Las dos cosas preferidas de Alejandro Magallanes son las imágenes y las palabras. Según diversos estudios científicos, cada una se asocia con un hemisferio del cerebro: el derecho es responsable de la creatividad y la sensibilidad mientras que el izquierdo corresponde al lenguaje verbal y al pensamiento lógico. Pero Magallanes no está tan seguro: "¿Qué pasa cuando un poeta crea imágenes poderosas mediante un texto?", por ejemplo.
Para explorar esos asuntos el diseñador, ilustrador, poeta y artista plástico se puso a producir la obra que será mostrada en La delgada línea que divide el lado derecho del izquierdo. La exposición curada por Guillermo Santamarina se inaugura este viernes 18 de septiembre en la galería MYL Arte Contemporáneo, como parte del Gallery Weekend.
Manuel Loaiza, el fundador y director de la galería ubicada en San Ángel contó más de 200 piezas que integran la muestra, desde clásicos dibujos sobre papel hasta placas metálicas intervenidas con pintura industrial; también hay piezas de cerámica y muchos, pero muchos libros. Magallanes siempre ha estado en contacto con ellos a través de sus oficios.
La pieza que recibe al espectador es un péndulo en constante movimiento, que va y viene entre un lado y el otro. A continuación y a la derecha se verá una escultura compuesta de más de 100 libros recién salidos de la imprenta con el mismo título de la exposición. A Magallanes le pareció que sería más interesante hacer un proyecto inédito en lugar de un catálogo. Entonces invitó a todos sus amigos escritores con los que ha trabajado -o no- como diseñador editorial y les pidió una reflexión sobre la delgada línea que separa el lado derecho del izquierdo.
Hay poemas, cuentos, ensayos y aforismos escritos por 86 autores de todas las geografías y generaciones. Por ejemplo el argentino Alberto Manguel o el mexicano Sergio González Rodríguez. Muchos de ellos han publicado con la editorial Almadía, donde Magallanes se ha convertido en el diseñador oficial e ilustrador de más de cien portadas.
El proceso del libro fue así: "Me mandaban los textos, los leía, los interpretaba tipográficamente -como si fueran partituras- y el índice se fue formando en el orden en que fueron llegando", explicó el convocante. Dijo también que decidió no firmar ningún texto y poner todos los nombres de los autores hasta el final, con la idea de que fueran leídos sin prejuicios.
Estos "materiales preciosos, únicos, inéditos", como llamó Magallanes a esas colaboraciones, son los módulos de los libros que a su vez son los módulos del objeto escultórico. Es una edición limitada y se venderán únicamente en la galería como parte de la obra.
La otra gran obra libresca está en la planta alta y consta de más de 100 ejemplares: los sobrantes de temas económicos de una librería. Hasta que Magallanes los transformó en libros muy distintos a través del dibujo y el humor. Los selló con una capa de pintura blanca y sobre ella inventó nuevas portadas que son juegos gráficos y verbales. Como el libro "La Culpa" un ladrillo de casi mil páginas que apenas es el volumen uno.
Así, a través de todo el recorrido, Magallanes se pregunta e intenta responderse cómo intervienen, se contradicen y/o se soportan las palabras y las imágenes, sus dos cosas preferidas.