Adolfo Domínguez: de astro de la moda a revelación literaria

Libros

Inspirado en Rulfo, hace más de 25 años el empresario y diseñador español publicó una novela que este 2018 reedita mejorada y aumentada la editorial Defausta.

El diseñador y empresario Adoflo Domínguez. (Foto: Javi Martínez | El Mundo)
El Mundo MX
Madrid /

Nadie esperaba en 1992 que Adolfo Domínguez se desmarcara con una novela de 250 páginas escrita, además, en verso. "De pronto, sentí la necesidad de contar una historia", cuenta el diseñador y empresario gallego (Orense, 1950).

"La escribí en casa durante los fines de semana y en los tiempos muertos de los aeropuertos y los trenes". Juan Griego, su libro, es la fusión de dos "trances místicos" que le han servido de inspiración: el Rulfo de Pedro Páramo, que asegura haber leído más de 100 veces, y las esculturas del Partenón del Museo Británico, visita obligada en todos sus viajes a Londres

"También es el nombre de un pueblo de Venezuela a orillas de la isla de Margarita —recuerda—. Cuando lo visité, pensé: ya tengo el título para mi libro".

Juan Griego da nombre también a un personaje: un oficial de la Armada Argentina o, como él prefiere llamarlo, "un poeta épico moderno" que habla en primera persona desde el mismo arranque de esta inopinada odisea firmada por el hombre que cambió la manera de vestir en España:

—Teniente Griego, lo esperaba. 

—A sus órdenes, mi comandante —balbuceé. 

Lo que sigue es una historia fascinante a través del corazón de la noche de América Latina de los años 80. Un periodo, dice, esmaltado de dictaduras y olor a pino. 

Adolfo Domínguez no balbucea, pero sí mide —y mucho— sus palabras. Ya no se acuerda, por ejemplo, de las editoriales que le dieron con la puerta en las narices antes de que Enrique Murillo publicara por primera vez su historia en la antigua Mondadori.

"Creo que se vendió bien, pero no le puedo hablar de cifras porque no me metí en esto para ganar dinero".

Ahora ha vuelto sobre la misma intriga, con idéntico título, al abrigo de una pequeña editorial, Defausta, que se enamoró al instante de esta historia de amor atravesada por mujeres de carácter. 

"Me he dedicado a pulir el original con la madurez y la capacidad de escritura que me han dado los años", asegura el autor. 

Acompañado del poeta y crítico Luis García Montero, Domínguez presentó la nueva edición de Juan Griego en el Instituto Cervantes de Madrid.

—¿Qué le hizo cambiar la aguja por la pluma?

En realidad escribí desde chico. Ya de adolescente me nombraron bibliotecario del seminario. Leía todo lo que caía en mis manos. Luego escribí un diario hasta los veintitantos. Afortunadamente, me agoté de mí mismo. A los 30 me puse con una trama sobre las noticias que leía en los periódicos, incluido el conflicto de las Malvinas.

—¿Qué ha aprendido de la experiencia literaria?

Uno escribe para entenderse a sí mismo y lo que le rodea. Desde los sueños de los personajes hasta los principios de la física cuántica.

—Ha pulido el libro que publicó en 1992, pero le han salido 400 páginas más. ¿Cómo se explica?

No sólo lo he pulido, he mejorado los personajes, los he hecho más complejos, y he aumentado la trama. El lenguaje sigue siendo conciso, sujeto-verbo-predicado; los adjetivos, los justos; y las metáforas, sólo las que brillan. En la Universidad de Vincennes donde estudié Arte y Cinematografía tuve un profesor que decía que la sencillez es el último peldaño de la escalinata que conduce a la belleza. No reniego de la primera versión, pero me identifico más con la segunda [de 725 páginas, exactamente]. Hay 26 años de trabajo encima.

—A la primera publicación le precedió el incendio de la fábrica de San Ciprián de Viñas. A la segunda, una grave crisis que puso la empresa al borde de la quiebra. ¿Escribe para evadirse?

En absoluto. A mí la escritura me recarga la energía para hacer bien mi trabajo. Escribir es un oficio muy mal remunerado que no busca la calma sino el más intenso de los vértigos. La excitación que produce haber dedicado 12 horas seguidas a una página tiene un punto de erotismo sólo equiparable a la piel contra la piel.

—Dice la editorial que su libro es rompedor, inabarcable, violento, profundo y también polémico. ¿En qué sentido?

Bueno, yo creo que en literatura nada es polémico. Otra cosa es lo que sucede en el Parlamento, que es el sitio donde se debe producir la polémica y donde la sociedad escenifica sus conflictos.


*Entrevista por Benjamín G. Rosado

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