De visita en México hace un año, la mezzosoprano griega Alexandra Gravas no pudo regresar a su país al decretarse la pandemia por covid-19. A pesar del encierro, se aventuró a grabar aquí su tercer disco, El amor es vida, dedicado a la canción latinoamericana.
“La Llorona”, “Mi segundo amor”, “Amor eterno”, “Cucurrucucú Paloma”, “Un mundo raro”, “La noche de mi amor”, “Las simples cosas”, “Chiquilín de Bachín” y “Adiós felicidad”, son algunas de las canciones incluidas.
La cantante que se dio a conocer internacionalmente como intérprete de la canción y la poesía griegas, es acompañada por Miguel Peña y Juan Carlos Allende, conocidos como Los Macorinos, músicos de batalla de Chavela Vargas.
En unos de sus viajes a México, Gravas había cantado con ellos un par de canciones y la habían conquistado. En entrevista recuerda que al inicio de la pandemia habló con Los Macorinos. “Amigos –les dijo– estoy aquí en México y no puedo salir a mi país porque las fronteras están cerradas, ¿quieren hacer una grabación?” Ellos respondieron que sí, encantados.
Lo único que sabía era que quería grabar “La llorona” y "La noche de mi amor”, canciones que ya estaban en su repertorio. “Entramos a un estudio, las grabamos y Los Macorinos me preguntaron: ‘¿Y ahora qué sigue?’. Me puse a escuchar muchas cosas con varias cantantes y terminé eligiendo todo el repertorio, salvo ‘Chiquilín de Bachín’, de Astor Piazzolla, que me recomendó Juan Carlos, y ‘Un mundo raro’, de José Alfredo Jiménez”, por sugerencia de Miguel.
Espíritus afines
Alexandra escuchó a muchas cantantes para familiarizarse con el repertorio, pero sintió mayor empatía con Chavela Vargas, aunque sus voces no tengan nada en común. “Para mí es importante sentir las canciones, porque si no, no puedes hacer una buena interpretación, suena falso. Siempre me gustaron más las interpretaciones de Chavela. Aunque su voz no es espectacular, sí lo es su expresión: cada palabra que dice tiene un significado”.
Aunque su relación con Los Macorinos ha sido muy corta, al escuchar El amor es vida pareciera que han trabajado con ella varios años. De acuerdo con Gravas, “cuando la química es la adecuada, cuando hay mucha inspiración y creatividad, cada uno de los músicos reacciona a lo que hacen los otros y surge la magia de hacer música. Estoy segura de que recibí el espíritu mexicano de Los Macorinos y ellos recibieron mi espíritu griego”.
Para Gravas la experiencia de grabar estas canciones es “un descubrimiento total. Este repertorio está en una lengua diferente, que no hablo bien, pero hay algo que expresa mis sentimientos increíblemente bien. La poesía, las melodías y los tonos de estas canciones son muy parecidos a los de las canciones griegas. Siento el mismo espíritu, la intensidad del amor en sus diferentes variaciones”.
La cantante no había trabajado con guitarristas, pero dice que ahora “podría pasar el resto de mi vida solo con guitarristas. Me gusta mucho este sonido, es increíble. ¡Los Macorinos fueron una gran inspiración! Quiero que todo mundo conozca este disco, porque todo mi amor y mi corazón están en él”.
Hasta que salga bien la erre
Gracias a su empeño, con un curso intensivo de pronunciación de un idioma con el que está poco familiarizada, la cantante salió avante. Entre risas comenta: “Cuando estábamos en plena grabación, Juan Carlos Allende fue un maestro muy estricto conmigo. Me decía, por ejemplo, ‘esa r debe ser diferente’ y no grabábamos hasta que salía bien”.