Con pasos cautelosos, Europa camina hacia la nueva normalidad. En el ámbito artístico, luego de un confinamiento más largo que el de otros sectores, el telón poco a poco empieza a levantarse. Los músicos llevan la batuta en las artes escénicas, con conciertos como el que ofreció el pasado 14 de junio, en Austria, la Filarmónica de Viena, dirigida por el célebre Daniel Barenboim, ante un público reducido a 100 espectadores.
Aunque la reactivación en el mundo operístico parecía lejana, algunos intérpretes de este género ya han retomado sus actividades. Es el caso de Alfredo Daza (1976), el barítono mexicano con mayor reconocimiento internacional. Afincado en Berlín, donde durante 14 años fue solista de la Staatsoper Unter den Linden y, ahora, es artista independiente, el cantante ofreció el 17 de junio un recital en Lisboa, para conmemorar el bicentenario del Teatro Thalia. Acompañado del matrimonio formado por la soprano rusa Anna Samuil y el pianista alemán Matthias Samuil, el recital de ópera fue uno de los primeros con público que se realizan en el continente europeo después del confinamiento.
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Con una trayectoria de más de dos décadas, Alfredo Daza ha compartido créditos con figuras como Anna Netrebko o Jonas Kauffman en los recintos más destacados de la lírica internacional. El cierre de teatros a causa del covid-19 lo mantuvo fuera de los escenarios durante seis meses. Para el intérprete es casi imposible describir la emoción de estar nuevamente frente a los espectadores.
¿Cómo surgió la oportunidad de realizar este concierto cuando algunos teatros en Europa permanecen cerrados y otros apenas empiezan a abrir?
Era un recital que tenía en mi agenda desde el año pasado, fuimos invitados por los ministros de Cultura y de Ciencia y Tecnología de Portugal; por la pandemia, los organizadores habían decidido posponerlo hasta marzo de 2021.
Afortunadamente, Portugal es uno de los países que mejor ha gestionado la crisis sanitaria. Desde el inicio de la pandemia, las autoridades y la sociedad se tomaron muy en serio el asunto del virus y adoptaron medidas muy estrictas, entre otras cosas porque tienen una población muy grande de adultos mayores. Sin embargo, al bajar el número de contagios en Lisboa, se decidió que había condiciones para realizar el concierto, el primero a nivel operístico en la península ibérica.
¿Qué medidas se tomaron para los artistas y para el público?
Anna, Mathias y yo estuvimos en nuestras respectivas casas en estricto confinamiento. En Alemania también se tomó con mucha responsabilidad la pandemia. Los tres vivimos en Berlín y hemos realizado juntos muchos proyectos, teníamos plena confianza en que nos habíamos cuidado durante la cuarentena y en que no corríamos peligro al trabajar juntos de nuevo.
Los organizadores portugueses se aseguraron de que estuviéramos en buen estado de salud. Cuando nos confirmaron que haríamos el recital, tuvimos algunos ensayos en la Staatsoper, en una sala de 45 metros y con rigurosas medidas sanitarias.
En cuanto al público, el Teatro Thalia cuenta con capacidad para 560 espectadores, pero solo se permitieron 80 personas; el recital se anunció con muy poca anticipación, precisamente por el cupo limitado. Nos alegró mucho saber que los boletos se agotaron inmediatamente. Hubo una distancia de casi dos metros entre los asistentes, quienes permanecieron todo el tiempo con mascarillas.
¿Qué sentiste al estar de nuevo en un escenario?
Es imposible describir los sentimientos y las emociones de ese momento en el que puedes hacer lo que amas. Imagínate que a un escritor no se le permite escribir durante mucho tiempo, que no puede acercarse a una computadora ni dictar ni transmitir sus pensamientos. Algo así sentía. En cuestión técnica fue un concierto muy difícil, requirió más energía que en otras presentaciones. Me di cuenta de que las habilidades que uno adquiere pueden perderse muy fácilmente. Estuve fuera de los escenarios durante seis meses. Mis últimas presentaciones fueron en diciembre en una gira en China.
Estoy muy feliz y agradecido con las autoridades portuguesas por esta oportunidad. Aunque es cierto que fue un poco extraño tener un público tan reducido. Todos estaban muy entusiasmados por acudir nuevamente a un concierto. Entre los asistentes había músicos muy reconocidos, como un violonchelista de la legendaria Orquesta Diván, quien me dijo que “se moría por escuchar música en vivo”. Ningún streaming se compara a la experiencia del canto en vivo.
Debido al confinamiento ha crecido la oferta cultural en plataformas virtuales. ¿Dirías que hay un auge de las artes?
Con la mejor intención de dar fuerza a los ciudadanos, los artistas salieron a cantar desde sus balcones o a dar conciertos en internet, también en un intento por mantener el contacto con el público. Además vivimos en la época del streaming y de las redes sociales y existe la falsa creencia de que debido a la pandemia hay un apogeo de las artes, particularmente de la música clásica. La realidad es que los músicos y los cantantes, sobre todo clásicos, estamos en agonía. No estamos recibiendo ingresos y sin esto es imposible que sobrevivamos. Muchas agencias de artistas ya han desaparecido. Debemos ser conscientes de que cantar es un trabajo como cualquier otro y tiene que ser remunerado.
¿Cómo ves el panorama actual en el ámbito operístico?
Después del recital en Lisboa queremos mandar este mensaje: sí se pueden hacer conciertos en vivo y con público. Tuvimos una conversación con la ministra de Cultura, Graça Maria da Fonseca, y con el de Ciencia, Tecnología y Educación Superior, Manuel Heitor, en la que se mencionó que la vacuna para el covid-19 podría tardar más de dos años. En medio del desconocimiento que hay sobre este virus tenemos que experimentar y tomar riesgos con inteligencia, porque la amenaza va a seguir durante algunos años. Así es que hay que aprender a vivir otra vez.
Si somos responsables en nuestra vida personal podemos retomar poco a poco las actividades artísticas. Es esencial que las artes escénicas se adapten a la realidad. En el caso de la ópera se pueden montar obras que requieran pocos papeles o que se presenten en concierto sin coro.
Pero claro, la reactivación no depende solo de los artistas, también de quienes toman las decisiones a nivel administrativo.
¿Qué medidas crees que se deberían de tomar en México para la reactivación cultural?
El primer paso para la reactivación en cualquier país es que la curva realmente se haya aplanado, que el número de contagios vaya en descenso. Es muy difícil controlar una población tan grande como la mexicana, pero es necesaria la concientización. Sé con tristeza que en México muchas personas, incluso conocidos míos, aún ven con escepticismo la existencia de esta enfermedad.
Todos los trabajadores de los escenarios nos preguntamos cómo y cuándo podremos volver. La reactivación es posible si existe el interés en la vida artística. Las autoridades y la sociedad deben comprender que la música, el canto, y las artes en su totalidad son esenciales para el desarrollo de un país.
Es imposible describir los sentimientos y las emociones de ese momento en el que puedes hacer lo que amas (...) Si somos responsables en nuestra vida personal podemos retomar poco a poco las actividades artísticas.
amt