán. (Especial)
Editorial Milenio
Ciudad de México /

Rosa Beltrán 

Confabulario

El título describe perfectamente a su autor: un confabulador, es decir, alguien que reúne y cuenta fábulas. Sus cuentos son piezas sorprendentes, perfectas, con todo y la influencia que hoy nos parece tiene de la literatura del absurdo. Nos trajo esos mundos europeos en los que era tan avezado. Y esa universalidad, junto con la prosa impecable, pero excéntrica, fue su mayor virtud y también la causa de que no sea tan leído hoy y, por lo tanto, no se le recuerda como parte del canon de aquellos que construyeron el camino hacia “lo mexicano”.



Juan Villoro

Bestiario

 Ahí alcanzó una tensión estilística excepcional, algo importante porque estamos ante uno de los mayores artesanos del idioma. Arreola siempre se preció de trabajar las palabras como los sastres trabajan las telas o los ebanistas lo hacen con las maderas. Lo sorprendente de ese libro es que no lo escribió, sino que lo dictó, y su amanuense fue nadie menos que José Emilio Pacheco. Nunca sabremos si la precisión para describir a esa fauna literaria le debió algo al propio Pacheco.



Jorge F. Hernández

Prosodia y variaciones sintácticas

Lo edité y prologué en la colección Fondo 2000. Arreola era una luz desde la voz imparable, que hilaba sílabas sin silencio; en el pequeño volumen que editamos se nota su amor por la prosa con alma leve de malabarismo, como si fuera un poeta al que se le desataron todas las palabras más allá del verso y sí, como dijo Borges, un genio que pudo haber nacido en cualquier idioma y en cualquier época.



Alberto Chimal

Confabulario

Fue el primero que leí y porque, en su variedad, en la multiplicidad de sus textos, daba la impresión de ofrecer siempre algo nuevo y distinto. Y eso es una experiencia que no tiene igual para una persona que comienza a leer. Todavía ahora descubro, a cada cierto tiempo, que recuerdo con precisión detalles de tal o cual texto de ese libro, y también influencias suyas en lo que yo mismo escribo.

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